La Vanguardia

El médico que lo perdió todo por la eutanasia Ayudó a morir a una paciente terminal, le cayó un año de cárcel y en Reino Unido lo trataron de asesino

ARGENTINO DE 57 AÑOS Y FACULTATIV­O DESDE HACE 32. HA SIDO EL PRIMER Y ÚNICO CONDENADO EN ESPAÑA POR FACILITAR LA MUERTE A UNA ENFERMA

- Barcelona

En ocasiones, una decisión puede cambiar el curso de las cosas. Una décima de segundo puede hacer que todo gire hacia el lado oscuro o inundarlo de luz. Marcos Hourmann tomó una determinac­ión que transformó su vida en un “tsunami que arrasó con todo”, confiesa en una conversaci­ón con La Vanguardia. Una decisión de la que no se arrepiente y que le convirtió en el primer médico condenado en España por realizar una eutanasia.

Originario de Buenos Aires, nació en 1959 y es el menor de tres hermanos. Del mayor, Enrique, nació su pasión por la medicina, que le llevó a graduarse como médico en la Universida­d de Buenos Aires. Viajero itinerante, ha cambiado de casa, trabajo y país en incontable­s ocasiones. Una vida de idas y venidas.

Aterrizó en Barcelona en el 1989 y tras varios trabajos, en el 2004 empezó como cirujano cardíaco en el hospital de Móra d’Ebre. Un día del 2005, una mujer de 82 años ingresó en el centro médico con cáncer de colon terminal, diabetes, hipotensió­n, taquicardi­a, hemorragia digestiva y signos de infarto miocárdico. Se la intentó estabiliza­r pero la enfermedad se volvió irreversib­le. Fue entonces cuando la hija de la paciente le llamó “desesperad­a de ver sufrir a su madre intentando ingerir las últimas gotas de oxígeno” y le pidió que acabara con esa tortura. Así lo hizo. Le suministró una inyección de cloruro potásico que puso fin a su vida. “La lucha no tenía ningún sentido y acabé con su sufrimient­o innecesari­o”.

La honestidad con que el doctor reflejó en el parte médico la decisión (que si no hubiera anotado probableme­nte habría pasado desapercib­ida) le costó su puesto de trabajo. “Pensé que no tenía nada de que esconderme porque no había hecho nada malo”, pero el hospital lo denunció y despidió. La hija de la paciente le dio su apoyo durante el juicio, asegurando que fue ella la que se lo pidió, pero lo condenaron a un año de cárcel. Se vio obligado a marcharse al Reino Unido para empezar una nueva vida con su familia.

Cuando parecía que las aguas volvían a su cauce, en el 2010 el periódico sensaciona­lista The Sun reabrió la herida que parecía estar cerrada. Se hizo con su historia y le sacó en portada. El titular: “El médico asesino”. Provocó su despido inmediato y su vuelta a Barcelona. “Lo perdí todo: casas, coches, ahorros... pero lo más doloroso fue perder la dignidad. Me trataron como un asesino”. Defiende que actuó “humanament­e” y no lo vivió como un delito “porque nunca pensé que había matado a alguien”. “¿Quiénes somos nosotros para decidir si la persona debe mantener el dolor?”. “Hice lo que tenía que hacer”, aunque dadas las consecuenc­ias, “a día de hoy no volvería a hacerlo. Me ha arruinado la vida”.

Ahora, ocho años después, ha decidido plasmar en papel su historia y acaba de publicar Morir viviendo. Vivir muriendo, un libro lleno de “sentimient­os y sensacione­s humanas puras”, que recomienda a “buenas personas” y que –asegura– puede servir como evasión y ayuda en momentos en los que parece no haber un halo de esperanza.

Su refugio se llama Yolanda, la mujer con la que se casó hace 14 años. Es padre de tres hijos –tuvo dos hijas con su matrimonio anterior y un hijo con su esposa actual–, lleva 32 años ejerciendo como médico y en el 2010 decidió cambiar los hospitales por las urgencias a domicilio. “No tendría problemas para encontrar trabajo en un hospital pero ya no quiero más eso”.

Se define como un hombre con “conviccion­es humanas”. La medicina ha sido su bastón en los peores momentos. Su otro pilar ha sido la música. A día de hoy se considera un hombre feliz y si tuviera que elegir entre Londres y Barcelona se queda con “con el sol y el mar” de la capital catalana.“Ya no quiero más lluvias y días grises en mi vida”.

Ha salvado vidas en hospitales, calles, ambulancia­s y helicópter­os, pero “el acto más humano que he hecho en mi vida fue ayudar a morir a esa paciente”. Fue una decisión que hizo que un acto de amor y compasión se convirtier­a en una auténtica pesadilla.

CRISTINA TOMÁS SERRA

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NEUS MASCARÓS El médico Marcos Hourmann, esta semana en Barcelona

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