Diez destinos de verano con naturaleza exuberante
La naturaleza es sinónimo de tranquilidad, paz, comunión con uno mismo, aunque también puede significar aventura y cierto riesgo. ¿Quién no se ha emocionado ante un paisaje espectacular o ante la incerteza de adentrarse en un territorio inhóspito que sobrecoge? Hay decenas de lugares en el mundo que siguen atesorando esa enorme riqueza que es la naturaleza salvaje, totalmente viva y en la que nos sentimos –debemos sentirnos– seres minúsculos. Hemos escogido diez destinos de naturaleza para disfrutar del verano, desde el Pacífico hasta el Índico y el Mediterráneo, pasando por el mar del Norte. Porque son el mar y la latitud los que nos marcan la senda que seguiremos y los paisajes que descubriremos en este viaje de aventura alrededor de la tierra.
Costa Rica es nuestro primer destino, en el corazón de Centroamérica, y puede definirse como un lugar en el que disfrutar de naturaleza en estado puro. El país cuenta con 28 parques naturales, pero queremos conocer toda la espectacular zona de volcanes, en el Área de Conservación Cordillera Volcánica Central, lejos de las playas y de las grandes capitales. Nuestro primer destino es el Parque Nacional Volcán Poás, cuyo cráter principal es todo un espectáculo de la naturaleza; y seguimos hasta el Parque Nacional Volcán de Irazú, en la provincia de Cartago y el más alto de Costa Rica. Otro lugar espectacular de Costa Rica para disfrutar de la naturaleza es el Parque Nacional Braulio Carrillo, con más de seis mil especies de plantas, la mitad del total de especies de todo el país.
De Costa Rica nos vamos al Caribe más puro, hasta Cuba. En este caso, apostamos por descubrir la naturaleza de Pinar del Río, la más occidental de las provincias cubanas, una tierra con olor a tabaco, y las magníficas vistas de Viñales, con sus mogotes, declarado Paisaje Cultural de la Humanidad, en 1999, por la Unesco. Llegar a Pinar del Río es cumplir con el sueño de adentrarse en las más abruptas elevaciones de la cordillera de Guaniguanico y visitar los cayos más espectaculares del país, con unos fondos marinos envidiables para practicar el submarinismo, como los de María la Gorda.
Y del calor del Caribe al frío relativo del noroeste de Canadá en verano. Un paisaje total-
mente diferente, pero igual de subyugante. Porque nos vamos hasta Yukón, en la frontera con Alaska, un lugar para disfrutar de los prados de la gran montaña y de la cultura de los aborígenes. Una buena idea es ir hasta el cañón Miles, un mito para los buscadores de oro, y hasta podemos acercarnos al lago Emerald, un auténtico paisaje de postal. Los glaciares dieron forma a este lago hace 14.000 años, y su agua, de un verde profundo, así como las montañas que tiene de fondo, lo convierte en objetivo de cualquier cámara fotográfica.
Un poco más soleado y con un tiempo realmente apacible es nuestro siguiente destino, las
Islas Mauricio, en el suroeste del océano Índico, a unos 900 kilómetros de Toamasina, en Madagascar. Allí, entre las muchas maravillas de la naturaleza, como sus playas, la cascada de Cachamel o la Tierra de los Siete Colores, podremos ver el hibisco, una flor típica de la región, y el anthurium, una preciosa flor roja. Para conocer la flora de Mauricio, una buena opción es visitar el Jardín Botánico de Pamplemousses, uno de los mejores del mundo. Y de Mauricio saltamos a
Birmania, entre la meseta del Tíbet y la península malaya, para visitar el lago Inle, un paradisíaco y atemporal mundo anfibio habitado por los intha, “los hijos del lago”, donde aldeas, templos, huertos y mercados flotan sobre el agua. Aunque también en Bagan encontramos naturaleza en estado puro: un magnífico valle repleto de monumentos que es, sin duda, uno de los paisajes culturales más espectaculares de Asia.
En nuestra ruta en busca de la naturaleza más exuberante del mundo nos detenemos en la India, y más concretamente en el estado de Kerala. Ubicado en el extremo sur del país, nos ofrece lugares tan encantadores como Periyar o Thekkady. Un paisaje de bosques tropicales con una diversidad asombrosa de plantas y animales – elefantes, bisontes, ciervos, leopardos y tigres–.
Más al este, en el sureste de Australia y bañado por el mar de Tasmania, está el siguiente de nuestros destinos: Nueva
Zelanda. Con espectaculares glaciares y fiordos y con grandes montañas y bosques subtropicales, este país se ha convertido, por su belleza, en escenario de infinidad de películas. En la isla Norte destaca la meseta volcánica, y podemos disfrutar del paisaje de géiseres y aguas termales que hay en áreas como Rotorua; mientras que los enormes Alpes del Sur conforman la columna vertebral de la isla Sur. Aunque, sin duda, uno de los paisajes más espectaculares de esta parte del país es el que ofrece el glaciar Tasman, el más grande de la isla.
Y de Nueva Zelanda regresamos a Europa, exactamente a
Finlandia, un país excepcional donde descubrir su naturaleza más virgen. La Región de los Mil Lagos marca el paisaje meridional de Finlandia, una verdadera amalgama de ríos, canales, islas y lagos de aguas prístinas, que se intercalan con bosques y colinas de gran belleza donde disfrutar del aire libre. Viajar hasta aquí es hacerlo al corazón de la identidad finlandesa y a aquello que la define. El Saimaa es el mayor lago del país y eje vertebrador de la región, en cuyo margen se encuentran ciudades como Lappeenranta e Imatra, entre otras. Disfrutar del sol de verano en una cabaña o practicar actividades de remo son solo un aperitivo de los muchos atractivos del lugar. Hacemos un salto hasta
Islandia. La naturaleza allí es siempre espectacular, pero recomendamos hacer el trekking de Landmannalaugar, la ruta por excelencia en Islandia, en el sur. Es una travesía por etapas, durmiendo en refugios de montaña, que sale de Keflavík y que recorre Landmannalaugar y sus aguas termales, la montaña de Hrafntinnusker y los glaciares Mýrdalsjökull y Eyjafjallajökull.
Un destino quizá no tan exótico, por conocido, pero igual de impresionante es Portugal. Allí encontramos enclaves de gran singularidad y belleza natural que van desde el norte, con la isla de Madeira, inmersa en el Atlántico, hasta el sur, en el Algarve. Eso sí, mención especial merece Comporta, situado al norte de Alentejo –a una hora de Lisboa– y considerado el paraíso portugués. Sus largas y espectaculares playas lo han convertido en un destino exclusivo para quienes buscan paz y naturaleza pura.