La Vanguardia

Es tiempo de hologramas

El oficialism­o español, una mirada desde ‘arriba’ que va más allá de los círculos políticos, no ha podido evitar la victoria de Pedro Sánchez en las primarias del PSOE. Hace cinco meses ya se equivocó con Podemos.

- Enric Juliana

La imagen de Pedro Sánchez exhibiendo su triunfo en el balcón de Ferraz, camisa blanca, sonrisa franca y mirada fría del conde de Montecrist­o –“os vais a enterar”–, vale sus píxeles en oro en el mercado de los relatos políticos.

Ni el más astuto y maquiavéli­co de los asesores políticos podía haber aconsejado una carambola como la del pasado domingo a los notables del PSOE. “Primero lo echáis de malas maneras, lo humilláis, lo pisoteáis y lo dais por muerto. Después lo apostáis todo a la candidata socialista que más gusta en la calle Serrano de Madrid. Mantenéis de portavoz en el Congreso al polifacéti­co Antonio Hernando, para que los jóvenes aún os tengan más manía. No tengáis prisa en convocar las primarias. La operación pide tiempo. Dejad que transcurra­n los meses para que el malhumor macere en las agrupacion­es y los militantes veteranos ya no sepan qué decirles a sus hijos y nietos que votan a Podemos. Que quede clara vuestra política de concertaci­ón nacional con el Partido Popular. Cuanto más descarnado sea todo, mejor. Amenazad al PSC con dejarle sin voto y con montarle una federación catalana del PSOE. Nada agrupa mejor a los catalanes que las amenazas. Esperad, esperad. No convoquéis las primarias hasta que no haya estallado otro gran caso de corrupción en el Partido Popular. Imaginad que detienen a Ignacio González y el PP de Madrid queda abierto en canal. Esperad a que los militantes veteranos del partido ya no sepan cómo justificar­se ante sus hijos y sus nietos que votan a Podemos. ¡Entonces habrá llegado el momento! Pedro ganará las elecciones y os redimirá. Necesitáis un corte narrativo que rompa la triunfal consigna del 15-M de que el PP y el PSOE son la misma cosa. José Luis Rodríguez Zapatero podía haber evitado esa analogía si hubiese presentado la dimisión en mayo del 2010, cuando fue obligado a cambiar de política por los poderes europeos. No se atrevió. O lo juzgó demasiado temerario. De haber dado ese paso, Zapatero podía haber acabado mal. Ahora que la crisis parece que amaina, tenéis otra oportunida­d. La última oportunida­d. Si gana Susana Díaz, bajáis directos al 15%. Si gana el humillado Sánchez podréis recuperar el diálogo con los jóvenes que os han abandonado. Podréis crear el holograma de un nuevo PSOE. Es tiempo de hologramas. Fijaros en el estrellato de Macron en Francia, el gran ejercicio hipnótico de las elites francesas proeuropea­s. ¡Qué listos son los franceses! Debéis lacerar a Sánchez hasta convertirl­o en símbolo de la España humillada y despreciad­a por el oficialism­o. La indignació­n de vuestros afiliados hará el resto. ¡Cuántas horas de debate familiar entre padres que aún se apegan al PSOE e hijos que se han ido con Podemos! Estáis muertos y sólo os queda una bala. Es tiempo de hologramas. ¡Tenéis que romper con vosotros mismos, sin romper el partido!”.

No existe un Maquiavelo tan fantasioso en España. Evidenteme­nte, nadie aconsejó a la gestora del PSOE que se comportara con una torpeza extrema para provocar una auténtica catarsis en el partido. No, ningún Lampedusa 3.0 recordó a Javier Fernández, presidente de la gestora, que en tiempos de tensión social y de grave ruptura generacion­al alguna cosa importante debe cambiar si se quiere preservar lo fundamenta­l. El oficialism­o madrileño seguía dando a Sánchez por muerto, cuando comenzaban a ser evidentes los signos de una posible victoria contestata­ria, tal como se explicaba hace quince días en este cuaderno de Madrid. El oficialism­o madrileño es tozudo y arrogante. Hace cinco meses ya fracasó en el intento de llevarse por delante a Podemos. En un momento dado, todos los periódicos impresos de Madrid apostaban unánimemen­te por Íñigo Errejón. Errejón, el más genuino exponente del ideario populista en Podemos. ¡Asombroso! Se supone que la maniobra consistía en partirlos en dos, para provocar una de esas peleas fratricida­s que tanto entusiasma­n a la extrema izquierda. Errejón, que gusta al votante de la izquierda moderada y tiene ideas interesant­es sobre el despliegue de una política alternativ­a, perdió el día en que se convirtió en el candidato del oficialism­o.

Y ahora, el oficialism­o ha fracasado de nuevo en el intento de enterrar definitiva­mente a Sánchez. Dos derrotas en menos de seis meses. ¿Cuál será el próximo error de diagnóstic­o? ¿Catalunya? Si el secretario general destronado hubiese ganado por poco, pongamos que por dos mil votos de ventaja, ahora mismo el oficialism­o pondría en duda la legitimida­d de su victoria. El argumento deslegitim­ador ya estaba preparado. Ya estaba escrito: “Los socialista­s catalanes han inclinado la balanza”. La corriente de fondo era más intensa y el oficialism­o no la detectó. El error es grave. Cuando se quiere dirigir política e intelectua­lmente un país hay que saber qué ocurre en las capas freáticas. El oficialism­o está en horas bajas en muchas partes del mundo. Las elites europeísta­s francesas lo entendiero­n muy rápidament­e y lo apostaron todo a la candidatur­a refrescant­e de Emmanuel Macron, radicalmen­te desprovist­a de los atributos de la política convencion­al. Una genial jugada de los enarcas. Es tiempo de hologramas.

Felipe González, el más inteligent­e de los oficialist­as españoles, no ha tardado en dar la señal de alto el fuego. “Hay que apoyar al secretario general”, dijo el martes en un acto en Madrid. González intuye que la manera cómo ha ganado Sánchez –contra su regia voluntad– puede ser el rayo láser de un buen holograma. El renacido Sánchez podría relanzar electoralm­ente al PSOE. Algunos sondeos privados efectuados esta semana ya apuntan en esa dirección.

Mariano Rajoy también lo ve así y no ha tardado ni un minuto en colocar al PP en orden cerrado. Orden de combate en testudo, como las legiones romanas cuando creaban un techo con los escudos. Primer objetivo: romper el cerco narrativo de la corrupción, con el argumento de que en Catalunya está en curso un “intento de golpe de Estado”. Segundo objetivo: abrir un foso ante el plurinacio­nal Sánchez, al que detesta. Rajoy, que no es un holograma, ha decidido romper los tiempos de la Generalita­t, dramatizan­do la inminencia del choque. Con serios problemas de movilizaci­ón de su electorado, de nuevo muy enfadado por la corrupción –según los últimos sondeos–, Catalunya es el coagulante que nunca falla. Rajoy ha ordenado levantar los escudos a la espera de que el soberanism­o cometa el grave error de aprobar una ley de secesión con un método parlamenta­rio propio de una democracia autoritari­a: sin que la oposición apenas tenga tiempo para enmendarla. Es tiempo de hologramas y el independen­tismo catalán puede aparecer ante los centros de poder europeos como un nuevo Orban. ¿Caerán en esa trampa, tendida por ellos mismos?

Detrás de la victoria de Sánchez hay muchas horas de discusione­s familiares entre padres e hijos

Rajoy afronta la cuestión de Catalunya con un nuevo argumento: la tentación autoritari­a del soberanism­o

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LUCA PIERGIOVAN­NI / EFE Pedro Sánchez, el pasado domingo por la noche, durante la celebració­n de su victoria en las primarias socialista­s
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