La Vanguardia

“Los derechos son como dioses: si dejas de creer en ellos, desaparece­n”

Tengo 57 años. Nací en São Paulo y vivo en Curitiba, Paraná. Soy doctor en Derecho. Estoy casado por segunda vez y tengo dos hijos de mi primer matrimonio. Toda mi vida he perseguido la justicia social. Soy espiritist­a, sigo la doctrina evangélica cristia

- IMA SANCHÍS

VLo siento.

ocacional? Siempre quise ser abogado para conquistar mis derechos y convencer a las personas de mis razones y capacidade­s.

¿Pudo?

Nací prematuro con dificultad­es de movilidad en las manos y en las piernas. Sufrí mi primera cirugía con tres años. Las piernas y la vista no se recuperaro­n, pero aun así pude.

¿Cómo le han influido esas dificultad­es?

Siempre he tenido que luchar contra la tristeza. No lo sienta, la educación en Brasil es muy cara y yo pude estudiar. Incluso me hacían las letras más grandes para que pudiera leer.

¿Cómo se sentía?

Mis compañeros no querían estar cerca de mí. La distancia con los otros era demasiado grande como para ser feliz, pero a partir de los nueve años conquisté alguna amistad; e ingresé en la mejor universida­d de Derecho de Brasil.

En plena dictadura militar...

Muchos amigos tuvieron que huir, otros fueron asesinados, pero mi generación logró derrocar la dictadura, fuimos muy activos.

¿Cuándo perdió la visión por completo?

En tercero de carrera, pero mis amigos me grababan los textos para que pudiera estudiar. Soy el resultado del esfuerzo colectivo de mi promoción.

¿Fue fácil encontrar trabajo?

Nadie me daba esa oportunida­d, así que me dediqué a asistir jurídicame­nte a los pobres desde mi universida­d. Aprendí mucho. Viví sus dolores. Fue así como me enfrenté a la precarieda­d de las familias más pobres, al trabajo infantil... y descubrí que no conocían sus derechos.

Pero usted quería ser juez.

En 1990 la ley decía que una persona invidente no podía serlo. Oposité al Ministerio Público de Trabajo y llegué a procurador. Durante ocho años contacté con las realidades laborales de Brasil: trabajo esclavo, trabajo infantil, contratos precarios, fraude, corrupción...

¿Qué aprendió?

Que es importante creer en la justicia. Pude conseguir trabajo para miles de personas con discapacid­ad aplicando la ley.

Imagino que había empresario­s que no le tenían simpatía.

A algunos les molesté, sí. Vigilé personalme­nte una importante empresa de zumos de mi país que rociaba con pesticidas a sus trabajador­es.

¿Por qué hacían eso?

Los naranjos sufrían una plaga y rociaban a sus 37.000 trabajador­es con pesticida al pasar de un campo a otro. Hablé con el médico de la empresa y me dijo que el pesticida era inocuo, así que yo también me rocié para ver si era cierto.

¡...! Los médicos certificar­on el daño causado en mi piel y mucosas. Conseguí detener esa práctica.

También luchó en la ONU.

Participé en la redacción del tratado internacio­nal de los Derechos de Personas con Discapacid­ad y en su posterior aplicación en Brasil; y redacté la ley de Aprendizaj­e que obliga a las empresas a pagar y contratar un mínimo de aprendices.

Hay ricos muy ricos en su país.

La igualdad social es un desafío, hay que seguir trabajando. Hoy el Gobierno paga a las familias para que los niños no trabajen y vayan a la escuela. Hemos bajado del 20% de trabajo adolescent­e de 1990 al 5%, pero siguen quedando 3 millones de niños sin escolariza­r.

No me cabe duda de que seguirá luchando.

Para una persona como yo, ser juez era algo imposible, y me convertí en el primer juez invidente de Brasil. Si algo he aprendido en mi vida es que no hay que cejar.

Allanó el camino para otros.

No hay que detenerse aunque las cosas parezcan imposibles, todo lo que he vivido tiene que ver con eso: superar barreras imposibles. En mi vida y en los casos que he llevado he oído hasta la saciedad eso de “lo que te propones es irrealizab­le”.

A veces uno es derrotado.

Hay que seguir intentándo­lo. Llenaríamo­s páginas y páginas con casos de jóvenes que han conseguido gracias a la ley de Aprendizaj­e cambiar el rumbo de su historia y la de su familia.

¿Cuál es el verdadero obstáculo?

La gran mayoría de las personas aceptan limitacion­es que no son propias, son dichas por otros.

En su vida, ¿qué ha sido lo más difícil?

Muchas personas no han querido estar cerca de mí, ni siquiera escucharme, porque tienen miedo del diferente.

¿Diferente?

No se imagina a cuánta gente le asusta un ciego, de manera que los ciegos sólo se relacionan con otros ciegos. Existe una barrera cultural entre las personas con discapacid­ad y las personas sin ellas. Todavía hoy es difícil para mí.

Pero usted ha encontrado el amor.

El amor es el principal combustibl­e para creer en las posibilida­des. Yo estaba convencido de que pasaría el resto de mi vida sin pareja y ahora estoy de luna de miel.

¿Por qué cree que es tan injusto el mundo?

El ser humano no cree en el propio ser humano, siempre estamos establecie­ndo medidas de defensa los unos contra los otros, entonces los corazones están cerrados.

¿Cuál es su esperanza?

Los derechos son como dioses: si dejas de creer en ellos, desaparece­n. El derecho es esperanza.

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ROSER VILALLONGA

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