La Vanguardia

Sin la BBC, el mejor Madrid

- Joaquín Luna

Nunca sabremos qué habría hecho el Real Madrid con Gareth Bale y la BBC en el campo estos últimos siete partidos. Sí sabemos lo que han hecho sus compañeros en este tramo decisivo: ganar, ganar y ganar (salvo la vuelta de la Liga de Campeones, aunque para el caso...).

Que la lesión de una estrella no sólo no afecte sino que mejore el rendimient­o de un equipo dice mucho de una plantilla, del valor esencial del centro del campo y dice poco de la dictadura de las figuras. No hay entrenador que les tosa y cada partido del Real Madrid que pasa –y gana aunque sea con el cinismo de ayer en Vigo– es más evidente que Zinédine Zidane tiene fortuna: la lesión de Bale con derrota ante el Barça le puso en entredicho y hoy se ha revelado como su salvación. Y la del equipo, que ha recuperado a Isco, (¿recuerdan lo de su ADN barcelonis­ta?).

Las estrellas venden, dan espectácul­o y son geniales pero de tres en tres desequilib­ran los equipos y desquician a los entrenador­es, incapaces de mandar y obligados a tragarse la autoridad.

Sin Bale, de nuevo, el Real Madrid superó la prueba de Balaídos con un guión desesperan­te para sus rivales: goles de Cristiano sin apenas fabricar fútbol al principio de cada tiempo, repliegue solidario –el Madrid se queda demasiados minutos a expensas del rival pero no pasa de anécdota– y la tranquilid­ad que da siempre la pegada. El manual de emergencia –menos BBC, más control del centro del campo– le está llevando a las puertas del título de Liga. Queda esa final de Cardiff, a la que podría llegar Bale con el consiguien­te test de personalid­ad para Zinédine Zidane. Sólo el Juventus puede aclararnos este dilema táctico porque nadie imagina

No sabemos qué habría hecho el Madrid con Bale estos últimos siete partidos, sin él, sí: crecer en solidez gracias a Isco y el centro del campo

a los italianos regalando tanto como anoche un Celta generoso y quijotesco.

La actuación del Celta fue encomiable y reconforta ver que un equipo reaccione con tanto inconformi­smo ante el destino, que parece encantado –como el estamento arbitral– con el previsible alirón del Real Madrid. Los blancos estuvieron ayer sobre las cuerdas en la primera mitad, para desesperac­ión del barcelonis­mo que confía poco en el Málaga, de la misma forma que los madridista­s en el Granada hace un año.

El partido confirmó la sensación agridulce de que el Real Madrid ha tenido buenos arbitrajes –¡qué expulsión tan injusta la de Aspas!– pero también hambre de Liga, más que el Barça, porque la fortuna no decide un torneo de la regularida­d. Han logrado el efecto campeón: juego a medias, concedo oportunida­des y termino alcanzando victorias.

¿Llegará el galés Bale a tiempo de jugar la final en su tierra? Es la esperanza de quienes están aprendiend­o a querer a la Vecchia Signora a la que ya incluso no llaman así sino de la otra manera, la más rejuvenece­dora: la fidanzata d’Italia. La novia de Italia (y de Barcelona y alrededore­s).

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