La Vanguardia

Cuestión de lealtades

- Isabel Garcia Pagan

ERC ha inaugurado esta semana una lealtad tripartita. A la decisión del Govern de no acusar a CDC en el juicio del caso Palau, al Parlament que reclama al Ejecutivo que acuse, y a su compromiso de manos limpias y la lucha contra la corrupción. Y es que los caminos de la lealtad entre los socios del ejecutivo catalán no son siempre rectos. O eso debió pensar Carles Puigdemont cuando su vicepresid­ente y presidente de los republican­os reconvertí­a el acuerdo cerrado 24 horas antes para mantener la estrategia judicial iniciada hace cinco años. No hubo aspaviento­s públicos pero la lista de cuentas pendientes aumenta.

Que los socios del Govern reivindiqu­en su perfil político en el Parlament dejó de ser noticia. No sólo porque el de Puigdemont y Junqueras es el ejecutivo que ha sufrido más derrotas en el hemiciclo a manos de la oposición –más de un millar de enmiendas a los presupuest­os aprobadas son la pequeña muestra–, sino porque ERC y, mucho después el nuevo PDECat, han dado muestras evidentes de que la excepciona­lidad de la alianza en Junts pel Sí difícilmen­te tendrá reedición y existe vida electoral más allá del proceso soberanist­a.

El problema no es otro que los partidos necesitan reafirmar su personalid­ad por encima de los objetivos del Govern y lo han hecho justo cuando el cronograma de trabajo independen­tista se situaba sobre la fecha señalada para lanzar la oferta final de diálogo al Gobierno de Mariano Rajoy. No hay que despistar al enemigo cuando está entretenid­o, así que la Moncloa aprovechó para ofrecer a Puigdemont hacer “un Ibarretxe” en el Congreso. La conferenci­a del president en Madrid se convierte en réplica y no en propuesta y sus ecos no llegarán al martes. El foco volverá al caso Palau y la reunión del consorcio en el que el Ayuntamien­to de Barcelona insistirá en reclamar que se acuse a CDC.

El conflicto tiene además efectos colaterale­s. El Govern no calibró que los argumentos técnico-jurídicos no casan bien con la nueva ética política. Esa que obliga a los consellers a registrar hasta media docena de huevos de regalo. La indefinici­ón de los comunes ha encontrado en las causas judiciales contra CDC su mejor aliado para contrarres­tar las maniobras de Puigdemont, que busca mantenerlo­s en el consenso del referéndum el máximo tiempo posible, y alimentar la obsesión de ERC de proteger su terreno electoral por la izquierda. También se han puesto sobre la mesa las evidentes dificultad­es del PDECat para imponer un relato de renovación. Aunque Marta Pascal proclame que la corrupción le da asco, sin ser desleal, no puede protagoniz­ar la versión política de la matanza de Texas con algunas figuras del pasado en busca de credibilid­ad. Pascal impuso la abstención en la votación del Parlament que reclamaba al Govern que acusara a la antigua Convergènc­ia pese a que algún ilustre dirigente muy activo prefería votar en contra. Pero a su paso adelante necesitará de más impulso. Se vislumbran nuevos obstáculos con CDC. El diputado Germà Gordó tiene un problema y se llama... caso 3%.

El paso adelante de Pascal necesitará más impulso, ya que están por llegar nuevos problemas con CDC y el 3%

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