Crece el debate sobre el ‘impeachment’ a Trump por obstruir a la justicia
El Congreso reclama que el FBI entregue los documentos de las citas entre el presidente y el exjefe de la agencia para ver si hubo presiones
La palabra impeachment empieza a abrirse camino en la política norteamericana. Aunque el proceso de destitución del presidente aún es difícil ante la mayoría republicana, la posición de Trump es cada vez más insostenible y se compara con el Watergate, que acabó con Nixon. De momento, el Congreso ha pedido documentos al FBI para conocer si Trump presionó al exjefe de la agencia.
Obstrucción a la justicia, abuso de poder, revelación de secretos a Rusia, desbarajuste en la Casa Blanca..., la sensación de caos que ofrece Donald Trump con su particular manera de gobernar ha reabierto el insólito debate sobre la capacidad del presidente de Estados Unidos para ejercer el cargo y las fórmulas constitucionales más adecuadas para forzar su renuncia.
Nadie piensa que Trump vaya a caer de inmediato. Sin embargo, no hay mayor signo de debilidad de un presidente que verlo obligado a dedicar todas sus energías a apagar los incendios que provoca y a reivindicarse y defenderse de las críticas que le llueven incluso de sus propios correligionarios. Un diario tan poco sospechoso de animadversión hacia el presidente como
The Wall Street Journal sostenía en su editorial de ayer: “Millones de estadounidenses advirtieron los defectos de Trump, pero optaron por él asumiendo un riesgo justificado. Esperaban que estaría a la altura de las circunstancias y de las exigencias de la presidencia. Si no es capaz, va a traicionar aquellas esperanzas y la presidencia se hundirá ante sus ojos”. En los mercados, la desconfianza se ha convertido en ansiedad. El índice Dow Jones registró ayer la mayor caída desde septiembre y el dólar se ha vuelto a depreciar frente al euro. Los inversores temen que la crisis política impida llevar a cabo las reformas legislativas y las desregulaciones que reclaman. La palabra del día de ayer era impeachment. La posibilidad de someter al presidente a un juicio político CRISIS POLÍTICA La sensación de caos provoca ansiedad en los mercados con la mayor caída desde septiembre ha crecido súbitamente después de que trascendiera que Tump presionó al entonces jefe del FBI, James Comey, para que dejara de investigar a uno de sus colaboradores, Michael Flynn, que ya tuvo que ser destituido como consejero de Seguridad Nacional por ocultar sus conexiones rusas. Varios juristas, entre ellos, Nick Akerman, miembro de la fiscalía especial que investigó el Watergate, aseguran que la presión de Trump a Comey constituye un caso flagrante de obstrucción de la justicia equiparable al que precipitó la caída de Richard Nixon.
Como era habitual en él, Comey escribió un memorándum sobre su reunión con el presidente Trump en la Casa Blanca el pasado 14 de febrero. Un funcionario que tenía en su poder el documento leyó por teléfono a un reportero de The New
York Times algunos párrafos del texto. Según esta versión, Trump le dijo a Comey: “Espero que puedas encontrar la manera de dejar pasar esto y dejes ir a Flynn. Es un buen tipo y espero que le dejes ir”. El director del FBI escribió en su memorándum que se limitó a respon-
der: “Estoy de acuerdo en que es un buen tipo”. La Casa Blanca ha negado la versión: “Esto no es un retrato veraz o exacto de la conversación entre el presidente y el señor Comey”, señaló el comunicado oficial.
La tormenta política está lejos de amainar. El republicano Jason Chaffetz, presidente del Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes, ha pedido que el FBI entregue copia de todos los documentos de todas las reuniones que han celebrado Trump y Comey para conocer la verdad. El comité judicial del Senado ha hecho lo propio y además Comey será citado a declarar. El ya exdirector del FBI fue destituido la semana pasada y algunos juristas sostienen que podría llegar a demostrarse que fue una represalia ilegal por su empeño en investigar un asunto como el Rusiagate, que afecta al presidente.
El impeachment parece poco probable de entrada si se tiene en cuenta que debe ser planteado inicialmente por la Cámara de Representantes, donde la mayoría republicana es todavía suficientemente holgada como para frenar cualquier conato de rebelión interna. Pero algunos congresistas de prestigio han empezado a desmarcarse y defienden cortar por lo sano para evitar males mayores. John McCain declaró: “Lo único que puedo decir es que creo que hemos visto esta película antes. Creo que está llegando al punto en que este asunto tiene el tamaño y la escala del Watergate y cuanto más se tarde en aclararlo peor será”. Adam Kinzinger, republicano de Illinois, propuso una investigación independiente que no deje ninguna duda y Justin Amash, de Michigan, defendió el juicio político al presidente como una manera de despejar las dudas: “Todo el mundo tiene un juicio justo en este país”.
Los líderes republicanos del Congreso no puede disimular su hartazgo por las continuas crisis que provoca la Casa Blanca y su preocupación porque falta un año y medio para las elecciones legislativas de medio mandato y no son pocos los congresistas que tienen su escaño amenazado. Trump, con el 54,3% de desaprobación no resulta el mejor avalador. “Creo que podríamos trabajar con un poco menos de drama”, dijo Mitch McConnell, líder de la mayoría republicana en el Senado, pero el drama continúa a un ritmo frenético. Junto al debate sobre un posible
impeachment se añade el debate sobre la capacidad de Trump como presidente después de saberse que confió secretos de inteligencia nada menos que al ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov. La alarma en los servicios de inteligencia es tremenda sobre todo por la desconfianza que suscita en las fuentes, pero además el líder ruso, Vladímir Putin, no ha desaprovechado la ocasión para, afirmando lo contrario, humillar a Trump ofreciendo al Congreso de Estados Unidos la transcripción de la conversación que Trump y Lavrov mantuvieron en la Casa Blanca, “siempre y cuando el presidente Trump no se oponga”.
El líder ruso adoptó esa actitud de apoyo paternalista al presidente de Estados Unidos, que le sitúa en una posición de fuerza ante la opinión pública de su país, asegurando que ningún secreto ni información clasificada fue revelada durante la reunión y que podría demostrarlo. La cuestión suscitada inmediatamente fue cómo el Kremlin grabó una conversación en la Casa Blanca. Putin utilizó una palabra rusa que tanto podía significar una grabación de audio como un registro escrito. Un asesor del Kremlin, Yuri Ushakov, aclaró que Moscú tiene en su poder una transcripción escrita, no una cinta.
La crisis arrecia y Donald Trump responde acentuando el victimismo y el populismo. En un discurso en la Academia de Guardacostas en New London (Connecticut), lamentó ayer que “nunca ningún político en la historia ha sido tratado tan injustamente como yo, pero jamás hay que darse por vencido cuando uno cree que hace lo que es correcto. No fui elegido para servir a los medios y a los poderes fácticos de Washington, sino para servir a los hombres y mujeres olvidados de este país, para servir al pueblo de Estados Unidos sabiendo que cuanto más justo sea más fuerte será la oposición”.
LA HUMILLACIÓN Putin ofrece al Congreso el texto de la conversación Trump-Lavrov