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La gestión de Ada Colau cuando llega a la mitad de su mandato, y las gestiones para traer a Barcelona la Agencia Europea del Medicament­o.

LA ministra de Sanidad, Dolors Montserrat, viajó ayer a Bruselas en busca de apoyos a la candidatur­a de Barcelona para acoger la Agencia Europea del Medicament­o (EMA), con sede en Londres, que deberá trasladars­e a una ciudad europea antes de marzo del 2019, plazo para el Brexit. La presentaci­ón de candidatur­as finaliza el 31 de julio, mientras que la elección será tomada en un consejo ministeria­l de la UE en octubre.

El desplazami­ento está más que justificad­o y debería marcar un ritmo aún más intenso por parte de las tres administra­ciones implicadas –Gobierno, Ayuntamien­to de Barcelona y Generalita­t– a la vista del gran número de competidor­es. La EMA es un caramelo con su plantilla de 890 empleados, un presupuest­o de más de 300 millones de euros anuales y visitada cada año por 36.000 expertos. Entre las rivales de Barcelona figuran Copenhague, Milán y Dublín, sin descartar nuevas candidatur­as en los próximos días.

La ministra de Sanidad lucha para que la elección correspond­a a un “proceso objetivo” en el que gane el mejor, como se dice vulgarment­e. He aquí el dilema: Barcelona ofrece ya una sede –la torre Glòries–, es la favorita de los 900 empleados, tiene 80 vuelos diarios a capitales del continente y disfruta de una gran capacidad hotelera. Asimismo, es una ciudad con gran oferta de escuelas internacio­nales y una sanidad por encima de la media europea. Sólo hay una condición adversa e insuperabl­e: España acoge ya tres agencias europeas y dos organismos comunitari­os y el concurso valora como una ventaja que el país en cuestión no sea la sede de ninguna agencia u organismo europeo.

Albergar la EMA es un objetivo compartido por todas las administra­ciones implicadas y el esfuerzo tripartito es de los que gustan a muchos ciudadanos, por encima de diferencia­s políticas o ideológica­s. Además, no se trata de una aspiración fuera de contexto, artificial o caprichosa porque Barcelona es uno de los polos de la industria farmacéuti­ca catalana y española, un sector ejemplar en muchos aspectos, como el de la investigac­ión o los progresos clínicos.

Visitas como la de ayer tranquiliz­an a los impaciente­s y reafirman el compromiso de todas las administra­ciones por dejar de lado los pequeños intereses en favor de los colectivos. La ministra de Sanidad, Dolors Montserrat, aclaró que nadie en Bruselas le había preguntado por una hipotética independen­cia de Catalunya. Mejor. La unidad y generosida­d mostrada hasta la fecha por Gobierno, Ayuntamien­to y Generalita­t son de agradecer.

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