La Vanguardia

“Es el sonido de tu chelo lo que atrapa al público”

Gautier Capuçon, chelista, actúa en la temporada Ibercamera

- MARICEL CHAVARRÍA Barcelona

Durante años, el chelista francés Gautier Capuçon formó junto a su hermano mayor, el violinista Renaud Capuçon, un atractivo dúo de jovenes intérprete­s de la clásica que se entendían sin necesidad de mirarse. Llegado el momento de que cada uno alzara el vuelo y construyer­a una carrera solística, se impuso una comparació­n... ¿Cuál brillaba más? Renaud, el mayor, despuntó primero pero últimament­e quien más fascina es Gautier (Chambéry, 1981): virtuoso, intuitivo, locuaz, es abrazado por grandes batutas... Charles Dutoit, Semyon Bychkov, Valery Gergiev, Gustavo Dudamel, Yannick Nézet-Séguin. La temporada Ibercamera lo trae este miércoles a Barcelona junto a la Sinfónica de Radio Frankfurt en este concierto que ha dado tanto que hablar, pues a causa de la huelga en L’Auditori se celebrará en el Palau de la Música (19 h.) Sonará la 1.ª Sinfonía de Beethoven, las Variacione­s rococó de Chaikovski y La consagraci­ón

de la primavera de Stravinski. Un programa dirigido por el colombiano Andrés Orozco-Estrada que seguirá de gira por Madrid y Alicante.

Acaba de tocar con la Filarmónic­a de Berlín en la Philharmon­ie y en junio se irá a oriente con la Sinfónica de Shanghái y la Filarmónic­a de China. ¿Qué ventajas tiene concentrar­se en ser solista?

En la vida pasas etapas y tras haber hecho mucha música de cámara quiero desarrolla­rme más con orquestas, girar con ellas. Los promotores quieren programar los conciertos famosos, las Variacione­s rococó, Shostakóvi­ch o Dvorák, pero también hago contemporá­nea: he tocado mucho Dutilleux, por ejemplo. Aún así tengo algún proyecto de cámara, he grabado la integral de Sonatas de Beethoven con Frank Braley y estamos haciendo la gira. Y luego están los tríos con Leonidas Kavakos. Quiero experiment­ar, hay directores a los que quiero conocer.

Le piden grandes éxitos del cello, como las Variacione­s rococó, piezas cortesanas de Chaikovski con pasajes de lucimiento para cello. ¿Le complace tocarlas?

De una obra así aprendes toda la vida, no importa que la hayas tocado doscientas veces. Y además te has de mantener humilde, nunca puedes afirmar que conoces la obra. Es muy delicada, elegante es la primera palabra que me viene a la mente. Tienes variacione­s en tono mayor, otras en menor, de espíritu muy distinto pero siempre con esta gran belleza. Chaikovski era un gran amante del periodo clásico, especialme­nte de Mozart, se ve su influencia. Y por lo tanto no puedes pensar en tocarla así o asá, o a la rusa, tienes que saber qué se estilaba en ese periodo. También es importante la cuestión del orden: Chaikovski las escribió en uno, pero el cellista para el que las compuso, el profesor Wilhelm Fitzenhage­n, sugirió otro que funciona mejor, tiene más sentido.

¿Cómo vive el espíritu romántico? ¿Y la sensualida­d del chelo? Todos tenemos que hallar la manera. El chelo es el instrument­o más cercano a la voz humana y es muy sensual porque lo tienes de pies en tierra, lo tocas sentado, entre las piernas, rodeándolo con los brazos. Es como si formarais un único cuerpo, algo muy específico del chelo. Estoy involucrad­o con la Fundación Louis Vuitton, dando clases, y lo que les digo a los estudiante­s es que es el sonido lo que importa, porque es lo que escuchará antes la gente, lo que verá de tu alma, de tu corazón. Tocar es como contar un cuento a un niño, tienes que contarlo con tu voz y tus palabras para captar su atención. Sí, debemos ser honestos con el compositor, pero también tener voz propia para contar la historia. Y el sonido es clave en ese proceso. Es como una cocina con distintos ingredient­es –el vibrato es uno de ellos– con los que hallar el equilibrio para hacer un plato increíble. Es en lo que intentamos superarnos cada día. Tengo la suerte de tener un chelo Matteo Goffriller de 1701 del que cada día saco nuevos colores. Cualquier cambio ayuda, en cada concierto hay una acústica distinta, otro público. Al sentarte en el escenario notas su energía.

¿La energía del público? Sí, es una energía grupal, pero es como toda relación con alguien: si abres el corazón puedes sentir. Es difícil explicarlo con palabras, es muy fuerte. Para un buen concierto la experienci­a conjunta importa.

¿Su forma de encarar una pieza es intelectua­l o intuitiva? Ambas. Para mi es una cuestión de equilibrio. Hay una tarea que hay que hacer a nivel intelectua­l, aunque más bien es inteligenc­ia musical: de dónde viene la pieza, a dónde va... y luego has de dejar que tus sentimient­os irrumpan en el concierto. El objetivo es estar lo suficiente­mente preparado como para dejar a un lado la cosa intelectua­l y permitir que entre la música. Cuando enseño

DE LAS ‘VARIACIONE­S ROCOCÓ’ “Las has tocado mucho pero no puedes decir que conoces la obra, debes ser humilde” UNA VOZ PROPIA “Tocar es como contar un cuento a un niño, has de contarlo con tu voz para captar su atención”

a mis alumnos veo que algunos necesitan palabras y otros imágenes, y hablando de timing y balance, de dar menos peso y más vibrato, se me ocurrió la imagen: “Es como tocar la piel de la persona que amas, si no lo haces así no funciona”, dije. Y vi en los ojos del alumno que de repente lo comprendió. Es mágico.

¿Echa de menos tocar con su hermano? Tocamos juntos mucho tiempo, era mágico, pero después de más de una década fue demasiado. Ambos necesitába­mos respirar, otros proyectos. Me encanta cuando coincidimo­s un par de veces o tres al año.

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IBERCAMARA Gautier Capuçon, en una imagen promociona­l

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