La Vanguardia

Mejor no llamarse Stalin

ALEXÁNDER BURDONSKI (1941-2017) Director teatral ruso

- GONZALO ARAGONÉS

Este 24 de mayo falleció un hombre que llevaba el teatro en las venas, y al que había dado casi toda su vida desde que estudió dirección teatral en la Academia de Arte Dramático de Rusia (GITIS, en sus siglas en ruso). Alexánder Burdonski era un excelente director teatral, ligado durante casi toda su carrera al Teatro Central del Ejército Ruso, donde comenzó a trabajar en 1971, poco después de terminar sus estudios. “Se ha ido un hombre que sabía todo sobre teatro”, le han elogiado sus compañeros de profesión. “Sus ensayos no eran sólo meras ocupacione­s profesiona­les, sino pensamient­os vitales. Enseñó a muchos actores jóvenes que le adoraban”, ha dicho la actriz Liudmila Chursina.

Pero por las venas de Burdonski también corría parte de la historia de su país. Era nieto del líder soviético Iósif Stalin, con quien sin embargo no tuvo ningún contacto.

El padre de Burdonski, el teniente general de aviación Vasili Stalin, era el segundo hijo del dictador soviético. La relación entre padre e hijo siempre fue tirante, lo que podría explicar la escasa relación entre abuelo y nieto. De hecho, en una entrevista en la televisión rusa Burdonski dijo en una ocasión que en vida sólo le había visto de lejos. “Le veía durante los desfiles militares de mayo y noviembre desde las tribunas. De cerca sólo le vi tumbado en el ataúd”, recordó.

Burdonski decidió tomar el nombre de soltera de su madre, Galina Burdónskay­a, en 1954, un año después de la muerte de Stalin, para, según sus palabras, dedicarse al teatro sin sobresalto­s.

Para el director, Stalin era “un personaje shakespear­iano, que combinaba la grandeza y la locura”. En su juventud, era para él una figura muy negativa, pero después reconoció el papel de Stalin como un personaje histórico del siglo XX, a pesar de la tiranía y la brutalidad de su gobierno.

En diciembre del año pasado falleció el también nieto de Stalin Yevgueni Dzhugashvi­li, que era hijo de Yákov, el primogénit­o del líder soviético. Al contrario que Burdonski, Dzhugashvi­li era un acérrimo defensor de su abuelo. Cuando el periódico ruso Nóvaya Gazeta describió al dictador como un “caníbal sangriento” llevó a la publicació­n a los tribunales, y llegó ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, aunque terminó perdiendo. En una entrevista con

La Vanguardia en el 2009, Dzhugashvi­li aseguraba que “sobre Stalin van a hablar más y durante más tiempo que sobre Alejandro Magno, Bismarck y cualquier otra figura histórica”.

Alexánder Burdonski nació en 1941 en Kúibishev (actual Samara). Tras terminar sus estudios en el GITIS, en 1971 el director Anatoli Efros le ofreció el papel de Romeo en el una representa­ción en el Teatro dramático de Málaya Brónnaya de Moscú. Pero tres meses después María Knébel, discípula de Stanislavs­ki, le llamó para integrarse en el Teatro Central del Ejército Soviético. Se le encargó poner en escena

El que recibe las bofetadas, una obra del escritor expresioni­sta ruso Leonid Andréiev (18711919). Tras los buenos resultados el director del centro, Andréi Popov, propuso que Burdonski se quedase en el teatro, que se convirtió en su casa profesiona­l para el resto de su vida.

Durante su carrera en el teatro, puso en escena obras clásicas como La dama de las camelias, de Alejandro Dumas hijo; La caída de Orfeo, de Tennessee Williams; Vassa Zheleznova , de Maxim Gorki; El mandato ,de Nikolái Erdman; La gaviota ,de Antón Chéjov, o La invitación al

castillo, de Jean Anouilh, entre muchas otras.

Además, Burdonski también representó algunos de estos espectácul­os en Japón. Y durante años también fue profesor en su antigua escuela teatral, el GITIS. En el momento de su muerte tenía 75 años.

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KMIT / AFP

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