Adiós a Roger Moore, 007 veces James Bond
Muere a los 89 años el seductor intérprete británico Roger Moore, galán en blanco y negro y a todo color
Todo ciudadano occidental mayor de 50 años sabe perfectamente quién es, o fue, Roger Moore. Lo conocerá casi seguro como El Santo de la televisión –el Robin Hood urbano que interpretó de 1962 a 1969– y con toda certeza como el James Bond posterior a Sean Connery (1972 a 1985). Fue un galán a la vieja usanza, en blanco y negro y en color. Y lo fue desde su primer papel como centurión en César y Cleopatra a los 17 años, hasta que a los 57 hubo de abandonar el servicio a su majestad como agente 007 al sentirse ya algo incómodo porque, como él mismo confesaría después, las chicas Bond que se llevaba a la cama podían ser casi sus nietas.
El Santo que fue James Bond en siete películas falleció ayer a los 89 años, de cáncer. Sus hijos Deborah, Geoffrey y Christian anunciaron el fallecimiento en una emotiva carta que merece una buena cita: “Con gran tristeza tenemos que anunciar que nuestro querido padre, Sir Roger Moore, ha muerto en Suiza después de una breve pero valiente batalla contra el cáncer. El amor del que estuvo rodeado en sus últimos días fue tan grande que no puede medirse sólo en palabras”. El texto termina destacando el “apasionado trabajo con Unicef” que Moore venía desarrollando como embajador de la organización desde que, en 1991, quedó admirado por la labor que su amiga Audrey Hepburn desempeñaba en ese mismo puesto.
Moore nació y se crio en el suburbio londinense de Stockwell. Hijo único, su padre era policía y su madre, ama de casa. Fue después de sus estudios en el instituto y de una breve incursión como dibujante de historietas cuando se sintió atraído por el trabajo de actor. Aunque lo tomó bastante en serio, como lo prueban los dos cursos que siguió en la Real Academia de Arte Dramático, no dudó en sacar provecho de la ventaja que su físico le proporcionaba. De ahí que sus primeros pinitos fueran como extra cinematográfico y modelo de publicidad que igual anunciaba ropa de punto que pasta de dientes. Ya como actor, su primer agente le soltó: “No eres tan bueno, así que sonríe mucho cada vez que salgas”. Él mismo lo relataría con deportividad.
Aunque su carrera es cuantitativamente enorme, con más de 50 películas, Moore pasa a la historia del cine y la televisión por esos pocos personajes que los de más de 50 le conocen: los mencionados del 007 y El Santo, más los que encarnó en las series Ivanhoe (1958–59), Aventuras en Alaska (1959-60), Maverick (1960-61) y Los persuasores (197172, junto a Tony Curtis).
El seductor intérprete, a quien millones de personas recordarán siempre levantando la ceja izquierda o fumándose un habano, se casó cuatro veces. En 1978 dejó el Reino Unido para convertirse en exiliado fiscal y repartir su vida entre sus casas de Mónaco, Suiza y el sur de Francia. Desde los años 90 padeció algo más que achaques, como un cáncer de próstata que superó, una neumonía grave que obviamente también venció y una diabetes que le obligó a no beber más. Conservador declarado, fue un gran defensor de David Cameron y sus políticas europeas incluso en momentos de fuerte crítica interna al premier.
El propio Moore, cuyo funeral se celebrará en Mónaco, hizo el más agudo resumen de su carrera cuando dijo: “Me encantaría ser recordado como uno de los mejores Rey Lear o Hamlet de la historia. Pero, como eso no ocurrirá, estoy bastante contento de haber sido Bond”.
“Quisiera ser recordado como un gran Hamlet, pero como eso no va a pasar estoy contento de haber sido Bond”, dijo