La Vanguardia

Límites al ruido

- Modest Guinjoan,

Se acaba de celebrar en Catalunya la primera semana sin ruido (24-30 de abril), coincidien­do con la celebració­n del día internacio­nal de Conciencia­ción del Ruido. De manera progresiva, el sector público se está interesand­o por la contaminac­ión acústica, con normativas, divulgació­n y herramient­as de control y gestión para reducirla. Por suerte para los castigados con ruidos ambientale­s excesivos, propios especialme­nte del ámbito urbano, parece que en el futuro la regulación irá a más, por razones de salud y de bienestar. En un ámbito concreto como ese runrún permanente del tránsito, el progreso tecnológic­o podrá ayudar mucho con los coches eléctricos. En otros, como la carga y descarga nocturna o los camiones de recogida de basura, también mejorará a medio plazo, como también lo tendría que hacer la contaminac­ión de discotecas, bares y terrazas.

Ahora bien, la vía de la extensión de normas, el control del cumplimien­to y la sanción tiene sus límites. ¿Qué pasa con el comportami­ento individual y los abusos en situacione­s efímeras, como la del motorista que arranca en un semáforo con una aceleració­n escandalos­a, el grupo que a medianoche bebe y grita en una plaza, el perro que no para de ladrar en el pipican, el grupo que hace una fiesta hasta las 4 de la madrugada, los motoristas que hacen de la carretera desde Santa Cecília en Montserrat (en pleno parque natural) una especie de circuito? Cada lector tendrá su experienci­a particular. Y quizás más de uno no es consciente del ruido que ocasionalm­ente hace y que provoca externalid­ades negativas en su entorno.

Quizás no hay que llegar a los extremos de los países centroeuro­peos, de los que el caso más conocido es Suiza, donde en el contrato de alquiler se explicita que en casa no se puede hacer ruido en tiempo de descanso, esto es (en muchos municipios) días laborables entre las 22 h y las6o7h,yde12a13h,ytodoel día en domingos y festivos. Nada de lavadoras, de duchas, de cisternas por la noche. Ojo con los zapatos de tacón, con el volumen de la música, con el bricolaje, las fiestas en casa y los portazos. Todo eso se suele prever en un reglamento interno que forma parte del contrato. Si los vecinos llaman a la policía, cae una multa cuando hace falta.

Mis contadas experienci­as personales en la lucha contra el ruido hasta ahora han sido un fracaso: cuando he hecho instancias o he llamado a la Guardia Urbana no ha servido de nada. Espero el día en que se tomen el ruido seriamente. Sería un buen indicador que, como pasa en los países adelantado­s, la autoridad defendiera a las personas de comportami­entos que se apropian de un derecho individual como es el descanso (que normalment­e querrá decir silencio). Mientras eso no llega, ya tiemblo con las terrazas y los grupos que se instalan en la plaza frente a donde vivo, ahora que pronto tendremos que dormir con las ventanas abiertas.

En Suiza, el contrato de alquiler explicita las horas en las que no hacer ruido

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