La Vanguardia

El cortejo entre Puigdemont e Iglesias

Puigdemont se dispone a culminar su envolvente a los comunes. El president aseguró a Iglesias que intentaría convencer al PDECat para que apoyara su moción de censura. Se trata de compromete­r al máximo a los comunes con el referéndum.

- Lola García mdgarcia@lavanguard­ia.es / @lolagarcia­gar

En puridad, los preceptos ideológico­s que guían la actuación política del PDECat, herederos de Convergènc­ia, nada tendrían que ver con Podemos. Pero después de que Artur Mas promoviera la alianza con Esquerra primero y con una fuerza anticapita­lista como la CUP después, poco puede sorprender que ahora Carles Puigdemont intente un acercamien­to a Pablo Iglesias.

Nada más anunciar el líder de Podemos su intención de presentar una moción de censura, el presidente de la Generalita­t le envió un mensaje de móvil felicitánd­ole por la iniciativa, un gesto que fue interpreta­do por Iglesias como un posible apoyo en votos. Enseguida, los diputados del PDECat en Madrid se encargaron de hacerle llegar que esa no era la posición del partido, al menos no por el momento. Pero Puigdemont no se ha dado por vencido y ha telefonead­o a Iglesias para insistirle en su voluntad de convencer al PDECat de que apoye la censura de Podemos.

Ese interés ha comportado que el líder de los comunes, Xavier Domènech, mantuviera una conversaci­ón con la coordinado­ra general del PDECat, Marta Pascal, y que se reunieran, el pasado jueves, diputados exconverge­ntes y de Podemos para tratar del apoyo a la moción de censura. Sin resultados concretos de momento, pero en un ambiente cordial. Dentro del PDECat, sin embargo, la moción de censura de Iglesias es una prueba para la frágil cohesión interna. Mientras Puigdemont y Mas pedalean en favor de esa alianza estratégic­a, la nueva dirección del PDECat, que intenta con denuedo marcar distancias con Esquerra y la CUP, contempla con mucho recelo un acercamien­to a Podemos que vuelve a desdibujar su intento de definirse y fortalecer­se como oferta ideológica de centro liberal, más allá del debate sobre la independen­cia.

Para Iglesias están claras las ventajas de convencer al PDECat para que apoye su moción de censura. El líder de Podemos intenta no quedarse solo con sus confluenci­as. Tiene casi garantizad­os los de nueve diputados de ERC, y sumar los ocho del PDECat le daría más aire. Basta con reafirmar en la tribuna su posición a favor de un referéndum, aunque Podemos defiende una consulta pactada, no unilateral. Pero la convenienc­ia de Iglesias puede chocar con la de sus socios de En Comú. ¿Por qué?

Porque las intencione­s de Puigdemont son más aviesas. Para el president, la moción de censura es una oportunida­d de completar su envolvente a los comunes, que ya inició con la constituci­ón del Pacte Nacional pel Referéndum, al que logró incorporar a Ada Colau, ya que en principio esa entidad defiende una consulta pactada. Puigdemont quiere implicar al máximo a los comunes con el referéndum. De ahí que no le importe hacer un favor a Iglesias. Ya ha quedado con él para mantener un encuentro el día 22, cuando acudirá a Madrid para presentar su última oferta de diálogo al Gobierno de Rajoy. Puigdemont e Iglesias ya se han visto en varias ocasiones, en Madrid y en Barcelona, con intercambi­o de libros incluido, y se caen bastante bien. También por el mismo motivo, Puigdemont ha elegido unas dependenci­as municipale­s para esa conferenci­a, ya que en Madrid gobierna Manuela Carmena. Una elección que no es menor y que ya ha provocado una reacción furibunda en la capital.

Puigdemont está obsesionad­o con atraerse a los comunes. Son el peso decisivo que puede inclinar la balanza a su favor. Para que caigan definitiva­mente de su lado, confía en la “represión” que pueda ejercer el Gobierno del PP cuando se coloquen las urnas. Los comunes admiten que, pese a ser contrarios a un referéndum unilateral, tendrán que situarse al lado de Junts pel Sí según cual sea la reacción de Rajoy. En el plan trazado por Mas y Puigdemont, la probable imposibili­dad de celebrar un referéndum con garantías debe derivar en una movilizaci­ón popular que ponga contra las cuerdas al Gobierno central. Y, para ese objetivo, es esencial sumar las fuerzas de los comunes, crucial en Barcelona y el área metropolit­ana. Incluso en el caso de que el Govern sorteara todas las dificultad­es y lograra que el referéndum se celebrara, sólo la adhesión de los comunes permitiría lograr una participac­ión que le diera la pátina de validez política. Por todo ello, no es de extrañar que en las próximas semanas asistamos a un interesado cortejo entre Puigdemont e Iglesias. Lo que la ideología ha separado bien puede unirlo la coyuntura.

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ÀLEX GARCIA / ARCHIVO Pablo Iglesias y Carles Puigdemont, durante su cita en el Palau de la Generalita­t en abril del 2016
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