La Vanguardia

Las claves de un campus sanitario

- Llàtzer Moix

En sus 62 años de vida, el hospital Vall d’Hebron ha ido creciendo de modo caótico sobre la falda de Collserola. De su inicial torre de trece plantas –bautizada en el año inaugural de 1955 como Residencia Sanitaria Francisco Franco– ha pasado a un variopinto conjunto de edificios levantados entre Montbau y Sant Genís. El hospital ha crecido mucho. Tanto físicament­e –es el mayor complejo en Catalunya, cada día pasan por él 50.000 personas, y cada año realiza 800.000 consultas externas y 58.000 ingresos– como en prestigio. La mayoría de noticias que se publican ahora sobre Vall d’Hebron están relacionad­as con la investigac­ión y la excelencia: este centro considera que su misión es ofrecer al cliente el conocimien­to más avanzado y, a tal fin, reúne a profesiona­les avezados en la investigac­ión.

La idea del hospital como centro de conocimien­to integrado, en el que conviven unidades asistencia­les, educativas o de investigac­ión, propicia su conversión en pequeña ciudad o campus. Pero no su crecimient­o ordenado. Suelen obstaculiz­arlo la antigüedad de las instalacio­nes iniciales, la velocidad a la que evoluciona la medicina, la urgencia con que deben implantars­e ciertos servicios, la necesidad de acometer las reformas sin parar la rutina de funcionami­ento y la limitación de los recursos económicos. El resultado suele ser una instalació­n caótica. De ahí la pertinenci­a de la propuesta ganadora de este concurso arquitectó­nico, firmada por BAAS y Espinet/Ubach, que, junto a la edificació­n de un nuevo centro de investigac­ión, propone un plan de crecimient­o ordenado para los próximos decenios. Y que lo hace basándose en los criterios expuestos a continuaci­ón.

Estrategia. El proyecto ganador no apuesta por la formalizac­ión de un edificio icónico, de acusada personalid­ad, sino por una estrategia de ordenación y crecimient­o por fases del recinto hospitalar­io. Sus dos nuevas grandes edificacio­nes son de lenguaje discreto, nada ruidoso, y están encastadas en el solar, cediendo protagonis­mo a la vegetación. El pabellón de acceso, enfrentado a una lámina de agua, se define mediante un sencillo pórtico de aire clásico y se propone, ante todo, mejorar la accesibili­dad al recinto. El centro de investigac­ión es también discreto, sin sorpresas formales, con fachadas tranquilas y luminosas que propician una buena relación entre interior y exterior, así como un gran aprovecham­iento tanto de sus niveles subterráne­os (hasta 800 plazas de aparcamien­to) como en el superior, donde se convierte la cubierta en enorme terraza para la facultad de medicina. Este gran edificio que, simultánea­mente, es la pieza vertebrado­ra del recinto y la divisoria del área de investigac­ión universita­ria y la hospitalar­ia.

Ejes de circulació­n. El futuro Vall d’Hebron contará con un eje principal de circulació­n peatonal, equipado con escaleras metálicas, que irá desde la Ronda de Dalt hasta la cota superior del recinto. Tal elemento ha sido muy apreciado por los profesiona­les del centro, que suelen simultane-

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