Almas anticapitalistas
La presidenta del grupo parlamentario de la CUP, Mireia Boya, es objeto de presiones internas.
Internamente, la CUP es un juego de equilibrios constante. Es sobradamente conocido que conviven varias almas y que de entre ellas, dos organizaciones son las que tienen una mayor influencia: Poble Lliure y Endavant. Así se ha evidenciado públicamente en numerosas ocasiones, sobre todo desde que la formación consiguió diez diputados en el Parlament. Ahora, el último episodio de esta pugna tiene como protagonista a la propia presidenta del grupo parlamentario, Mireia Boya, que está siendo cuestionada y presionada por el sector cupero más reticente a los acuerdos alcanzados con el Govern para que deje de formar parte de los interlocutores y de la coordinación con Junts pel Sí y el Ejecutivo catalán.
La decisión todavía está por tomar, pero todo apunta a que el encuentro del secretariado nacional de la CUP del próximo lunes será determinante. Este grupo, nexo con JxSí, actualmente lo forman la diputada Anna Gabriel, el miembro del secretariado Quim Arrufat y la misma Boya. Las reuniones con la coalición se siguen dando hoy día en lugares diferentes. Pero el lunes, si en el encuentro del órgano ejecutivo de la formación se hace efectivo el relevo, sería Benet Salellas quien ocuparía su lugar.
Las filas próximas a Endavant –que ahora mismo cuentan con Carles Riera y Anna Gabriel en el grupo parlamentario de la CUP– están presionando en este sentido. Buscan a alguien que guarde más las distancias.
El hecho no es menor y su sustitución podría suponer un cambio en las relaciones con el Govern. En JxSí confían en Boya como interlocutora, ya que desde que a principios del 2016 ocupó el escaño en el Parlament ha mantenido un perfil más próximo al pacto y al entendimiento con el Govern del PDECat y ERC que muchos otros miembros de la formación.
Así lo ha demostrado en las reuniones periódicas que la CUP ha mantenido con los socios independentistas. Incluso hubo quien la etiquetó de “puigdemontista”, sobre todo a raíz de su reacción después de que el presidente de la Generalitat anunciara en junio que se sometería a una cuestión de confianza: “Confianza toda, Carles Puigdemont, hoy y en cuatro meses. Por la independencia, vamos”, dijo.
En cambio, el posicionamiento de Benet Salellas, el hombre para todo de los anticapitalistas, bregado en todo tipo de tareas parlamentarias y judiciales, ha ido fluctuando. Fue el más firme oponente a la investidura de Artur Mas, y ha mantenido en general una línea dura. Sin embargo, en otros momentos de la legislatura, como en la última negociación por los presupuestos, se ha mostrado más abierto al acuerdo. Por lo tanto, a pesar de ser un viejo conocido para Junts pel Sí, en caso de que se confirme su nuevo papel su participación sería toda una incógnita, y más si lo asume para sustituir a la presidenta del grupo parlamentario para acabar con su supuesta afinidad con el Govern.
Toda esta situación se produce en medio de un panorama político en que la CUP está pendiente primordialmente de que el presidente de la Generalitat anuncie la fecha y la pregunta del referéndum, pero con una fuerza negociadora rebajada tras aprobar los presupuestos del 2017. La CUP espera nuevas reuniones. Habrá que ver entonces cuál será la incidencia real de los cuperos en el Govern, tanto si Boya sigue como si Salellas ocupa su lugar como interlocutor junto con Gabriel y Arrufat. También es una incógnita la decisión que pueda tomar la presidenta del grupo parlamentario de la CUP si se confirma que queda relegada en los contactos y negociaciones con Junts pel Sí.
El secretariado podría decidir el lunes si cambia a Boya por Salellas para que medie con ERC y el PDECat