La Vanguardia

Las otras comisiones

- Isabel Garcia Pagan

En el Parlament, hay comisiones de investigac­ión por obligación, comisiones instrument­ales y comisiones como elemento disuasorio del debate cuando no se encuentra solución. Las primeras son maleables en función de la mayoría que se imponga. Si la supuesta investigac­ión parlamenta­ria sobre el caso Pujol no se puede evitar, se opta por el eufemismo y se crea una comisión sobre la corrupción y el fraude; si no se quieren correr riesgos con el lenguaraz exjuez Santiago Vidal, la comisión se finiquita antes de que empiece a trabajar; y si honestamen­te se asume que la comisión no es más que un altavoz político, se envía una invitación sin esperanza de respuesta a Mariano Rajoy por la operación Catalunya.

Las comisiones de investigac­ión son un blandiblub con el que todos los grupos parlamenta­rios juegan en busca de un beneficio propio sin que el objetivo de la convocator­ia importe. Después del “ustedes tienen un problema y se llama 3%” de Pasqual Maragall en el 2005, la comisión de investigac­ión de turno no halló indicios de pago de esas otras comisiones, por mucho que algunos se cuelguen ahora medallas.

Luego están las comisiones legislativ­as. Tradiciona­lmente era el lugar donde encallaban los proyectos –ahí está las once legislatur­as negociando una ley electoral catalana–, pero en este mandato se han convertido en arma arrojadiza en la relación ambivalent­e entre el PDECat y la CUP o al servicio del proceso independen­tista. De la mano de los anticapita­listas se pueden aprobar miles de enmiendas de la oposición a los presupuest­os para castigar al Govern o ventilarse de un plumazo el solemne procedimie­nto para la reforma del reglamento que permita una desconexió­n exprés.

Pero hay más. Si se toma como referencia la resolución aprobada en el último debate de política general, el Parlament debía crear en el 2016 una comisión de seguimient­o para el impulso, el control y la ejecución del referéndum; y otra de expertos internacio­nales. Ni rastro. O sí. El que sigue y no consigue la CUP volviendo a convertirl­o en exigencia para sus socios independen­tistas.

Carles Puigdemont encontró en la fórmula del Pacte Nacional per al Referèndum no sólo la manera de retener temporalme­nte a los comunes, sino también el escudo necesario que permite al Govern avanzar en los preparativ­os de la consulta mientras se mantiene abierta la puerta falsa a un pacto sin las fanfarrias que exigen los cuperos. De hecho, el president ha mantenido a pan y agua informativ­os a consellers y dirigentes del bloque independen­tista, y el secretismo alimenta fábulas (o no), como que la última versión de la ley de transitori­edad incluye marcas para identifica­r una filtración. Lo que ha montado Puigdemont son comisiones concéntric­as. El president y Junqueras son el punto de encuentro de los trabajos de técnicos como Carles Viver-Pi Sunyer, Josep Maria Reniu y Victor Cullell, entidades soberanist­as y políticos en papel de asesores. Y concéntric­as no quiere decir iguales. Hay codazos reivindica­ndo galones. “Ni de lejos estamos al mismo nivel”. Porque entre los ex hay cosas que no se olvidan.

Puigdemont y Junqueras lideran un equipo de trabajo de la consulta; hay codazos entre sus miembros exhibiendo galones

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