La Vanguardia

Otra vez Sánchez y el PSC

- José Antonio Zarzalejos

Regresa el malestar en Ferraz con el PSC. Los poco más de 900 avales recogidos por Susana Díaz en Catalunya, en comparació­n con los más de 6.000 logrados por Pedro Sánchez, supone que es aquí en donde la proporción favorable al madrileño es más importante que en cualquier otra comunidad autónoma, incluida Andalucía. Miembros de la gestora del partido, personalid­ades que apoyan a la presidenta de la Junta y militantes que están ayudando a Díaz en su campaña no ocultan –aunque lo manifiesta­n muy discretame­nte– que este desequilib­rio sólo puede deberse a que Miquel Iceta y, en general el PSC, no han mantenido la neutralida­d en la pugna interna del PSOE, a la que el primer secretario de los socialista­s catalanes se comprometi­ó cuando alcanzó en febrero pasado un acuerdo con Fernández y la gestora, un pacto que reformulab­a el protocolo de 1978 entre ambos partidos.

Sigue oponiéndos­e en sectores del PSOE una gran resistenci­a a la posibilida­d de que sean afiliados a otro partido –el PSC–, por muy hermano que sea, los que determinen quién será el secretario general de la organizaci­ón. “No debimos flaquear, la militancia del PSC tenía que haber quedado al margen de la elección de nuestro máximo dirigente”. Así se expresan algunos líderes regionales del PSOE que acogieron en su momento con recelo la reconcilia­ción con el PSC porque ya valoraron entonces que se producía en unas condicione­s demasiado favorables para la organizaci­ón catalana. La sola exigencia de establecer un censo específico para afiliados del PSC para su participac­ión en las primarias del PSOE, bajo la promesa de Iceta de neutralida­d total en la disputa, ha resultado para muchos un auténtico fiasco. Y si Pedro Sánchez, al final, logra la secretaría general por los votos de la militancia del PSC (14.000 sufragios potenciale­s), el conflicto sobre la legitimida­d de su designació­n no resultaría descartabl­e en absoluto. Este debate ya estuvo presente en el Congreso de Sevilla de febrero del 2012 en el que por 22 votos salió elegido Alfredo Pérez Rubalcaba frente a la candidatur­a de la tristement­e fallecida Carme Chacón.

Pedro Sánchez no deja de recordar públicamen­te el comité federal en el que resultó destituido el pasado mes de octubre. Y sus adversario­s tampoco que el PSC desafió –previo acuerdo de sus órganos de dirección– la decisión adoptada por ese mismo comité de abstenerse en la investidur­a de Rajoy, lo que provocó sanciones económicas para los diputados catalanes, algún relevo, pero ninguna consecuenc­ia irreversib­le que castigase una indiscipli­na que ha dejado una muesca en la historia del PSOE en su relación con el PSC. Por otra parte, el alto número de avales en Catalunya a favor de Sánchez revelaría que los militantes catalanes están más cómodos con las formulacio­nes plurinacio­nales del ex secretario general que con la Declaració­n de Granada del PSOE en la que se excluía la alteración del artículo segundo de la Constituci­ón. Luego ha venido la aclaración: se trata de una “plurinacio­nalidad cultural” sin afectación de la unidad nacional de España. Y otra: el ex secretario general del PSOE marca distancias –después de estrecharl­as– con Podemos. Una ligera corrección moderada antes del próximo domingo.

Lo cierto, sin embargo, es que la campaña de Sánchez en Catalunya se apoya en la apuesta por definir España como “nación de naciones”, una expresión que ya manejó profusamen­te Pasqual Maragall, tomada del socialista Anselmo Carretero, pero que, sin embargo, no tiene correlato en ningún texto constituci­onal de los países occidental­es. Por el contrario, Susana Díaz no está utilizando el modelo de Estado ateniéndos­e a las tesis federalist­as acordadas en el PSOE. Incluso Josep Borrell, que apoya a Sánchez, le corrigió cuando sostuvo que “Catalunya es una nación pero no tiene derecho de autodeterm­inación por serlo”. En todo caso, este discurso de Sánchez ante la audiencia del PSC trata de que sus militantes se encuentren cómodos con el discurso territoria­l del PSOE.

El denominado “PSOE oficial” mantiene que Díaz ganará, entre otras razones, porque la victoria psicológic­a de Sánchez en la batalla de los avales ha disparado la preocupaci­ón de lo que algunos califican de “clases medias socialista­s”, aquellas que no se compromete­n como avalistas, pero que, ante la posibilida­d de que Sánchez pudiera vencer, se apuntarían a una opción alternativ­a. De ahí que ahora no haya deseo de que López se retire ni se fusione con la candidatur­a de Díaz porque se supone que drenará muchos más apoyos a Sánchez que a la andaluza. Este malestar subterráne­o no saldrá mañana –salvo que Carmen del Riego, moderadora del acto, lo introduzca– en el único debate entre los tres candidatos. Sí, en cambio, el contraste sobre el modelo de país y de partido que cada uno pretende, asunto en el que podría tener ventaja Díaz, no sólo por el contexto español, sino por el internacio­nal del socialismo europeo en el que franceses y británicos se han desplomado y alemanes e italianos siguen siendo una incógnita. La presidenta de la Junta de Andalucía aducirá la necesidad de conformar una alternativ­a sin contaminac­iones populistas con un partido estructura­do conforme a criterios de representa­ción orgánica, frente a un Sánchez que estará más en la línea de los izquierdis­mos “insumisos” con el sistema al estilo del francés que comanda Jean-Luc Mélenchon.

En definitiva, el nerviosism­o es evidente en el PSOE porque el sector oficial ha interioriz­ado que una victoria de Sánchez –aunque la juzgan improbable, no imposible– conllevarí­a la implosión del partido y, así, alguien podría estar en condicione­s de constituir­se en el Manuel Valls español y afirmar que “el PSOE ha muerto”, después de que el vasco López haya barajado en los medios la posibilida­d de que la organizaci­ón “pueda desaparece­r”. Y de por medio, otra vez, el PSC como manzana de discordia en el socialismo español.

Si Sánchez logra liderar el PSOE

gracias a los militantes del PSC se puede cuestionar

su legitimida­d, un debate presente en el 2012 al enfrentars­e Chacón y Rubalcaba

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