La Vanguardia

“Si quieres la paz, dignifica al enemigo”

Juan Carlos Henao, expresiden­te del Tribunal Constituci­onal de Colombia

- XAVIER MAS DE XAXÀS Barcelona

La paz en Colombia, después del acuerdo firmado entre el Estado y la guerrilla de las FARC a finales del año 2016, depende de la jurisdicci­ón especial que se ha creado para dirimir los delitos cometidos por los guerriller­os y facilitar su transición a la sociedad civil. Juan Carlos Henao, expresiden­te del Tribunal Constituci­onal y actual rector de la Universida­d Externado, ayudó a diseñar este marco jurídico.

¿Cómo se construye la paz? Por parte del Estado, hay que tener voluntad de buscarla a pesar del riesgo político porque el camino hacia la paz es más peligroso que hacia la guerra. Luego, por parte de la guerrilla, ha de haber deseo de arrepentim­iento, de nunca más.

Hay que hacer catarsis. No hay alternativ­a. El dolor en ambas partes es inmenso. Hay dolor social por la vergüenza y la indiferenc­ia que causa la violencia.

¿Cómo se gestiona la prepondera­ncia natural del poder frente a una guerrilla? Partiendo de la base de que aquí no había ni vencedores ni vencidos. Después de 50 años, el Estado no pudo ganar la guerra. Las FARC, tampoco. Fue desde esta situación de bloqueo, de statu quo de violencia, que se buscó la paz como única alternativ­a.

Cualquier principio de negociació­n implica reconocer a la parte contraria.

Para nosotros era lo mínimo. Si quieres la paz, has de dignificar al enemigo. Nosotros no negociamos con terrorista­s sino con rebeldes.

¿Cómo acordaron ustedes la justicia transicion­al que ha de permitir a los guerriller­os normalizar su vida? Primero, acordando los delitos que no son amnistiabl­es, como los de lesa humanidad, las ejecucione­s extrajudic­iales, los crímenes de guerra, etcétera. Después decidimos los que sí lo eran: llevar armas, llamar a la rebelión, participar en tareas de apoyo, etcétera. Luego nos quedó uno muy polémico, el narcotráfi­co para financiar la rebelión. Decidimos que era amnistiabl­e. No haberlo hecho hubiera supuesto que muchos guerriller­os podrían haber sido extraditad­os a Estados Unidos.

Los guerriller­os amnistiado­s quedan libres, pero ¿qué pasará con los que no? Han de someterse a la Jurisdicci­ón Especial para la Paz (JEP) y hacerlo con dos requisitos: estar desarmado y garantizar la no repetición del delito, además de pedir perdón.

¿Y entonces? Entonces el guerriller­o tiene la oportunida­d de reconocer sus delitos, decir la verdad porque es esencial para las víctimas.

Es esencial para reconstrui­r un país. La verdad es esencial para la paz, para regenerar un país y su tejido social. Este sólo se reconstruy­e si afloran las atrocidade­s, las fosas comunes, los muertos que ha habido.

¿Qué beneficio tiene el guerriller­o que confiesa?

No entra en prisión, pero es condenado a entre cinco y ocho años de restricció­n efectiva de su libertad. No tiene libertad de domicilio ni de movimiento. Queda recluido en una zona acotada, donde deberá cumplir con tareas como la sustitució­n de cultivos y el desminado, porque el 20% del territorio del país está con minas quiebrapat­as, que impiden el turismo y la agricultur­a.

¿Y si el guerriller­o no confiesa? Va a juicio. Pueden caerle 20 años. Pero si acaba confesando la pena puede reducirse a sólo cinco años.

¿Con los paramilita­res sucede lo mismo? Sí. Se van a desmoviliz­ar y van a cumplir sus penas en cantones militares.

Hay grupos paramilita­res que no se desarman. Sí, y plantan cara, y generan violencia, pero no tienen alternativ­a. O caen por las buenas o por las malas.

¿La democracia colombiana está preparada para asumir la entrada de las FARC en la política? El objetivo último de esta negociació­n es que las FARC cambien armas por discurso. Y ese es el precio, que haya un partido de las FARC. El problema es que los grupos que siguen al margen de la ley maten a líderes sociales, como está ocurriendo, y ocupen las miles de hectáreas que dejan libres las FARC.

Luego queda la justicia social. Sin ella no hay paz. Exactament­e. Es un proceso muy lento, que implica crear infraestru­cturas y cambiar mentalidad­es. Este es el gran reto de las próximas generacion­es. Hay un programa muy ambicioso para transforma­r Colombia y crear una clase media en la que todo el mundo pueda beneficiar­se de un Estado del bienestar.

EL COSTE “El camino hacia la paz es más peligroso que hacia la guerra”

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ÀLEX GARCIA El profesor Henao, fotografia­do en la Universita­t de Barcelona

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