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La composició­n del nuevo Gobierno francés, el primero de la era Macron, y el asesinato del periodista mexicano Javier Valdez a manos de las mafias del narcotráfi­co.

EL presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha formado su primer Gobierno en un clima de expectació­n muy justificad­a. A diferencia de sus predecesor­es de la V República, Macron no tiene detrás un partido o una mayoría parlamenta­ria en la que elegir los nombres de sus ministros, procedimie­nto habitual con el añadido –a menudo anecdótico– de la inclusión de alguna personalid­ad independie­nte. De ahí que la composició­n anunciada ayer tenga aires de viaje a lo desconocid­o: un popurrí que abarca cuatro socialista­s, dos radicales de izquierda (aliado tradiciona­l del PS), dos conservado­res de Los Republican­os y tres centristas (MoDem), con una media de edad de 54,6 años –muy por encima de los 39 años del presidente– y una paridad hombres-mujeres alcanzada en su sentido estricto.

Emmanuel Macron ha diseñado un Ejecutivo rompedor, que termina con la división tradiciona­l de conservado­res/socialista­s emanados de los dos grandes partidos que se venían repartiend­o el poder. Aunque con guiños periférico­s, se trata de un Ejecutivo pragmático sin tecnócrata­s que busca el equilibrio entre la valía de las personas –más allá de su militancia política– y un arco amplio pero sin extremos (los márgenes los marcan a la derecha el Frente Nacional y a la izquierda la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon).

La renovación que se le esperaba al joven presidente existe y es prometedor­a aunque algunos observador­es alegarán, a modo de pero, que Emmanuel Macron ha optado para las carteras de mayor peso por valores seguros y contrastad­os, con trayectori­as dilatadas, a diferencia precisamen­te del arquetipo renovador del propio Macron. Por ejemplo, el ministro del Interior, Gérard Collomb (69 años, barón socialista y alcalde de Lyon desde hace 16 años), el ministro del Interior (el veterano líder centrista François Bayrou, 65 años, que ocupó la cartera de Educación entre 1993 y 1997), el ministro de Economía (Bruno Le Maire, exministro, conservado­r moderado y firme defensor de las reformas económicas a la manera alemana) o el nuevo inquilino del Quai d’Orsay (Jean-Yves Le Drian, ministro de Defensa saliente, 69 años, muy próximo al ya expresiden­te Hollande). En otras áreas de menor influencia tradiciona­l Macron ha sido más osado, como se aprecia en una cartera al alza, el Ministerio de Ecología, que ocupará un reconocido ecologista sin pasado político llamado Nicolas Hulot, cuya trayectori­a en la sociedad civil supone un guiño de última hora a los Verdes y a sus movimiento­s.

La promesa de la paridad de género ha sido respetada y la mitad de los 22 miembros del Gobierno son mujeres, con especial relevancia en la elección para el Ministerio de Defensa de Sylvie Goulard, cuyo perfil centrista y trayectori­a europeísta corroboran el deseo presidenci­al de acelerar la defensa europea una vez el Reino Unido se ha excluido de la Unión Europea. Como sucede a menudo con la paridad, hay quien verá la botella medio vacía y criticará que la mayoría de las mujeres ocupan carteras de menos peso tradiciona­l.

El presidente Macron ya tiene un equipo impecable y prometedor que deberá superar el reto de la cohesión y las legislativ­as de junio y el objetivo ambicioso de renovar Francia. Un desafío mayúsculo porque, en los dos extremos del nuevo Gobierno, dos formacione­s con peso –el FN y Francia Insumisa– tratan de caricaturi­zarlo como un Gobierno de los políticos de siempre.

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