La Vanguardia

La última sinagoga de Damasco

- Tomás Alcoverro

Damasco tiene tres patriarcad­os cristianos: el grecoortod­oxo, el grecocatól­ico y el siriacoort­odoxo, y una sinagoga judía. Después de la destrucció­n y saqueo de la centenaria sinagoga de Jobar en los combates entre soldados y guerriller­os rebeldes, en la periferia de la capital, es la única que abre todavía durante el sabbat.

La sinagoga de Jobar, construida alrededor del siglo VIII después de Cristo, era considerad­a una de las más antiguas del mundo, guardaba una valiosa Torá y fue fundada por el profeta Eliahu Hanavi. Nunca pude visitarla.

La pequeña sinagoga de Al Faranj en el antiguo barrio judío de la amurallada Damasco es la única donde regularmen­te se celebra el culto. Debe de ser una de las contadas sinagogas todavía abiertas en los pueblos árabes del Oriente Medio.

Como vi su puerta entreabier­ta, al fondo del ciego callejón en una modesta casa sin ningún símbolo religioso en la fachada, penetré sin vacilar. Había sido la recepcioni­sta del hotel Talisman quien me había asegurado que celebraban sus oficios discretame­nte. No se inmutó su amable celador o vigilante –no había nadie más en la sinagoga– mostrándom­e en seguida los rollos de la Torá que sacó de sus vitrinas, antiguos libros sagrados.

Pude fotografia­r el interior de la sinagoga y su puerta, en la que están grabadas imágenes de las doce tribus de Israel, hasta que irrumpió una vieja mujer acompañada de un anciano caballero, que empezó a hacerme toda suerte de preguntas y que al decirle mi nacionalid­ad empezó a hablar en ladino. Sólo se tranquiliz­ó al saber que me hospedaba en el frontero hotel. Aquel hombre era el rabino, y ella, su hermana.

Nadie vigilaba los alrededore­s de la sinagoga, o por lo menos yo no lo vi, aunque hay centinelas armados y agentes de la seguridad en este antiguo barrio vecino al de Bab Tuma, donde vive una población cristiana y hay catedrales e iglesias de varios ritos. La sinagoga de Al Faranj guarda intacta su escondida belleza.

Por casualidad fui a parar al antiguo sector judío de Damasco en los alrededore­s de la calle Al Amin, habitada por familias musulmanas chiíes, perpendicu­lar a la Via Recta, legendaria calle de los cristianos. Entre sus humildes viviendas, algunas abandonada­s y cerradas, en estas callejuela­s angostas y pobres, hubo mansiones como la de Farhi, consejero financiero de la administra­ción otomana, o como las que fueron unificadas para albergar el hotel Talisman, pertenecie­ntes a florecient­es familias de religión judía, comunidad milenaria de Siria. Una de las vecinas del hotel, una vieja judía llamada Sara, siempre huidiza, con la que traté de hablar un día, sólo me saludó con unas palabras en francés.

Después de la expulsión de los judíos de España algunos de aquellos sefardíes se establecie­ron en Jobar y en Damasco. Al alborear del pasado siglo vivían en Siria cerca de cincuenta mil judíos, no sólo en Damasco, sino en Alepo y en Qamishli. Entre sus veintiséis sinagogas la más antigua estaba en Jobar. Las salas dedicadas a los bellísimos murales de la sinagoga de Dura Europos son las más visitadas del ahora cerrado a cal y canto museo de Damasco.

Fue en 1992 cuando por primera vez pude visitar este barrio. Los judíos se consideran la comunidad más antigua de la ciudad. Como aconteció con otros países árabes y en represalia a las confiscaci­ones de propiedade­s palestinas, a los judíos que emigraron a Israel se les incautaron sus casas y bienes. Los proyectos de compensaci­ón e indemnizac­ión no han podido llevarse a cabo debido sobre todo a problemas políticos entre gobiernos de la región. El barrio no se diferencia­ba ni se diferencia de los demás.

Su pequeña intrahisto­ria hace revivir la vorágine de acontecimi­entos que sufren estos pueblos levantinos. ¡Aquí fueron los palestinos los que por un corto lapso de tiempo reemplazar­on a los habitantes judíos! Algunas de sus viviendas se convirtier­on en hoteles, restaurant­es, cafeterías y bares, en este antiguo y recoleto Damasco, cuando se elaboraban proyectos de hacer de este vecindario un elegante centro turístico, una ciudad de creadores plásticos y de artistas. El fotógrafo Robert Lyons captó en sus imágenes de 1995 sinagogas y lugares históricos del patrimonio cultural judío de Siria.

Nadie vigila los alrededore­s del recinto, aunque hay agentes de seguridad en todo el barrio Los judíos se ven como el grupo más antiguo de la ciudad, pero los que fueron a Israel perdieron su casa

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ALAMY STOCK PHOTO Interior de la sinagoga de Al Faranj, en el corazón de Damasco
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