Panorama antes de la final
Llega borrosa la final de Copa, desprovista de la previa futbolera correspondiente, oculta bajo una catarata de hechos extradeportivos que han conmocionado al FC Barcelona y (oh, maldición) a su entorno. Es cierto que si hay un club acostumbrado al movimiento sísmico permanente ese es el Barça, de hecho los mejores años de la entidad han coincidido con sus peores guerras intestinas, pero esta semana se ha querido batir el récord, y con éxito teniendo en cuenta la concentración y la gravedad de lo sucedido.
La noticia de la prisión incondicional para Sandro Rosell, que ayer pasó su segunda noche en la cárcel de Soto del Real, no puede ser relativizada, ni por supuesto justificada aludiendo a una mano negra que no da para tanto. La presunción de inocencia debe imperar, pero en lo que respecta al Barça la paradoja ética que supone entender que quien más énfasis puso en cumplir las leyes esté acusado de blanqueo de dinero en cantidades industriales es incomestible. Pide la oposición, agrupada en torno a Joan Laporta, vencedor moral en la causa judicial por la acción de responsabilidad, que se investiguen los contratos firmados entre el club y Qatar, y ahora mismo la actual junta debería acceder en aras a una transparencia que Rosell, atendiendo al auto de la jueza, se saltó al afirmar que abandonaría sus negocios mientras fuera presidente. Mintió.
La velocidad con la que Laporta y los integrantes de la junta más fieles han reaparecido en los medios ha sido de manual, seguida con emoción por sus seguidores más acérrimos y con afectación retroactiva por los exonerados, pero pretender que su mensaje victimista cale entre quienes no son ni fueron nunca su rendida, y cada vez más reducida claque será más complicado. Laporta proclamándose como referente moral solo puede provocar una media sonrisa. También han intervenido para comentar la jugada los otros excandidatos en las últimas elecciones, Toni Freixa y Agustí Benedito, reclamando un esclarecimiento de los hechos. El primero está investigado en el asunto de los columbarios; el segundo pasará a la historia como el hombre que prometió un patrocinio de unos dividendos nunca antes contemplados (de 70 a 80 millones de euros) gracias a la bebida energética Flight Without Wings, de la que no ha sido divisada una triste lata. Quien esté (presuntamente) libre de pecado, que tire la primera piedra.
En medio de este lodazal, destinar la mirada hacia el césped tampoco resulta edificante al cien por cien, y no tanto porque el juego del equipo haya perdido un peldaño en energía, sentido colectivo y diversión, sino porque Messi, tan admirado, no es el ciudadano ejemplar que quisimos que fuera. Emplear la óptica del agravio en comparación con Cristiano Ronaldo es más que razonable (será un escándalo mayúsculo que no condenen al portugués), pero ha llegado la hora de limitar el elogio a los
Si hay un club acostumbrado al movimiento sísmico permanente, ese es el Barça, pero todo tiene un límite
La directiva, a la que se pide ya la dimisión, deberá virar fuerte si no quiere estrellarse la temporada próxima
futbolistas a su habilidad con el balón y nunca más a su presunta sensibilidad social, pura propaganda en muchos casos.
Veremos cómo va hoy la final de la Copa. España entera va con el Alavés, así que al Barça le toca ejercer el papel de poderoso y cumplir con el pronóstico. Si gana obtendrá un merecido premio a una temporada que no ha sido “muy buena” como dijo Bartomeu pero tampoco mala. Si pierde proliferarán los memes a escala estatal durante unos días, peaje soportable con el paso del tiempo, pero se enrarecerá todavía más el clima local.
La junta directiva actual, a la que se pide ya la dimisión desde algunos foros, deberá virar fuerte y a tiempo si no quiere estrellarse la temporada próxima. Asumido extraoficialmente el relevo de Luis Enrique por Ernesto Valverde, queda ahora lo más difícil: dotarle de un entorno fuerte, lejos de la tibieza de la que se abusa en la actualidad. El futbolista debe perder poder en beneficio del nuevo técnico, que seguramente (por higiene interna) deberá tomar alguna medida impopular. Josep Maria Bartomeu, alérgico a la confrontación, no puede seguir tomando decisiones pensando en el qué dirán. Este verano, suceda lo que suceda esta noche en el Calderón, aparece como crucial. El tercer año del mandato de Bartomeu es clave. Que el Camp Nou aplauda comprensivamente tras la eliminación de la Champions o después de perder la Liga es un fenómeno admirable pero con fecha de caducidad.