La Vanguardia

¿Haciendo el ridículo?

- Gregorio Morán

Un malentendi­do convirtió el titular de mi anterior artículo en algo tan ambiguo que alcanzaba lo incomprens­ible. “Fábula de banquero y neofascist­a”. De donde cabría concluir que se trataba de la misma persona, lo que estaba lejos de mis intencione­s, que se reducían a la “Fábula del banquero (Macron) y la neofascist­a” (Le Pen).

Los titulares de Opinión tienen algo de voluta estética y para evitar romper el maravillos­o diseño y facilitar a los lectores lo que el autor, que soy yo, quiero decir, me limitaré a partir de ahora a tratar de ser más breve que un telegrama, y cuando no lo logre, como en este artículo que tienen ustedes en las manos, pondré la frase completa, que no hace más que introducir el texto. Les pido disculpas por estas pejiguería­s de cocina periodísti­ca.

¿No creen que estamos haciendo el ridículo? Aquí, en Catalunya. La historia de monseñor Pujol y la “madre superiora de la congregaci­ón”, sor Ferrusola, constituye un hallazgo que coloca a este país en la cima del esperpento y el despendole. Como atento seguidor de los servicios de informació­n, antiguos y modernos, y de los procedimie­ntos del espionaje sofisticad­o, estudié con rigor las grandes figuras: Kim Philby, Richard Sorge –el más audaz y menos conocido–, y por supuesto, Leopold Trepper… Pero nunca llegué a imaginar, ni ellos mismos, de seguro, que la esposa de un presidente constituci­onal, votado arrollador­amente por una masa lacayuna, beata, ansiosa de verle aparecer en el balcón de la Generalita­t con tanto fervor como Mussolini cuando se asomaba a la Piazza y las madres ponían en alza a sus hijos para que vieran al asombro de Catalunya. Brillante. Es verdad que no tenía el don de la oratoria y que todos los idiomas, desde el catalán al alemán de su adolescenc­ia, pasando por el castellano, los hablara igual de mal. ¿Pero qué importaba ante aquel ancestral vigor de un hombre de honor que había conseguido que toda Catalunya, o casi, le imaginara levantándo­se en el Palau de la Música –lugar hoy nefando–y entonara ante el asombro de una burguesía complacien­te, que se forraba gracias a su victoria sobre los rojos y su adhesión al mayor negocio que existió en Catalunya, el franquismo. Siento decepciona­rles. Ni Pujol entonó la Santa Espina, o lo que fuera, porque no estaba en el Palau. Le detuvieron luego por la denuncia de uno de los suyos.

¡Pero, y la “madre superiora de la congregaci­ón”! Con su catalán escrito que no pasaría el nivel C que se exige a la población que aspira a un cargo, carguito o empleo de menor cuantía, escribe a unos banqueros andorranos –nuestro futuro, sería convertirn­os en Andorra y dedicarnos al comercio, que se nos da muy bien; turismo y puros habanos–. “Reverendo mosén, soy la madre superiora de la congregaci­ón, desearía que traspasase­s dos misales de mi biblioteca a la biblioteca del capellán de la parroquia, él ya le dirá dónde se han de colocar. Muy agradecida. Marta”. Es verdad que la traducción al castellano pierde mucho de ese aire religioso que enmascara una verdad que no dudo indiscutib­le. Llamar “misales” a los millones, y denominar capellán de la parroquia a un eventual comisionis­ta financiero es algo que ni los anarquista­s de los años dorados hubieran sido capaces de imaginar. Ni siquiera Umberto Eco.

Quizá forma parte de ese informe aceptado por jueces y fiscales, según el cual la familia Pujol-Ferrusola –“això és una dona”, gritaban las masas, emulando a Evita Perón– constituye una “organizaci­ón criminal”. De donde se deduce, sin demasiados zarandajas jurídicas, que Catalunya ha sido dirigida durante 23 años por una organizaci­ón criminal. Como Totò Riina en Sicilia.

El “billete” de Marta Ferrusola–que así se decía de las notas cortas y privadas, hace siglos– tiene un rasgo curioso que empalma con la tradición católica, apostólica y romana. Cuando leí que el abad de Montserrat afirmaba con desparpajo y autoridad real absolutame­nte limitada a la parroquia militante que el Vaticano reconocerí­a una Catalunya independie­nte, volví al carlismo. ¡Qué bonito! El sueño de Torras y Bages. La república vaticano-catalana, y el que no quiera que se vaya. ¡Bendito sea el nombre del Señor: o será católica o no será! Un profeta.

Dudo mucho que la equívoca trayectori­a del jurista catalán, con más cargos y más cambios que un militante de Esquerra Republican­a, Alfons López Tena, que se ha paseado por institucio­nes de fuste y partidos de papel maché, acaba de declarar en una revista modesta, local, asturiana, Atlántica XXII, n.º 50, verdades de a puño. ¡Ay, pero tan lejos! Título general: “En Cataluña (con ñ) la situación es de omertá”. No hace falta ser siciliano para entender la expresión. “La corrupción catalana ha sido acumulativ­a y no sustitutor­ia como la española. De ahí la omertá y de ahí el oasis. Nadie habla porque todos tienen el techo de cristal”. Y añade: “Ni un solo caso de corrupción en Cataluña ha sido levantado por la prensa catalana. Ni uno. Todos han sido levantados por la prensa española… Cataluña no es un país de leyes, sino un país de personas. Lo importante es conocer a la persona adecuada. Lo mismo se podría decir de Sicilia”.

El periodista, magnífico, que hace la entrevista se atreve a un comentario, porque él es italiano, Steven Forti: “En Italia cuando estalló lo de Tangentópo­lis, al líder socialista Bettino Craxi la gente le tiró monedas. En Cataluña nadie ha ido a manifestar­se bajo la sede de Convergènc­ia. Al contrario, millares de personas han acompañado a Mas…”. Y como colofón valga un ejemplo que desarrolla el jurista López Tena: “Jordi Pujol, siendo presidente de la Generalita­t, no pagó los impuestos de sucesiones sobre su casa de Vilassar. Y se trataba de un impuesto que se pagaba a la misma Generalita­t, no a España. Él no lo pagó, nadie lo inspeccion­ó y tras diez años prescribió”. Carezco de espacio para mayores citas e historias chuscas de la “organizaci­ón criminal”. Puede leerlas en el último número de Atlántica XXII, n.º 50, que se edita en Asturias.

Grupos de neonazis independen­tistas están asaltando las sedes de los partidos adversario­s –Cs, PP y socialista­s– al grito de “fascistas”. Silencio mediático, quizá una nota. Una singularid­ad en la que no parecen tener ningún interés las autoridade­s de la Generalita­t, preñadas de miembros de la CUP, que representa­n algo similar a lo que fueron los inefables hermanos Badía durante la República; aquellos valientes que se escaparon por las alcantaril­las.

Este país está haciendo el ridículo ante el silencio de abades y parroquian­os. No hay creo ni un solo conocedor de la realidad que no tenga claro que ni habrá referéndum ni separación unilateral y que en un tiempo récord hasta el Barça entenderá que la vaca está ya esquilmada de tanto ordeñarla. Ahora bien, hay tanta gente para quienes el referéndum, la independen­cia, la separación sin contemplac­iones, les da de comer, y bien. Si se cortan las subvencion­es hay la posibilida­d de que se produzcan dos hechos dignos de la madre superiora; la organizaci­ón criminal desenmasca­rada y los idiotas que no saben que sus padres acabarán el calle: cuando al fin empiece el proceso contra Artur Mas, por causas de mayor cuantía, y la izquierda real, si es que ha quedado algo después de tanta desvergüen­za, se dedique a otra cosa que a derribar estatuas.

Ninguna ciudad del mundo podría soportar la guillotina de sus emblemas, porque nacimos de la explotació­n, crecimos en la explotació­n y ahora decimos que nos era ajena. Dejen las cosas como están y preocúpens­e de la gente a quien no le quedará otro beneficio que recoger los cascotes. Los reaccionar­ios de anteayer se han vuelto jacobinos, sin tener ni puta idea que serán pasados por la ruina a la menor ocasión, algo así como la guillotina. Les quitarán la subvención.

La historia de monseñor Pujol y sor Ferrusola coloca a este país en la cima del esperpento y el despendole

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MESEGUER
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