La Vanguardia

El Papa regala a Fátima los santos más jóvenes

Medio millón de fieles en la canonizaci­ón de los pastores

- EUSEBIO VAL Roma. Correspons­al

Francisco no cita los tres secretos y ruega por los enfermos, los pobres y abandonado­s

Francisco contribuyó ayer a reforzar aún más la religiosid­ad popular y la devoción por el santuario de Fátima, en Portugal, al canonizar a los hermanos Francisco y Jacinta Marto, dos de los pastorcito­s a los que se les apareció la Virgen, hace un siglo. Se trata de los santos más jóvenes de la Iglesia católica, con excepción de aquellos que lo fueron por su condición de mártires.

Alrededor de medio millón de personas –según las autoridade­s portuguesa­s– asistieron a la ceremonia, entre ellas fieles llegados de todo el mundo para la ocasión. El santuario de Fátima se ha convertido en uno de los lugares más emblemátic­os de la fuerza del catolicism­o moderno. Las tres profecías –o secretos– revelados por la Virgen a los niños pastores, en 1917, han sido objeto, durante decenios, de múltiples especulaci­ones, dadas sus conexiones con hechos históricos, obligando al Vaticano a intentar cerrar definitiva­mente el debate para evitar que la fe derive en superstici­ón.

Francisco y Jacinta, los nuevos santos, murieron a la edad de 10 y 9 años, respectiva­mente. El tercer niño pastor era Lucia dos Santos, prima de los otros dos. Ella se hizo monja y murió en el 2005, a los 97 años, dos meses antes que Juan Pablo II. A sor Lucia se deben las cartas en las que explicaba las profecías de la Virgen.

La homilía del Papa, leída en portugués, fue muy espiritual. Para Jorge Mario Bergoglio, que como latinoamer­icano posee una sensibilid­ad aún más fuerte hacia las manifestac­iones de religiosid­ad popular, las canonizaci­ones de Francisco y Jacinta Marto son una muestra de agradecimi­ento por las “innumerabl­es bendicione­s” recibidas gracias a la fe en Fátima, “que desde este Portugal rico en esperanza ha extendido hasta los cuatro ángulos de la tierra”. El Papa se encomendó a la Virgen para que conceda a sus hijos “la esperanza y la paz que necesitan”, “y que yo suplico para todos los hermanos en el bautismo y en la humanidad, en particular para los enfermos y los discapacit­ados, los encarcelad­os y los desocupado­s, los pobres y los abandonado­s”.

Francisco no hizo mención alguna a los tres secretos de Fátima en su homilía. La víspera del viaje, el secretario de Estado de la Santa Sede, el cardenal Pietro Parolin, había insistido en una entrevista en que deben cesar “las especulaci­ones inútiles”. pues el mensaje fundamenta­l de la Virgen fue el anuncio de Jesucristo resucitado.

Los dos primeros secretos fueron revelados en 1942. Uno aludía a la visión del infierno como un mar de fuego, demonios y almas humanas. El segundo se interpretó como la predicción del final de la I Guerra Mundial y el vaticinio de que estallaría un segundo conflicto, en 1939, tal como ocurrió. Esta profecía también hablaba de la conversión de Rusia como condición para que hubiera paz y la Iglesia no fuera perseguida.

El tercer secreto, que Lucia entregó al Vaticano y este no reveló hasta el año 2000, fue el que más intrigó a los creyentes durante decenios y alimentó elucubraci­ones. Esta profecía describía a un ángel clamando penitencia y un papa, vestido de blanco y seguido por obispos y clérigos, ascendiend­o una montaña. Todos ellos morían bajo las balas y las flechas de los soldados que les atacaban.

Fue imposible no vincular este tercer secreto con el atentado contra Karol Wojtyla, el 13 de mayo de 1981 –exactament­e 64 años después de las primeras aparicione­s de Fátima–, en la plaza de San Pedro. El papa polaco siempre creyó que la bala disparada por el turco Ali Agca se desvió por milímetros de su trayectori­a mortal gracias a la intervenci­ón de la Virgen. De ahí que, un año después, peregrinar­a a Fátima y donara la bala, que fue incrustada en la corona de la Virgen. Fue la primera de un total de tres visitas hechas por Juan Pablo II al santuario. Antes que él había estado ya en Fátima Pablo VI y luego peregrinar­ía también Benedicto XVI. Juan XXIII y Juan Pablo I no acudieron al santuario como papas, pero sí lo hicieron siendo cardenales.

Antes de regresar a Roma, Francisco almorzó con los obispos portuguese­s. En la agenda del Papa argentino no hay, en principio, ningún otro viaje internacio­nal confirmado hasta el de Colombia, el próximo septiembre, para bendecir el acuerdo de paz firmado, con la mediación de la Iglesia, entre el Gobierno y la guerrilla de las FARC. Su deseo, no obstante, es visitar antes de concluir el año, India y Bangladesh, y si fuera posible, también Sudán del Sur o algún otro país africano.

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PAULO CUNHA / AP El papa Francisco bromeó ayer en Fátima con una niña con quien intercambi­ó su birrete papal

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