Soluciones para el caos en el aeropuerto
ES inadmisible que no se haya podido resolver todavía el problema del colapso que se vive en el control de pasaportes y documentos de identidad de los pasajeros que utilizan el aeropuerto de Barcelona, donde se suelen acumular largas colas que obligan a los viajeros a esperar hasta tres horas o más para ser atendidos y pasar los trámites correspondientes.
Puede comprenderse, aunque no justificarse, que el primer día de entrada en vigor de los nuevos sistemas de seguridad establecidos por la Unión Europea, dentro del marco de la lucha contra el terrorismo, se pudieran crear algunos problemas. Pero hace ya tiempo, en concreto desde el pasado 7 de abril, que esos nuevos controles se están aplicando y ha habido, por lo tanto, margen más que suficiente para la adopción de las soluciones más adecuadas.
En la noche del domingo y la madrugada del lunes volvieron a vivirse situaciones de auténtico caos en el control aeroportuario de pasaportes, después de un fin de semana en el que las largas colas han sido habituales. Esto es algo que el aeropuerto de Barcelona, sencillamente, no puede permitirse, no sólo por las graves molestias que se ocasionan a los pasajeros, sino también por la mala imagen que se ofrece del país y de la ciudad. Si hay colapso en la actualidad, que es temporada baja, no cabe imaginar lo que puede llegar a suceder este verano con la masiva afluencia de turistas que registra la ciudad.
El aumento del tiempo de espera se debe a que el endurecimiento de la seguridad obliga a revisar los documentos de identificación de todos y cada uno de los pasajeros, incluidos los ciudadanos de la Unión Europea, tanto cuando entran como cuando salen del espacio aéreo europeo, con la consulta a las bases de datos pertinentes para la revisión y autentificación de estos, lo que ralentiza considerablemente los trámites.
Las medidas para resolver el colapso acordadas por el Ministerio de Fomento, de quien depende Aena, el gestor del aeropuerto, y el Ministerio del Interior no han servido apenas para nada. La ampliación de la dotación de policías y de los puestos de control, con agentes trasladados desde la comisaría de Cornellà de Llobregat, ha sido claramente insuficiente. Este nuevo error en la planificación del servicio es grave y demuestra una incapacidad de gestión que hace necesaria la exigencia de responsabilidades.
La Policía Nacional, que es la que ejerce el control de los viajeros, se queja todavía de falta de medios ante una excesiva afluencia de pasajeros y, asimismo, culpa a Aena de programar muchos vuelos en cortos espacios de tiempo. Pero en Aena se argumenta que la programación de vuelos se conoce desde el mes de marzo y que no hay improvisación. La culpa del problema es, por tanto, de una falta de previsión por parte del Ministerio del Interior.
Lo más grave es que la Policía Nacional advierte que los problemas se repetirán. Pero eso es justo lo que no ha de suceder. El Ministerio del Interior, que debía haber planificado la solución de un problema que era evidente, tampoco ahora, una vez aflorado, es capaz de buscar la solución adecuada. Es urgente reclamar que los responsables de este ministerio afronten con seriedad y en toda su dimensión el problema del control de pasajeros en el aeropuerto de Barcelona y que arbitren una solución eficaz con urgencia. Las nuevas necesidades de seguridad que exige la lucha contra el terrorismo tienen que ser compatibles con la diligencia en la prestación del servicio.