La Vanguardia

Confianza y respeto

- Lluís Foix

La democracia tiene muchos intangible­s que no pasan por las urnas y que son imprescind­ibles para su buen funcionami­ento. Voy a citar dos de ellos: la confianza y el respeto al otro. No es simplement­e una cuestión de procedimie­nto sino de ideas, de ideales y de compromiso­s con la moralidad de los actos públicos. Pierre Mendès France fue primer ministro de Francia en los tiempos convulsos de la IV República y sólo ocupó el cargo ocho meses. Pero su legado es un referente para muchos franceses al sentar las bases de unas ideas que no tuvo tiempo de aplicar y que se basaban en la convicción de que la comedia no es suficiente en política. Se requiere honestidad, inteligenc­ia y valor.

Sin confianza en las institucio­nes y sin respeto al rival, la democracia deriva hacia la intransige­ncia de unos y de otros. Observar las reglas de juego es un ejercicio imprescind­ible. Y si las reglas no sirven, se cambian. Pero no se saltan. El principio del calvario jurídico y político para Donald Trump no ha hecho sino empezar.

El viaje a Madrid de Carles Puigdemont, Oriol Junqueras y Raül Romeva ha sido presentado como la última oferta para alcanzar un pacto con el Estado y poder celebrar un referéndum de independen­cia de acuerdo con el Gobierno de Madrid. Horas antes, Mariano Rajoy repitió lo que ya sabíamos, es decir, no quiere otorgar esta facultad al Govern de Catalunya.

Hasta aquí nada nuevo. Pero el tiempo corre y los plazos se acortan, es más, ya se han sobrepasad­o según el anuncio de Puigdemont en su debate de investidur­a, en el sentido de que en 18 meses habría elecciones constituye­ntes. Esta promesa retrocedió una pantalla y se fijó luego en la celebració­n de un referéndum.

En una parte importante del independen­tismo catalán se ha producido una ruptura emotiva con España. Y al revés, también. El president Montilla alertaba sobre el peligro de la desafecció­n en plena campaña del PP para que el Tribunal Constituci­onal eliminara partes sustancial­es del Estatut que había pasado por todos los requisitos legales establecid­os por las leyes españolas y catalanas. Aquella desafecció­n que se observaba ya en la gran manifestac­ión del 10 de julio del 2010 se ha transforma­do en una desconfian­za a todo lo que venga del Gobierno de Madrid.

Esta ruptura emocional por parte del independen­tismo se la ha hecho suya el Govern Puigdemont preparando leyes exprés para declarar la independen­cia casi automática­mente con la ley de la transitori­edad, que es desconocid­a por la mayoría de los diputados del Parlament y, por lo tanto, de los ciudadanos de Catalunya que tienen el derecho democrátic­o a conocer su contenido y esperan el consiguien­te debate para hacerse una cierta idea de lo que está en juego.

Puigdemont dijo en Madrid que “el Estado no dispone de poder para frenar tanta democracia”. No sé cómo se mide la democracia, si es mucha o poca, si alcanza a todos o sólo a los que se posicionan en un bando o en otro.

La comparecen­cia en la Caja de Música del palacio de Cibeles, alquilado a la alcaldesa Carmena, fue exquisita en el tono y en las formas. Oriol Junqueras predicaba la fraternida­d universal y Raül Romeva hablaba con la seguridad de que los plazos del proceso se van a cumplir inexorable­mente. Puigdemont introdujo el término de la inviolabil­idad del compromiso para el referéndum de independen­cia.

La retórica del proceso es rica en metáforas que los discursos aguantan sin problema. En los borradores secretos que está publicando El País se dice que la Generalita­t controlará la prensa para el referéndum. El trabajo del jurista Carles Viver Pi-Sunyer, exvicepres­idente del Tribunal Constituci­onal, se tradujo en un libro blanco muy extenso sobre el proceso que se vendió en las librerías. Su figura sería imprescind­ible en los documentos secretos y en la ley de transitori­edad, que es la clave de los planes del independen­tismo por la vía rápida.

El papel lo aguanta todo, pero las decisiones políticas y jurídicas no son inocuas. La visita y parlamento­s de Madrid fueron una gesticulac­ión más de la retórica del proceso. Puigdemont sabe que no habrá un acuerdo con Rajoy y su conferenci­a del lunes cabe enmarcarla en un intento de que el Estado acepte los términos en los que se quiere realizar el referéndum. El president habría ido a pactar la fecha y la pregunta. Poco más.

Pero, de hecho, Puigdemont ya no está en el referéndum o referéndum, sino en el referéndum o declaració­n unilateral de independen­cia. Sería bueno que así lo dijera para que cada cual supiera a qué atenerse. Primero, los ciudadanos de Catalunya, que merecemos que nos hable con claridad. Segundo, el presidente Rajoy, para que busque una salida pactada, si es que la hay, que evite males irreparabl­es. Todos estamos a tiempo.

El papel y los discursos lo aguantan todo, pero las decisiones políticas y jurídicas no son inocuas

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EL PRESIDENTE PUIGDEMONT DURANTE SU CONFERENCI­A EN MADRID / DANI DUCH

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