PROTECTORES GÁSTRICOS: USOS Y ABUSO
Los médicos salen en defensa de la efectividad de los fármacos inhibidores de la bomba de protones y alertan del exceso de prescripciones inadecuados y, sobre todo, del mal uso de los pacientes para evitar la acidez.
“El motivo de que se receten más de un 70 % por encima de la media europea está relacionado con una prescripción inadecuada“
En un sinvivir. Así están desde hace años las personas que, debido a problemas gástricos como la enfermedad de reflujo gastroesofágico (ERGE), toman diariamente alguno de los llamados fármacos inhibidores de la bomba de protones (IBP). “Después de todo lo que se ha dicho, llega un punto que ya no sabes si sería mejor prescindir del fármaco, aunque en mi caso no es tan sencillo, sufro ardor y acidez prácticamente a diario, y es muy molesto...”. Quien habla es Pedro, de 60 años, con ERGE -una enfermedad con una prevalencia del 15 % en España- diagnosticada desde hace más de una década y alude a las noticias publicadas en los últimos tiempos relacionando el consumo continuado de los IBP con algún tipo de enfermedad. Por recoger solo algunas, se ha dicho que provoca daños en el riñón, aumenta el riesgo de padecer neumonía e incluso el riesgo cardiovascular. Pedro, como tantos otros pacientes que sufren de ERGE, no tiene más remedio que tomar prácticamente cada mañana en ayunas una IBP si quiere llevar una vida normal y no sufrir, por ejemplo, ataques de tos seca en mitad de la noche, provocados por las bocanadas de ácido. El músculo situado al final del esófago no se cierra adecuadamente, lo cual permite que el contenido del estómago regrese, o haga reflujo, hacia el esófago y lo irrite. No solo eso. La especialista en Aparato Digestivo del Hospital Vall d’Hebron, Carmen Alonso-Cotoner, explica que esa agresión constante del ácido transforma la mucosa esofágica en una mucosa similar a la del estómago y predispone al desarrollo de otras enfermedades más graves.
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Tanto Alonso-Cotoner como el experto del Comité de Excelencia Clínica de la Sociedad Española de Patología Digestiva (SEPD), Cristóbal de la Coba Ortiz, defienden sin fisuras el uso de los IBP -“son los agentes inhibidores de la secreción gástrica más potente disponibles en la actualidad”, apunta de la Coba Ortizy coinciden en su diagnóstico sobre la polémica suscitada alrededor de estos fármacos. Abuso, tanto de prescripciones médicas como del propio consumo del paciente. Su precio y la posibilidad de comprarlo sin receta ha favorecido la automedicación. Solo así se explica que el omeoprazol, el más conocido de los cinco IBP que se comercializan hoy en España -lansoprazol, pantoprazol, rabeprazol y esomeprazol completan la lista- sea el fármaco más vendido. Pese a un ligero descenso de ventas, en 2015 se dispensaron un total de 52.300.620 unidades, una cifra muy superior a la media europea. “El motivo de que se prescriban un 70 % por encima de la media europea muy probablemente esté relacionado con la prescripción inadecuada”, apunta el médico de la SEPD. Los médicos asumen una parte de responsabilidad en estas cifras y explican que el problema es que durante años se ha considerado que los IBP eran fármacos inocuos y se los ha conceptualizado erróneamente como ‘protectores de estómago’. “Muchas veces se prescriben en pacientes que simplemente comentan al médico que ciertos medicamentos le sientan mal”, explica el médico especialista en medicina familiar, Enrique Peña. Alonso-Cotoner matiza que únicamente estaría justificado prescribirlos asociados a la toma de aniinflamatorios o esteroides “en pacientes mayores de 60 años, con antecedentes de úlcera o hemorragia digestiva, con muchas enfermedades asociadas o uso concomitante de anticoagulantes o antiagregantes”. Un uso abusivo en estos casos sí puede acarrear problemas de salud. ¿El principal? Que con la automedicación puede estar retrasando el diagnóstico de otras enfermedades.
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Entre el ruido mediático y la creencia sobre la utilidad de los IBP, a los médicos no les queda otra que hacer mucha pedagogía con el paciente. Por un lado, para calmar a pacientes como Pedro que necesitan tomarlo y, sin embargo, temen hacerlo. “Les explico que son seguros y que los estudios que han relacionado el uso continuado del fármaco con efectos adversos potencialmente graves encuentran relaciones muy débiles”, señala Alonso. Por otro, con pacientes que lo usan como un protector estomacal para prevenir en días de excesos. “Lo vamos cambiando y vamos concienciando a la población, pero a veces resulta difícil explicar que solo por el hecho de tomar medicamentos, no tienen por qué tomar también IBP”, argumenta Peña.