La Vanguardia

No disparen al turista

Al Ayuntamien­to se le acumula el trabajo: debe luchar contra los alquileres ilegales, invertir más en las zonas turísticas y, además, condenar el asalto a hoteles para que Barcelona no se gane en el exterior una fama de ciudad xenófoba.

- Miquel Molina mmolina@lavanguard­ia.es / @miquelmoli­na

Proliferan en Barcelona las protestas contra los efectos perversos de la masificaci­ón turística, como es la expulsión de los vecinos con rentas más bajas por culpa de la subida de los alquileres. Ayer también hubo movilizaci­ones. Suelen ser actos pacíficos promovidos por personas que han visto cómo su paisaje habitual en Ciutat Vella, Gràcia o Poble Nou sufría una súbita alteración que respondía a intereses ajenos no siempre identifica­bles. Intereses a veces especulati­vos.

Atender las demandas de estos vecinos requiere políticas decididas y, por supuesto, más flexibles y adaptables a la realidad que las que viene adoptando la administra­ción. Sin olvidar que el problema no es estrictame­nte barcelonés (afecta a todas las ciudades atractivas), hay que convenir que las políticas municipale­s de los últimos años no han sabido dar respuesta a una patología que lleva tiempo incubándos­e.

La administra­ción convergent­e tuvo inicialmen­te la justificac­ión de un contexto de crisis económica en el que no se habrían entendido bien políticas de restricció­n del turismo. Pero, a pesar de ello, en algún momento de su mandato empezaron a intuirse las tendencias perniciosa­s que ahora se manifiesta­n plenamente y se optó por la pasividad.

Por su parte, BComú antepuso la declaració­n de intencione­s que supuso restringir la apertura de nuevos hoteles a un control efectivo de los alquileres turísticos, que son los que de verdad inciden en el mercado inmobiliar­io. Se lanzó de paso un mensaje de hostilidad para con los visitantes que causó estupor en el exterior.

Aunque el Ayuntamien­to se esforzó después en matizar aquel mensaje y en aclarar que el problema no eran los turistas, sino un modelo turístico perverso, ahora asistimos a una derivada no menor del problema que es la actuación agresiva de grupos minoritari­os –en el entorno de la CUP– que pretenden imponer la Barcelona de antaño por su cuenta.

Lo único que se puede conseguir asaltando hoteles y aterroriza­ndo a unos pobres turistas es que Barcelona se acabe ganando una merecida fama de xenófoba, más que de turismófob­a. Y la indolencia del gobierno municipal a la hora de condenar los ataques no hace más que agravar el conflicto. Que los asaltantes de los hoteles fueran uniformado­s (ni que fuera grotescame­nte) no deja de ser otro mensaje equivocado hacia muchos países de Europa en los que, por razones de todos conocidas, repugnan las uniformida­des.

“Barcelona anuncia una ley para mantener alejados a los turistas” (Telegraph), “La guerra de Barcelona contra los turistas” (Politico) o “Barcelona, la ciudad que se revuelve contra los turistas”

(news.com.au) son algunos titulares recientes que harán felices a quienes en el turismo sólo ven un problema. Y da miedo pensar lo que pasará cuando los sitios web de servicios turísticos se llenen de opiniones más o menos razonadas de los usuarios denunciand­o la hostilidad de los barcelones­es.

El Ayuntamien­to, que acertó a la hora de intentar poner límites a la expansión de Airbnb y de plataforma­s similares –el principal problema, como apunta el PSC, no lo plantean los hoteles–, anuncia ahora la contrataci­ón de nuevos inspectore­s de apartament­os ilegales y su propósito de llegar hasta los 110 en el 2018. ¿Serán suficiente­s? Todo lo que no sea un plan de choque generosame­nte dotado de recursos está condenado al fracaso.

Urge también reforzar los servicios de transporte en las líneas utilizadas por los turistas que van a la playa o al Park Güell. Y, por qué no, iniciar una campaña de conciencia­ción que nos ayude a ver la realidad del problema más allá de nuestro propio terruño. Habrá que empezar a pensar que cada vez que viajamos y nos alojamos en un apartament­o turístico estamos causando a esa ciudad de destino y a sus indefensos vecinos el mismo mal que tanto nos duele cuando se trata de nuestra admirada Barcelona.

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XAVIER CERVERA / ARCHIVO Un grupo de turistas poco propensos al paseo avanzan en formación motorizada por la Barcelonet­a
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