El pulso con Jamenei
Hasan Rohani, de 68 años, forma parte de ese grupo privilegiado que integra el círculo de poder de la República Islámica desde sus orígenes. En estas casi cuatro décadas, el clérigo de sonrisa amable ha sido parlamentario, director del Consejo de Seguridad Nacional, diplomático, negociador nuclear y, desde hace cuatro años, presidente. Pero el gran interrogante que surge después de su reelección, y después de cuatro semanas de campaña en las que ha criticado un sistema que se ha interpuesto muchas veces en sus proyectos de gobierno, es cuál será su futuro una vez deje la presidencia, en el 2021. Para nadie es un secreto en Irán que los últimos presidentes han caído en desgracia. El reformista Mohamed Jatami, que gobernó entre 1997 y 2005, ha sido expulsado por el sistema a pesar de ser uno de los políticos más populares. Lo mismo sucedió con su sucesor, el populista-radical Mahmud Ahmadineyad, silenciado después de desafiar las decisiones del líder supremo durante su gobierno. “La estructura de la República Islámica está pensada para que nadie tenga más protagonismo que el líder”, explica un analista local que pide no dar su nombre. Se hizo evidente después de la firma del acuerdo nuclear, respaldado inicialmente por el ayatolá Ali Jamenei aunque más tarde empezó a criticar al Gobierno de Rohani en diferentes campos, como el económico. A pesar de que el Rahbar, como es también conocido el líder, nunca da a conocer a quién apoya para la presidencia, en esta campaña electoral los seguidores de Raisi daban por hecho su respaldo. Claro está que algunos seguidores de Rohani pensaban también que el apoyo era para su candidato. “Por el acuerdo nuclear”, decían. Lo que está claro es que el futuro político de Rohani dependerá en gran medida de cuánto se enfrente a los sectores más conservadores en los próximos cuatro años. Tiene a su favor que es un diplomático de destreza increíble, que ayer extendió la mano “a todos los iraníes y a todos los grupos políticos”.