La Vanguardia

Un amago de conciliaci­ón fracasa y devuelve la tensión a Libia

La iniciativa de Egipto restaba poder al Gobierno libio reconocido por la ONU

- FÉLIX FLORES Barcelona

La crisis política en Libia, que mantiene el país en un estado de caos organizado, parece volver a la casilla de salida tras un amago de conciliaci­ón la semana pasada que no hizo sino tensar de nuevo la situación en Trípoli. El mariscal Hafter, el hombre fuerte de Bengasi, fue recibido ayer en El Cairo por su valedor el mariscal-presidente Abdel Fatah al Sisi, quien volvió a reclamar el levantamie­nto del embargo internacio­nal de armas que pesa sobre Libia. Jalifa Hafter y su rival el primer ministro de Trípoli, Fayez al Sarraj, se reunieron el 2 de mayo en Abu Dabi. El encuentro despertó expectativ­as y tenía que repetirse el pasado jueves en El Cairo bajo el padrinazgo de Al Sisi. Pero no fue así.

Egipto y los Emiratos respaldan a Hafter, cuya ambición de poder está fuera de duda, y las propuestas formuladas en Abu Dabi eran demasiado parciales: poner al autotitula­do mariscal al frente de unas fuerzas armadas unificadas y reducir el disfuncion­al Consejo Presidenci­al de Trípoli de nueve miembros a tres, con Al Sarraj, el propio Hafter y el presidente del Parlamento de Tobruk asociado al mariscal. Al Sarraj reaccionó con cautela, pero su base de apoyo tembló.

El Gobierno de Acuerdo Nacional (GAN) que preside Al Sarraj está reconocido por la ONU, pero no controla siquiera la capital, ya que depende de sus milicias y de las de los islamistas de Misrata. En Trípoli tiene que el poder con el Gobierno de Salvación Nacional de Jalifa Ghueil y sus hombres. Cierto grado de rebelión se ha instalado entre los socios del GAN, en particular los de Misrata. No quieren ni imaginarse que Hafter, que tacha a cualquiera de islamista radical y de terrorista, aparezca por allí.

Fueron principalm­ente los hombres de Misrata los que expulsaron al Estado Islámico de su feudo de Sirte, pero mientras tanto el de Hafter se afianzó en el este del país y en su región petrolera. Y si los islamistas del oeste tienen el respaldo de Qatar y Turquía, Jalifa Hafter ha cultivado el apoyo de Egipto, los Emiratos (que le enviaron una decena de aviones contrainsu­rgencia a una base supuestame­nte secreta no muy lejos de Bengasi) y Rusia. En enero, el portavione­s Almirante

Kuznetsov le devolvió sus visitas a Moscú recalando, de regreso de Siria, en el puerto de Tobruk. El encuentro con los oficiales rusos fue ampliament­e escenifica­do.

En este contexto, el mediador de la ONU, el alemán Martin Kobler, tendría que haber acabado su misión pero no hay relevo. La propuesta

El mariscal rebelde Jalifa Hafter tiene el apoyo del presidente egipcio y ha cultivado el respaldo de Rusia

del secretario general Antonio Guterres, el ex primer ministro palestino Salam Fayyad, fue vetada por EE.UU. De otro lado, Donald Trump no ha nombrado un representa­nte de Washington para Libia. Italia está enfrascada en todo tipo de negociacio­nes en Libia, y el mes pasado el primer ministro Paolo Gentiloni pidió a Trump que se implicara. La respuesta fue: “No veo que tengamos un papel en Libia, ya tenemos bastantes”.

De todos modos, según el analista libio Mustafa Fetouri es posible que tanto Hafter como Al Sarraj visiten Washington. Con esta visita o sin ella, lo que ven otros observador­es es que el papel de Rusia irá a más.

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ESAM AL-FETORI / REUTERS Un soldado de las fuerzas leales a Jalifa Hafter, en la terminal petrolífer­a de Zuetina

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