Poder y manipulación
Que no nos mareen los expertos. Lo sucedido el pasado domingo en Francia fue cosa de dos mujeres: Marine Le Pen y Brigitte Trogneux. Y ganó la última, que es la esposa del nuevo presidente Emmanuel Macron. Así quedó demostrado cuando, con la ayuda musical de Beethoven, Macron cruzó solo la plaza del Louvre para dirigirse al escenario de su noche aparentemente triunfadora. Sin Brigitte a su lado, el nuevo presidente francés parece lo que es: un ejecutivo de mirada fría, andares indecisos, ambición exagerada y profundos miedos disimulados, que son los que hacen peligrosos a esos ejecutivos que sólo son implacables con los más débiles. O sea, que las pasadas elecciones presidenciales francesas las seguí con Marc Argemí, que es tan joven como Macron, pero que entiende mucho más que él de rumores, desinformación, internet y periodismo. Y no teman, no voy a hablarles de los presuntos hackers rusos que, según algunos, ayudaron al presidente Donald Trump e intentaron ayudar a Marine Le Pen. Voy que, muchos años después, se practicó en Argentina. Échale valor, Pisarello. Te lo dice el hijo de un anarquista que no fue asesino.
Desde lo de Ada Colau, el Brexit, Donald Trump y Emmanuel Macron voy comprobando que Marc Argemí siempre acierta en sus vaticinios profesionales. Quizá por eso me tiene muy dicho que las encuestas y los sondeos, contrariamente a lo que parecen opinar los lectores, muchos periodistas y excelsos colaboradores, no anticipan lo que ocurrirá en las urnas. Argemí afirma que esas encuestas y sondeos ni siquiera nos cuentan lo que está ocurriendo sino lo que ocurría en el momento en que se formularon las preguntas a los entrevistados. Sí pueden indicar una tendencia. Pero la tendencia que se deduce de las conversaciones en Twitter responde mejor al resultado final que las encuestas según el método tradicional.
Antes, la desinformación, practicada sobre todo en tiempos de guerra, sólo estaba al alcance de los gobiernos y de los medios de comunicación públicos.