¿Bueno o excelente?
Los periódicos se deben a sus lectores. Y en el caso de La
Vanguardia, la relación de fidelidad establecida con miles de suscriptores a lo largo de años, e incluso de generaciones, como muchos de ellos resaltan, se convierte en un lazo afectivo especialmente estrecho. Hemos tenido ocasión de comprobarlo esta semana con la carta que nos remitió el suscriptor Jordi Boldú Estrach, quien planteó la pregunta que se ha convertido en el titular de esta columna: “La
Vanguardia, ¿un buen diario o un excelente diario?”. Jordi Boldú arrancó su escrito felicitando al diario y a la redactora Ana Macpherson por el artículo “Cuando la excepcionalidad tiene premio”, publicado en Tendencias el sábado 20 de mayo. “Màrius Carol y ustedes defienden a menudo el futuro de la prensa escrita que ofrece contenidos de calidad. Estoy de acuerdo. El citado artículo es un buen ejemplo. Muchos lectores pagamos por encontrar en el diario lo que no nos dan las ediciones digitales, que consideramos complementarias”.
El lector destacó seguidamente lo que, en esa línea de excelencia, considera los elementos más valiosos del diario: “Los artículos de opinión, las corresponsalías en el extranjero, la economía, los reportajes, el nivel de las cartas al director –aunque pienso que debería haber más variedad entre los firmantes-, la contextualización de la información y muchas otras cosas. Así pues, enhorabuena”.
“Pero no hay rosas sin espinas”, nos advierte Boldú, para enumerar seguidamente los aspectos que, a su juicio, deberíamos mejorar: “La traducción automática, el léxico pobre, la sintaxis, la concordancia, la repetición cercana de términos prescindiendo de los sinónimos, etcétera, de algunos periodistas, ¡gente de letras!”. El suscriptor hace gala de un gran sentido del humor para señalar entonces que “el admirado Magí Camps [redactor jefe de Edición del diario], siempre tan esmerado, preciso y divertido, debe de ser un buen consumidor de tila…”.
“También es necesario evitar inexactitudes”, continúa la carta del suscriptor. “Echo en falta, en la edición del lunes pasado, los resultados de las promociones de Segunda, Segunda B y Tercera División de fútbol, aunque el domingo publicasen algunos resultados de partidos jugados el sábado. Publican los de la Primera Catalana y omiten los anteriores, más importantes. ¿Esto también lo han externalizado?”.
En su minucioso repaso de aciertos y fallos, Boldú señala también un error en una crónica: “La festividad de San Pedro y San Pablo es el 29 de junio, no el 28 como dice Eusebio Val, brillante corresponsal en Italia, en el artículo sobre el nombramiento del arzobispo Omella como cardenal”.
“Estas cosas, que para algunos pueden ser nimias o irrelevantes –concluye su carta el suscriptor–, para otros constituyen la fina línea que separa un buen producto de un producto excelente. La Vanguardia y los lectores se merecen lo máximo”.
El análisis de Jordi Boldú me pareció tan preciso que se lo envié al director y también a los compañeros que aparecen citados en su texto. Todos lo recibieron con aprecio y agradecimiento. Los felicitados, por razones obvias. Y los que podrían considerarse criticados, porque las razones expuestas por el lector eran oportunas y estaban expresadas con cordialidad.
Seguramente fue Eusebio Val quien resumió la sensación colectiva de buen ánimo y ganas de mejorar que dejó la carta en la redacción cuando, en la respuesta al Defensor en la que lamentó su confusión con las fechas, finalizó diciendo: “Ojalá que tengamos muchos lectores así de atentos y meticulosos”.
Un suscriptor nos envía un pormenorizado análisis de los contenidos del diario, no exento de humor, para señalar la fina línea que marca la excelencia