Una corta pero emotiva visita al Museo del Holocausto
El presidente Donald Trump cumplió con una de las visitas obligatorias para mandatarios extranjeros en Jerusalén y acudió ayer al Museo del Holocausto y al memorial Yad Vashem, la parada más emotiva de su viaje hasta el momento. Aunque en un principio fue criticado en el país por la corta duración de la visita –de menos de media hora, cuando la mayoría duran una hora y media e incluyen un tour privado–, el presidente pronto supo complacer a los israelíes y a los judíos estadounidenses con unas fuertes declaraciones de condena al exterminio nazi de seis millones de judíos. Consideró que el Holocausto es “la etapa más oscura de la historia” y “el crimen más salvaje contra Dios y sus hijos”, y pidió en varias ocasiones: “Nunca más, nunca más”. Junto a su esposa, Melania; su hija Ivanka, convertida al judaísmo, y su yerno Jared Kushner, cuyos abuelos sobrevivieron al Holocausto, Trump encendió una vela en una sobria ceremonia en honor de las víctimas sobre lápidas donde yacen cenizas encontradas en los campos de exterminio. Durante el evento, un coro de niños entonó una oración de recuerdo por los muertos. “Millones de maravillosas y bonitas vidas –hombres, mujeres y niños– fueron extinguidas como parte de un intento sistemático de eliminar el pueblo judío”, dijo Trump, que llevaba la kipá. “Es nuestro deber solemne recordar, llorar, apenarnos y honrar cada vida que fue arrebatada cruel y viciosamente”. El presidente recibió una réplica del álbum personal de Ester Goldstein, asesinada a los 16 años, cerca de donde se sentaba su hermana Margot, que rompió a llorar cuando Trump la saludó y le dio la mano. Antes de irse, Trump escribió un corto texto en el libro de recuerdo en letras mayúsculas: “Es un gran honor estar aquí con todos mis amigos. Es increíble y nunca lo olvidaré”. Su homólogo israelí, Beniamin Netanyahu, le agradeció un discurso que “en pocas palabras dijo mucho”.