Los escritores ya no llevan salacot
Autores y editores debaten en Oporto sobre la literatura de viajes en la era de Google Maps
¿Qué sentido tiene hoy la literatura de viajes? ¿Se puede escribir igual que los míticos exploradores que nos descubrieron las fuentes del Nilo? ¿Cuáles son las tendencias actuales? Mientras aparentemente todo Portugal sigue en éxtasis por la visita del papa Francisco a Fátima, un grupo de irreductibles seguidores del género está celebrando en el norte del país, concretamente en Matosinhos, ciudad casi unida a Oporto, la 11.ª edición del congreso Literatura em Viagem, por el que desfilan año tras año destacados escritores viajeros. La subjetividad del cronista, así como la imbricación de los viajes en las obras de ficción, son algunos de los temas, sobre los que hemos preguntado también a autores españoles. Pere Ortín, director de Altaïr Magazine, apuesta por la digresión, entendida por “construir buenas historias en primera persona, pero no sobre el yo, sino desde el yo. No se trata de hacer selfies literarios, sino de tener interés real por el lugar. Buscar también una visión poscolonial y pensar críticamente en por qué yo, como blanco-occidental, tengo derecho a interpretar a los otros a partir del viaje”. Más que un descubridor, “todo cronista es un inventor de realidades que, en muchas ocasiones, desconoce. Especula, lee, imagina, relee y vuelve a especular, imagina otra vez, pero casi nunca sabe”. Ve necesario “reconstruir nuestro trabajo al margen de la poderosa industria del turismo” y aboga por “una forma de ensayo poético-periodístico complejo”.
El historiador João Céu e Silva es autor de uno de los libros de referencia sobre Fátima, lugar que atrae a 30.000 peregrinos anuales. Su aproximación al santuario es a la vez literaria, histórica, económica y teológica. “Todos los papas acuden a Fátima. La profecía dice que uno de ellos morirá a balazos, y vienen a pedir su protección. Esto no era nada, un pedregal con cuatro pastores, un no-lugar... He estado inmerso aquí un año y medio, averiguando por qué, de entre todos los fenómenos de apariciones marianas, este fue el más exitoso. Fátima es un estado autónomo no sólo dentro de Portugal sino en la Iglesia. Sus ingresos millonarios son un misterio, y el Estado renuncia a que tributen, como el cepillo de las iglesias”.
El número de lectores ha bajado, lo que no ha consolidado un nicho sólido en lengua española a semejanza del anglosajón, aunque existen algunos autores con un público numeroso y fiel, de Javier Reverte a Xavier Aldekoa –cuatro ediciones en un mes de su Hijos del Nilo– pasando por Xavier Moret. Por lo general, los libros son cada vez más cortos, en torno a las 200 páginas, en vez de las 400 de hace 20 años.
Desde que Javier Reverte publicara La aventura de Ulises a finales de los sesenta –donde reseguía los lugares del héroe de La Odisea –ha llovido mucho. Tiene terminada una nueva obra sobre el Ártico y la Antártida y dice: “Suelo seguir rutas literarias, como cuando navegué el río Congo emulando a Conrad”. Para él, “el género admite mezclar palos, de la lírica al ensayo”. Con el tiempo, “mis viajes son más civilizados –admite–, antes me iba a remar el Yukón en Canadá con una mochila al hombro. Ahora, los hago sobre Nueva York, Irlanda... tengo 73 años, tomo varias medicinas y el médico no me deja irme 20 días a seguir un río sin saber dónde voy a dormir”. Cree que “los autores anglosajones son más precisos, más centrados en el detalle, empíricos. Los españoles y franceses divagamos más, somos más metafísicos”.
De hecho, una de las tendencias en boga es la ensayística, en la que cabría situar otro de los fenómenos recientes, La España vacía (Turner) de Sergio del Molino, que recorre los pueblos abandonados por la juventud. Y en Literatura em Viagem se ha invitado a la canadiense Rachel Cusk, quien en A contraluz (Asteroide) novela su estancia en Atenas impartiendo un taller literario en medio de la salvaje crisis económica. “Como mi personaje, les pedí a los alumnos que escribieran sobre su familia, amigos, conocidos, y sus ejercicios fueron un retrato de los golpes que ha recibido la gente. La ficción me permite ofrecer una historia con más niveles, como reflexiones sobre la creación o una ruptura sentimental, pero contiene la misma dosis de realidad que un documental”. El británico David Mitchell también integra sus experiencias viajeras en sus cosmopolitas y complejas tramas de ficción.
También fue a Atenas no hace mucho Xavier Moret, que ha publicado Grecia. Viaje de invierno (Península) y acaba de regresar de Uganda, donde “he estado con los gorilas de montaña del Bosque Impenetrable de Bwindi”. Debutó en 1998 con América, América. Viaje por California y el Far West, y cree que “el relato, ahora, tiene que ser por fuerza más subjetivo y dar muchas cosas por sentadas”. Apunta
PERE ORTÍN “No se trata de hacer ‘selfies’ literarios, sino de interpretar a los otros”
EN LA FICCIÓN Rachel Cusk viajó a Atenas durante la crisis y convirtió sus notas en novela
que “El camino más corto, de Manu Leguineche, abrió un camino en 1979 y el éxito de El sueño de África, de Javier Reverte, en 1996, hizo que las editoriales se interesaran. Al cabo de unos años, sin embargo, se olvidaron del tema, aunque aún quedan algunas colecciones”.
En Matosinhos, los expertos le siguen dando la vuelta al género de todas las formas posibles. Como el físico Carlos Fiolhais, de la Universidad de Coimbra, que disertó sobre cómo los viajes de Albert Einstein –incluyendo el que realizó a Barcelona– influyeron en sus teorías, y relacionó el tratamiento del tiempo en Proust con la física cuántica. Como dijo el padre de la relatividad, “la imaginación es más importante que el conocimiento. El conocimiento es siempre limitado”.