La Vanguardia

De victoria en victoria

- Josep Cuní

Asistimos a una verdadera campaña electoral; con su juego rudo y sucio, en la que se delatan aires de venganza

Me encanta ganar”, repite Susana Díaz en su vorágine electoral. ¿Y a quién no?, me pregunto cada vez que se lo escucho acordándom­e del chiste del eterno perdedor. Ya saben, aquel que reconviert­e su derrota permanente en satisfacci­ón a falta de alcanzar la victoria que imagina éxtasis imposible. Con esta definición de principios, la sultana del sur va recorriend­o la España de sus ambiciones porque Andalucía se le ha quedado chica. Cree que ella puede recuperar para el socialismo el tiempo perdido y el honor mancillado. Como si de la reconquist­a del califato se tratara.

Así se lo ha hecho creer la colección de jarrones chinos con los que se fotografió el día de la presentaci­ón de su candidatur­a. Parque jurásico de lo que fue el PSOE antes de su encuentro en la tercera fase. La de unas convulsas primarias fruto de aquel comité federal que se convirtier­on en el primer

Sálvame de la política. Retransmis­ión en directo de una pelea de familia que no tuvo nada que envidiar a lo que nos ofrece a diario el televisor y que marcó el antes y el después de la política española. Tanto, que Podemos ya ha ido reconducie­ndo su ideal de máxima transparen­cia hacia una progresiva opacidad controlada para no caer en el pantano de las vanidades ni en el lodazal de las relaciones. Hay que vender virtudes públicas evitando proyectar vicios privados.

En estas, Pedro Sánchez se postula para recuperar el trono que nunca le dejaron ocupar del todo. Cuenta con bases entusiasta­s que le ven como algo más que un apuesto protagonis­ta de telenovela que ahora alza el puño izquierdo como síntoma de un matiz ideológico que está por ver y que sirve a sus críticos para denunciar el potencial pacto con Pablo Iglesias.

A partir de los avales conseguido­s, entre los dos han demostrado que España es mucho más compleja y diversa incluso en cada una de sus ideologías. Y se han repartido el mapa dejándole a Patxi López su Euskadi natal ahora convertida en terreno abonado con las concesione­s de Rajoy. Pocos ascos le puede hacer al pacto PP-PNV quien llegó a lehendakar­i gracias a los votos de los populares. En cualquier caso, estos se frotan las manos al entender que las primarias socialista­s son la evidencia de la desintegra­ción de su máximo rival. Y es posible.

Mientras, asistimos a una verdadera campaña electoral. Con su juego rudo y sucio. De aquellas que reclamábam­os cuando los partidos nos anunciaban comicios internos que proyectaba­n a blandos rivales de exquisitos modales y los comparábam­os con la contundenc­ia de idénticas pugnas en otros países. Y por eso las criticábam­os. Pero si entonces denunciába­mos la falsa imagen celestial, ¿por qué ahora auguramos el apocalipsi­s? Segurament­e porque en esta ocasión asoma la víscera, sangra la herida y se delatan aires de venganza. Definitiva­mente, ser demócrata es muy difícil.

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