Incolora, inodora y cara
Una empresa vende agua mineral procedente de los témpanos de hielo de las islas Svalbard
Desde aguas minerales extraídas de manantiales alimentados por el agua de lluvia, hasta otras que provienen de fuentes a 800 metros bajo tierra, en el subsuelo de las Smokey Mountains de Tennessee, la panoplia de las llamadas aguas de lujo no tiene fin. Tanto, que incluso ha aparecido una nueva categoría, las de ultralujo, con orígenes aún más insospechados y, claro, siempre más caras. Los precios de las aguas premium se sitúan sobre los cuatro o cinco euros por litro, mientras que para las ultra se pueden llegar a pagar cantidades, en euros, de dos dígitos.
Una de estas aguas de superlujo es la que se obtiene de fundir icebergs que se recolectan –o pescan– uno a uno en las aguas del círculo polar Ártico. Concretamente, en el mar que circunda las islas del archipiélago Svalbard, en Noruega, un entorno natural protegido. La comercializa –a 94 euros la botella– la empresa Svalbardi, creada por el empresario noruegoestadounidense Jamal Qureshi, que tuvo la idea en el 2013, tras recoger agua de iceberg para regalársela a su esposa.
En principio los icebergs, y aún menos los de un espacio protegido, no tienen dueño, por lo que se podría llegar a pensar que Svalbardi se aprovecha aviesamente de un recurso natural para hacer negocio. Las cosas no son exactamente así, ya que la compañía cuenta con la autorización del gobierno de las islas. “Cuando hablamos por primera vez con los gobiernos de Noruega y Svalbard sobre nuestra idea, era tan nueva para ellos como para nosotros. Pero hemos trabajado juntos para encontrar la mejor manera para que nuestra actividad sea beneficiosa para todos”, explica Qureshi. Svalbardi sólo recoge “témpanos de hielo pequeños, que las focas y los osos polares no usan y, siguiendo los requisitos del Gobierno, fuera de las áreas protegidas”, añade el empresario.
Savalbardi dedica una semana al año a recoger el hielo –en una embarcación similar a un barco de pesca–, con el que llenan 13.000 botellas en cada expedición. Una vez se han recogido, los icebergs se llevan a Longyearbyen, en la isla de Spitsbergen, donde la compañía tiene su planta embotelladora. “Tenemos un fusor especialmente diseñado que tarda dos horas en derretir suavemente un metro cúbico de hielo. El agua sale tan pura en los análisis que, sinceramente, podría embotellarse tal y como está. Sin embargo, para mayor seguridad y para cumplir con las regulaciones noruegas, la pasamos a través de un filtro físico fino que elimina cualquier rastro de polvo. Además, le aplicamos un tratamiento ligero de rayos ultravioleta como precaución adicional contra cualquier patógeno”.
Además, Qureshi asegura que, desde el principio, todo el proceso se diseñó para que fuera respetuoso con el medio ambiente, pues dice que ellos son los primeros a los que afecta el calentamiento climático y el derretimiento de los glaciares árticos: “Los glaciares de Svalbard cubren el 60% del archipiélago y cada año se desprenden, según diferentes estimaciones, de 4,5 a 7 kilómetros cúbicos de hielo. Las cantidades en el extremo inferior de este rango han sido lo habitual durante siglos, pero el ritmo parece estar acelerándose a medida que la masa de hielo se reduce. Cada vez hay más frentes de glaciares que se han retirado hacia la tierra. Algunos, hasta el punto de que ya no vierten icebergs al mar. Si los glaciares se retiran, ya no los podemos coger”.
El agua Svalbardi cuenta con la certificación Carbon Neutral, que asegura que todas sus emisiones –“incluso el uso de las oficinas”, dice Qureshi– están compensadas. Para ello, Svalbardi apoya “un parque eólico en China, además de un proyecto de mejora de la infraestructura de agua en Uganda y Malaui, que no sólo reduce las emisiones de carbono, sino que facilita que la gente obtenga agua potable limpia”, explica el máximo responsable de la compañía.
Ahora bien, ¿todo esto vale 94 euros el litro? Qureshi dice que esta es la pregunta más fácil de responder: “Recolectar icebergs es muy caro. Para obtener una pequeña cantidad de agua, que una gran empresa podría producir en una hora, nosotros alquilamos un barco durante una semana en uno de los lugares más remotos de la tierra. La ubicación hace que todo, desde el trabajo hasta el transporte y la logística, sea extremadamente caro. Y, por supuesto, todos los pequeños extras que hacen al producto especial son caros: las certificaciones medioambientales o los envases de alta calidad”.