Latorre, liberado del Everest tras sus 14 ochomiles
El alpinista de Vic se erige en el primer catalán que culmina los 14 ochomiles
En el campo base nepalí del Everest se ve de todo. La realidad supera ampliamente la ficción. No es un tópico que un puñado de aspirantes a llegar al techo del mundo sea incapaz de calzarse los crampones sin la ayuda de su sherpa. Candidatos con nula experiencia. Y luego aflora una minoría de alpinistas de verdad. Entre ellos, Yannick Graziani, Ralf Dujmovits, Hans Wenzl, Elisabeth Revol... y Ferran Latorre, que a las ocho de la mañana de ayer (casi cuatro horas menos en España) se alzaba como el primer catalán que culmina los 14 ochomiles del planeta, aunque en esta ocasión con oxígeno embotellado en el último tramo de la ruta de la vertiente sur. El deportista de Vic, de 46 años, se liberaba así por fin del Everest, cima que había intentando conquistar seis veces sin 0 . A la séptima fue a la vencida.
“Estoy liberado, contento, no todos los días se sube el Everest, ni se acaban los 14 ochomiles... Pero ahora mismo de lo que tengo ganas es de abandonar este infierno del collado sur”, manifestaba ayer a La Vanguardia mientras esperaba que su compañero, el austríaco Hans Wenzl, regresara de la cumbre. El plan A de Latorre era intentarlo sin 02, pero si el panorama se torcía, en esta ocasión no pondría reparos en recurrir al oxígeno. “No ha sido fáde cil, he andado una hora y enseguida he visto que no era mi día, además ya comenzaban a caer copos de nieve, mal presagio”. De los cuatro integrantes de la expedición que el viernes, poco antes de las diez de la noche, partieron del campo 4 (C4), a 7.950 metros, dos de ellos, Graziani y el sherpa Dawa Sangay, se dieron la vuelta a los 8.500 metros. El primero, por el frío extremo, y el segundo, por un fallo en el suministro oxígeno. Graziani, Revol, Dujmovits... no han conseguido coronar el Everest mientras decenas de personas con escasísima experiencia, pero con el apoyo de sherpas, cuerdas fijas y oxígeno a las primeras de cambio sí se irán de Nepal con la cumbre en el bolsillo.
Latorre coronó los 8.848 metros a las ocho de la mañana. En total precisó unas diez horas para superar los 900 metros de desnivel entre el C4 y la cima. Y a esa hora, a las ocho, comenzaban las confusiones. Los numerosos aficionados que seguían su evolución a través del dispositivo GPS cantaban victoria y lanzaban felicitaciones cuando el aparato situó al alpinista en los 8.848 metros. Pero la alegría se tornó desconcierto. Los gestores de esta herramienta que documentó su ascensión, y que hacia las ocho marcó cumbre, evitaron corroborar la cima aludiendo que “la altura máxima recibida ha sido de 8.812 metros, pero ha habido 34 minutos durante los cuales no hemos recibido datos”. ¿Es durante esta media hora cuando pisó el punto más alto? Así que no fue la última tecnología la que avaló el triunfo de Latorre. Tuvieron que pasar más de tres horas, las que empleó el alpinista para regresar al C4 y anunciar que sí, que sí había disfrutado brevemente de la cima a las ocho.
El compañero de Latorre, Hans Wenzl, que iba a un ritmo más lento al no utilizar oxígeno embotellado, regresaba al C4 pasadas las seis de la tarde. Otra buena noticia.
Latorre, Wenzl, Graziani y Dawa Sangay, además de cerca de una treintena de sherpas y alpinistas extranjeros, han aportado un valor añadido a su expedición, la participación en un estudio científico liderado por el hospital de Sant Pau y financiado por la Fundació Bancària la Caixa. La investigación pretende determinar los mecanismos fisiológicos de adaptación a la altura en base a la expresión del genoma de montañeros de distintos países y de
los sherpas, que se han sometido a análisis de sangre y a todo tipo de pruebas antes y después de superar cono mínimo los 7.000 metros. El objetivo es avanzar en el diagnóstico y tratamiento de patologías respiratorias como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).
Con las cimas de ayer de Latorre y Wenzl, por la cara sur; las de Adrian Ballinger y Cory Richards, por la norte, entre otras, la temporada del Everest ha llegado a su recta final, con permiso de Kilian Jornet, de quien a la hora del cierre de
A LA SÉPTIMA El alpinista de Vic ya había intentado coronar la cima hasta en seis ocasiones sin oxígeno
esta edición ni se había confirmado ni desmentido que hubiera emprendido un segundo intento de récord. Billi Bierling, una de las asistentes de la nonagenaria Elizabeth Hawley, más conocida como la notaria del Himalaya, sí apuntó ayer en Katmandú que ve poco probable asistir a más ascensos con la inminente llegada del monzón. Bierling vive su época más ajetreada del año, yendo de hotel en hotel, de café en café, entrevistando a los alpinistas que han coronado algún ochomil del Himalaya. Su misión: corroborar que dicen la verdad. Pero la verdad, al igual que el alpinismo más auténtico, no está ni mucho menos asegurada.