La linterna mágica ilumina en el TNC la dictadura de la imagen
“El mundo de la imagen nos está absorbiendo, esclavizando”. Lo asegura Xavier Martínez, director de Lucis et umbrae, un espectáculo multidisciplinar con teatro, música y magia que mañana se estrena en el TNC. Y que nació de la idea de un ilusionista, de Sergi Buka, quien hace veinte años quedó fascinado como tantos otros, como Bergman, por un aparato predecesor del cinematógrafo: la linterna mágica, con la que el mundo comenzará a ver las imágenes proyectadas en forma de imagen filmada... aunque, eso sí, con apenas dos fotogramas por segundo, y no con 24. Una linterna mágica con la que, dice Martínez, comienza el mundo de la imagen que reina hoy. Por eso han querido reflexionar con ella sobre el actual imperio de la imagen, sobre el mundo “atragantado de imágenes” en el que habitamos.
La dramaturga Victoria Szpunberg ha creado para Lucis
et umbrae una historia de resonancias míticas: las protagonistas son tres hermanas, tres moiras, tres hiladoras del destino cuyo padre les regala un calidoscopio y se pierden en el huracán de la historia. Irán a tres épocas diferentes: el mundo de la linterna mágica; un presente que no es hoy, porque aún no se ha dado toda la revolución tecnológica, pero en el que se vislumbra un futuro como el 2017 en el que en un solo día se generan tantas imágenes como en todo el siglo XX; y un futuro onírico.
Una historia narrada en escena con la actriz Rosa Serra, el músico Jordi Sabatés y con la linterna mágica y la magia de Sergi Buka, quien utiliza por fin las placas pintadas sobre vidrio que ha ido comprando estos años y que se empleaban con la linterna mágica. Un aparato con el que a finales del siglo XVIII y en el XIX, cuenta Martínez, se popularizó el género de la fantasmagoría, algo así como las películas de terror actuales: se proyectaban imágenes de espíritus en movimiento en una sala oscura, espíritus a los que se invocaba y con los que se hablaba. En Lucis et umbrae realizan justamente una interpretación de lo que era una fantasmagoría. Pero, concluye Martínez, “si en el siglo XVIII se invocaban mundos sobrenaturales con este sistema de proyección, la fantasmagoría propia de hoy es que estamos invocando continuamente un mundo de imágenes que somos nosotros mismos, nuestra propia imagen”.