El ejército toma las calles del Reino Unido para aplacar la sensación de inseguridad
Ya son siete los detenidos, entre ellos el padre y el hermano del suicida, por el atentado de Manchester, que la policía atribuye a una célula yihadista
Las calles de Londres y de varias ciudades inglesas amanecieron ayer con fuerte presencia de soldados armados. La sucesión de atentados ha provocado una sensación de inseguridad que el Gobierno de Theresa May intenta combatir con el ejército. Las vidas truncadas de adolescentes, jóvenes y madres asesinados en Manchester han provocado especial conmoción.
Un solo atentado, sea donde sea, ya es demasiado. Pero dos en otros tantos meses –primero en Londres y luego en Manchester– han provocado una crisis política en el Reino Unido, y han llevado al Gobierno de Theresa May a elevar el nivel de alerta antiterrorista a “crítico” y a desplegar soldados en las calles de las ciudades británicas por primera vez en una década. Además en plena campaña electoral, a sólo quince días de las elecciones del 8 de junio.
El impacto psicológico del golpe de Manchester ha sido enorme, no sólo por el número de víctimas mortales (22) y el hecho de que muchas sean niños y adolescentes, sino también porque todo apunta a que se ha tratado de una acción cuidadosamente elaborada, llevada a cabo por una célula algunos de cuyos elementos no han sido todavía identificados ni detenidos, y de que un “fabricante de bombas” podría estar libre en cualquier rincón del país, preparando nuevos artefactos de terror con la precisión de un relojero suizo.
En medio de una enorme sensación de inseguridad y crisis, el ejército ha salido a la calles por primera vez desde el 2007, cuando se produjeron los atentados fallidos con coche bomba contra un club nocturno de Piccadilly y el aeropuerto de Glasgow. Un millar de soldados fueron apostados ayer delante de Downing Street, el palacio de Buckingham, el Parlamento de Westminster, las principales embajadas extranjeras en Londres y estaciones de metro y de tren, como elemento de disuasión a potenciales terroristas mientras se persigue a los responsables de la masacre del lunes por la noche en la segunda ciudad del país. De esa manera, además, las fuerzas policiales de élite quedan liberadas de misiones rutinarias de vigilancia para dedicarse a buscar a los culpables.
En total han sido detenidos ya en Inglaterra siete sospechosos de formar la célula que perpetró el golpe o estar relacionados de alguna manera con ella. Uno es hermano del suicida que se inmoló, y los demás, integrantes de la comunidad libia del condado de Lancashire. Agentes con la cara cubierta con pasamontañas irrumpieron de buena mañana en un edificio de Granby Row, en pleno centro de Manchester, cerca de la estación de Piccadilly, y se llevaron a tres individuos. Un cuarto hombre fue arrestado en Wigan. El padre del terrorista y otro hermano suyo más joven que él, Hashem, fueron capturados paralelamente en Trípoli (Libia). Según fuentes de inteligencia norteamericanas citadas por la cadena de televisión NBC, algunos miembros de la familia al parecer avisaron a los servicios de seguridad británicos de la radicalización de Salman Abedi y del peligro que constituía, pero sus advertencias cayeron en saco roto. “Es imposible detener a todas las personas que aparecen en nuestro radar, carecemos de los medios para ello y tenemos por tanto que ser bastante selectivos”, ha explicado la ministra de Interior, Amber Rudd.
Nunca se puede predecir el impacto político de una crisis de seguridad, aunque en este caso daría la impresión de favorecer a Theresa May, dada la desconfianza de los votantes británicos en la única persona que la puede sustituir en Downing Street, el líder laborista Jeremy Corbyn. Sin embargo, hay varios elementos de la actual situación que preocupan con razón al Gobierno: la rápida sucesión de dos atentados espectaculares en Londres y Manchester, que en ambos casos sus responsables fueran “conocidos” de Scotland Yard, y que los servicios de inteligencia de países amigos e importantes aliados como Estados Unidos y Francia filtraran información a la prensa sin contar con Londres, una pequeña afrenta. El senador demócrata Chris Coons ha aprovechado para criticar el amateurismo de la Administración norteamericana y preguntarse en voz alta “si tiene la más mínima idea de lo que significa compartir información clasificada, máxime después de facilitar a Putin secretos que le había proporcionado el Mossad israelí. Siete detenidos en el Reino Unido y dos más en Libia, entre ellos el padre y dos hermanos
Fuentes de la CIA divulgaron la identidad de Salman Ramadan Abedi cuando las autoridades británicas pretendían mantenerla en secreto por lo menos treinta y seis horas más para investigar a una serie de sospechosos antes de que se dieran cuenta de que estaban en el punto de mira, e informaron de que llevaba en un bolsillo una tarjeta de crédito con su nombre. Al mismo tiempo, el ministro del Interior francés, Gérard Collomb, declaró a la televisión de su país que Abedi había estado recientemente en Trípoli, y tal vez también en Siria. Analistas y expertos de seguridad han indicado que el padre de los hermanos Abedi perteneció al Grupo Islámico Combatiente Libio, la matanza de muchos de cuyos simpatizantes en la prisión de Abu Salim fue uno de los gérmenes de la revuelta en el país mediterráneo. Aunque ha condenado la violencia y proclamado la inocencia de sus hijos antes de ser detenido, ello podría ayudar a explicar la ra-
dicalización de la familia. Mientras la presencia de tropas en las calles de París y Bruselas se ha vuelto “normal” desde los atentados en esas ciudades, Londres hasta ahora había resistido esa tentación para transmitir un aire de normalidad y de desafío al terrorismo. Pero Theresa May, que no hay que olvidar que fue durante ocho años la ministra del Interior, no ha dudado en adoptar una línea similar, como ya hizo Tony Blair en el 2003 al enviar los tanques al aeropuerto de Heathrow como medida disuasoria (una decisión, por cierto, que algunos de sus muchos enemigos todavía le critican).
De la noche a la mañana, la presencia de casi mil soldados en las calles, con la posibilidad de ser ampliados a 3.800 si hace falta, ha alterado el paisaje urbano y el ambiente de la capital inglesa. En un país con tradición de gran respeto a las libertades individuales, se han multiplicado los controles aleatorios de identidad tanto a peatones como vehículos, la inmensa mayoría dirigidos a miembros de la amplia comunidad asiática, con el consiguiente peligro de que sea aún más estigmatizada a pesar de que la inmensa mayoría de los musulmanes del Reino Unido tienen la misma actitud de rechazo al terrorismo que los cristianos, judíos o ateos. El cambio de guardia en el palacio de Buckingham ha sido suspendido hasta nueva orden, y la rúa de los jugadores del Chelsea por la calles de la capital para celebrar el título de liga sido anulada. La final de Copa entre ese mismo equipo y el Arsenal el sábado contará con una presencia militar sin precedentes en el estadio de Wembley y sus alrededores, y la crisis terrorista afectó a los preparativos del Manchester United para su partido de Liga Europa anoche en Estocolmo contra el Ajax de Amsterdam.
Las autoridades han identificado ya a las 22 víctimas mortales del atentado. Entre ellas figura un matrimonio polaco, y una policía de Cheshire que no se encontraba de servicio, y cuyo marido e hijas se encuentran graves. Varios de los más de sesenta heridos están en estado crítico, y a otros se les han amputado piernas y brazos. Mientras los británicos asumen lo mejor que pueden la magnitud del mayor ataque terrorista desde julio del 2005, el Gobierno les advierte de que podrían producirse otros, y las calles de Londres y Manchester se militarizan a un par de semanas de unas elecciones (la campaña se reanuda hoy) que serán como un segundo referéndum sobre el Brexit, y en las que la ruptura radical con la Unión Europea seguramente ganará todavía con mayor rotundidad que hace un año.