La Vanguardia

Ganó el aperturism­o

La altísima participac­ión favorece la holgada victoria del líder moderado

- CATALINA GÓMEZ

Los iraníes han renovado la confianza al presidente actual, Hasan Rohani, un moderado partidario de la apertura y el entendimie­nto con los países extranjero­s que se ha impuesto a los defensores de la versión más ortodoxa de la veterana revolución islámica.

Las elecciones del viernes en Irán estaban lejos de ser unos simples comicios para escoger al presidente. Se habían convertido en un referéndum en el que los iraníes decidían el camino de la República Islámica en los próximos años. Escogían entre el radicalism­o y aislamient­o que representa­ba el clérigo Ibrahim Raisi, o la moderación, la integració­n de Irán en el mundo y mayores espacios de expresión que simboliza el presidente Hasan Rohani, que al final ha salido reelegido con el 57%, con siete millones de votos más que su contrincan­te.

“El pueblo iraní ha elegido la vía del entendimie­nto con el mundo, lejos del extremismo –dijo ayer Rohani en un discurso televisado tras ser proclamado ganador–. Quiere vivir en paz y amistad con el resto del mundo, pero no acepta la amenaza ni la humillació­n. Es el mensaje que quiere que se escuche”.

“Tenemos miedo y no queremos que viejas creencias y métodos tomen el control del país de nuevo. No queremos ir atrás”, explicaba Mehdi, un comerciant­e de 32 años, que como millones de iraníes hizo fila durante horas para votar por Rohani, y para erradicar la posibilida­d de que Irán volviera a caer en el caos de los ocho años bajo el ex presidente Mahmud Ahmadineya­d, cuando las sanciones contra Irán se intensific­aron y el país quedó prácticame­nte aislado del mundo.

“La ideología que defienden los radicales está terminada. Está demostrado que la mayoría no la quiere”, decía Ali Reza, de 30 años. Para él, los iraníes habían tenido que elegir entre “el malo y el peor”.

Desde el sector del clérigo Raisi, que ha reconocido la victoria de Rohani, la situación se veía de otra manera. “El problema es ahora para Rohani, que tiene que gobernar con 16 millones de personas en su contra”, decía la página conservado­ra

Raja News, que le acusa de llevar el país rumbo al abismo con su política de apertura al mundo y de atraer la inversión extranjera. Sin embargo, olvidaba mencionar que cuatro años atrás los conservado­res obtuvieron los mismos 16 millones de votos. “Si Rohani gana vamos a ser esclavos de EE.UU. en diez años”, opinó Sara, una estudiante de 18, que cree que el presidente está destruyend­o los pilares religiosos de la República Islámica.

Ambos candidatos habían advertido que los resultados dependería­n de la participac­ión, tal como sucedió. En la campaña de Rohani, en particular, temían que la frustració­n por los pocos avances económicos dejara a muchos votantes en casa. Pero al final pudo más el miedo de regresar a la inestabili­dad, a la improvisac­ión –Raisi no presentó programa concreto– y al aislamient­o de viejas épocas donde la posibi- lidad de una guerra rondaba en el ambiente, que aquel descontent­o.

A eso se suma el rechazo a la ideología radical, con la que ese sector mayoritari­o de la sociedad que ayer votó por Rohani no se siente representa­do. Sean conservado­res o liberales, religiosos o laicos, sólo quieren llevar una vida tranquila, con posibilida­d de crear negocios, tener un empleo digno y no ser vistos como parias cuando van al extranjero.

Los iraníes han aprendido que los presidente­s, a pesar de su poder limitado, sobre todo para impulsar reformas sociales, sí pueden influir en cómo se hacen las cosas. Rohani ha insistido en que si no fuera por él los jóvenes no estarían disfrutand­o de la libertad que les abre internet.

Al final los iraníes se volcaron en las urnas: la participac­ión alcanzó el 73%. En Teherán, cinco millones de personas fueron a votar, el doble que en las elecciones del 2013. Mientras Raisi logró el mismo número de votos obtenidos entre los cuatro candidatos conservado­res que se enfrentaro­n a Rohani en el 2013 –15,7 millones de votos, el 38,5%–, este atrajo cuatro nuevos millones de electores, hasta un total de 23,5 millones. Por él han votado la gran mayoría de los cinco millones de jóvenes que se estrenaban en las urnas y en quienes Rohani se centró en la recta final de campaña.

“Queremos libertad social y política; queremos libertad de expresión; queremos libertad para disfrutar el tiempo libre; queremos paz con seguridad y no una sociedad regida por la seguridad”, dijo Rohani hace una semana en el estadio Sharudi, en uno de los discursos más duros de una campaña en la que ha criticado a poderosas institucio­nes del Estado, como los Guardias Revolucion­arios o el sistema judicial, a las que se ha enfrentado repetidame­nte en estos cuatro años y que cerraron filas con Raisi.

Los retos a los que se enfrenta Rohani no son pocos. Ahora que tiene la libertad de no tener que preocupars­e por otra reelección, y habiendo ganado con una mayoría mucho mayor que cuatro años atrás, sus electores esperan que asuma una posición de mayor fortaleza ante las poderosas institucio­nes que se oponen a mayores libertades sociales, informativ­as, culturales y económicas. Un gran número de periodista­s, activistas y empresario­s, algunos con doble nacionalid­ad, han sido encarcelad­os en estos últimos años sin que, según algunos, Rohani haya hecho suficiente por ayudarlos.

Otro aspecto será su relación con el líder supremo, Ali Jamenei, que si bien apoyó el acuerdo nuclear –el gran logro de Rohani de su primer mandato–, tiene una visión del país que choca con los programas que ha querido poner en marcha este Gobierno. El último desencuent­ro fue semanas atrás cuando el líder detuvo la puesta en marcha del proyecto Unesco 2030, que pretende actualizar y dar nuevas herramient­as al sistema educativo iraní. Jamenei dijo que esta agenda tiene puntos ante los que la República Islámica no puede “rendirse”.

Pero, sin duda, su gran reto estará en la economía: cómo lograr que el levantamie­nto de las sanciones por el acuerdo nuclear por fin se note en la vida diaria de los iraníes.

MOVILIZACI­ÓN Pese a la frustració­n por los pocos avances económicos, pudo más el miedo a ir atrás MENSAJE A LOS CONSERVADO­RES “El pueblo quiere vivir en paz y amistad con el resto del mundo”, dice el reelegido

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Teherán. Los seguidores de Rohani, muchos de ellos jóvenes –cuya movilizaci­ón ha sido clave–, se echaron ayer a la calle en Teherán para festejar su victoria
BEHROUZ MEHRI / AFP Hipsters en Teherán. Los seguidores de Rohani, muchos de ellos jóvenes –cuya movilizaci­ón ha sido clave–, se echaron ayer a la calle en Teherán para festejar su victoria

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