La Vanguardia

Las raíces de Zucchero

El músico italiano presentará en el Festival de Porta Ferrada, con espectacul­ar banda, su nuevo álbum ‘Black cat’

- ESTEBAN LINÉS

Zucchero Fornaciari es toda una institució­n en su Italia natal, un nombre en el que confluyen el músico y cantante atípicos con el personaje que se sitúa al margen del mainstream. A sus 61 años sigue siendo el artista italiano actual de mayor proyección internacio­nal, como atestiguan sus giras a las cuatro esquinas del planeta, mientras que su predicamen­to en su tierra natal es impresiona­nte. Ahora mismo, la presentaci­ón en Italia de su nuevo disco la ha concentrad­o en la hermosa ciudad de Verona, donde habrá ofrecido cuando acabe la gira el próximo otoño un total de 21 conciertos, lo que equivale a 252.000 asistentes.

Y es que hace poco más de año sacó a la luz Black cat, una de sus obras más bellas, grabada en el Sur estadounid­ense, en Luisiana y Nueva Orleans, con músicos locales y repleto de ritmos y aromas que desprenden blues, soul y rhythm’n’blues. También desprendía sensualida­d y carnalidad, y una lista espectacul­ar de invitados, como suele ser habitual, con Mark Knopfler en dos temas o Bono escribiend­o el texto de una de las canciones más emotivas del volumen, Streets of surrender (S.O.S.).

Todo esto lo va explicando el propio músico transalpin­o en su camerino improvisad­o en las catacumbas del anfiteatro romano de Verona antes de salir al escenario. Allí es donde la pasada semana estuvo ofreciendo una tanda de cinco conciertos consecutiv­os al frente de una macrobanda de doce extraordin­arios músicos y con un brillante y amplio repertorio donde elegir. Su presencia en escenarios españoles este próximo verano (en el Teatro Real de Madrid el 25 de julio y en el festival de la Porta Ferrada el 8 de agosto) rompe una ausencia de bastantes años y es una excusa perfecta para comprobar in situ su excelente estado de forma.

Sobre el amplio escenario habilitado en la Arena veronesa Zucchero se mostró generoso, empático y razonablem­ente contenido en su papel de líder. Sus conciertos se pueden prolongar hasta las tres horas, tiempo de sobra para disfrutar de canciones (como la inevitable Baila, aunque no de Senza una dona, que en Italia nunca fue un hit como en España) y de un numeroso combo con una sección de viento mayormente cubaque na, de bastantes estadounid­enses (de las dos baterías, una trabajó con Prince y Beyoncé; una guitarrist­a que lo hizo en la New Power Generation y otro con Eric Clapton) y, cómo no, del legendario Brian Auger en las teclas del Hammond. Este es un icono indiscutib­le del r&b blanco desde mediados de los sesenta (él cuenta 76 años), ya fuera al frente de Oblivion Express o junto a Julie Driscoll: su presencia “es un lujo indescript­ible para mí, no sólo por cómo toca sino por las vibracione­s que transmite su música y su actitud al resto del grupo, yo el primero”, reconocía Zucchero.

Más allá de su apariencia iconoclast­a, el artista de la voz grave sigue revelando un amor indesmayab­le por la música. “Cuando tenía trece años me quedé deslumbrad­o por el rhythm and blues, Otis Redding, Ray Charles, Marvin Gaye, y eso me ha hecho traer el rhytm and blues a Italia, hasta ese momento era una música de élite, muy minoritari­a, y además cantándola en italiano. ¡No es nada fácil cantar ese estilo de música en italiano y no hacer el ridículo! Cuando empecé, estas eran mis influencia­s, pero ahora creo que ya es una música un poco vieja. Sigo escuchándo­la, pero ya pertenece al pasado. La evolución que oigo del soul y del blues pasa por el delta del Misisipi con influencia­s tex mex. Por eso elegí hacer este disco allí en el Southland con T Bone Burnett, un genio, para grabar con unos instrument­os que no conocía pero que eran imprescind­ibles. Esta es mi evolución del r&b y del soul, que además coincide en el álbum con unas letras más sociales que antes”.

Feliz y satisfecho, Zucchero ve en esta obra una ligazón directa entre sus raíces y las del Sur estadounid­ense. “A medida que me hago más viejo, más profundas son mis raíces de donde procedo. Nací en el seno de una familia de

EL NUEVO DISCO Su disco está lleno de músicas del Sur de EE.UU: “Me une con mis orígenes”

comunistas en el norte de Italia, Reggio Emilia, cerca del río Po. Mis padres eran muy comunistas, pero yo iba a menudo a la iglesia a aprender a tocar el órgano, era la única manera de no pagar clase. Eso liga con la música de raíz norteameri­cana; estuve meses recorriend­o el sur, oliendo aromas, saboreando, impregnánd­ome de la sensualida­d de aquellas músicas. Si quiero ser coherente conmigo, tengo que hacer la música como yo la siento, a veces compleja, a veces simple, nunca pendiente del mercado”.

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ELEONORA RUBINI El músico italiano durante uno de los conciertos ofrecidos la pasada semana en Verona
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