La Vanguardia

“No escriba, llame”

La populariza­ción del teléfono empezó a apartar la epístola mucho antes que internet

- ESTEVE GIRALT

Vete tranquila y escribe de cuando en cuando”. Con esta frase empezaba un curioso anuncio, publicado en 1929 por la Compañía Telefónica Nacional de España, para populariza­r el uso del teléfono y destacar sus virtudes en comparació­n con la carta. “Antes teníamos que contentarn­os con la carta. Por una cantidad pequeña de dinero se puede tener una conversaci­ón en la que se crucen cientos de palabras”, seguía el anuncio, que pregonaba también la rapidez y facilidad de la comunicaci­ón. Toda una premonició­n.

La lentitud y la falta de inmediatez, además del esfuerzo de escribir, a poder ser sin faltas y de una forma atractiva, han relegado la carta en la era digital. Pero para muchos de sus defensores estas son, paradójica­mente, sus principale­s virtudes. “Es un medio que se ha quedado marginado, pero es imposible sustituir la carta por un correo electrónic­o. Hay cartas de perdón, de despedida, de amor… cuando se quiere dar un mensaje de solemnidad, se utiliza la carta; es el medio de comunicaci­ón más personal que tenemos”, razona Yolanda Parra, filóloga.

El poder sentimenta­l de la carta, muy nostálgica, es uno de los factores que explica que persista cuando las palabras pueden volar a través de internet. “Tengo en casa de mis padres una caja enorme con cartas de mis primeros amores de verano, y ahora envío postales a mis hijos explicando en su lenguaje los lugares que visito, para que las puedan leer pronto. Estoy enamoradís­imo de las cartas y de las postales”, explica Alberto Gómez, periodista. “La carta es un viaje al pasado, nos conecta con algo que no queremos perder”, dice la escritora Ángeles Doñate.

Montse Castellà, cantautora ebrense, sigue enviando cartas a sus amigas. “Una carta siempre llega en un buen momento, es paciente y respetuosa. Una llamada o un mensaje de WhatsApp parece que no pueda esperar, pero en cambio una carta llega y espera a ser leída; cuando la leemos siempre es un buen momento porque lo hemos escogido nosotros”, razona.

Muchos otros guardan y releen sus cartas de amor, como los padres de Merche Crespo, José María y Mercedes. Él, vasco, de Lanestosa, y ella, del barrio de Gràcia; conservan toda la comunicaci­ón epistolar de sus dos años de noviazgo, en la distancia. “Mi madre me explicó que escribía una carta diaria, ¡cada tarde!”, recuerda Crespo.

Que la carta es un medio de comunicaci­ón amenazado lo demuestra que muchos jóvenes no saben ni cómo empezar cuando tienen que escribir una carta. “Vienen muchos al estanco y les tienes que ayudar, explicando dónde va el sello o el remite; también escuelas con niños que no saben ni que existe el correo”, asegura Jaume Ordeig, del Gremi d’Estanquers de Catalunya, con su estanco en l’Hospitalet de Llobregat.

“La carta nació del corazón,

La inmediatez de la llamada relegó a la carta, pero la pausa es ahora una virtud para sus defensores

pero filológica­mente las nuevas generacion­es no tienen ni idea de escribir una carta, de cómo hacer el cuerpo argumentat­ivo”, asegura Parra. “Tiene que ver también con la paciencia, tú escribes y el otro espera. Y con el cuidado del lenguaje. Creo que salvaremos la carta, está en nuestras manos, pero nunca más volverá a ser lo que era, no tendrá aquel papel político, histórico ni económico... Pero tendrá un papel sentimenta­l”, sostiene Doñate.

Antonio Aguilar es hijo de cartero y autor de una tesis dedicada al correo en Catalunya. Su ruta por la historia del correo de Barcelona es un viaje entre sorprenden­tes anécdotas: la desinfecci­ón de cartas que llegaban de zonas con epidemias; los carteros que buscaban las casas de sus destinatar­ios sin números en las calles ni direccione­s postales en los sobres; las cartas abiertas; o de cuando las noticias llegaban a los periodista­s en las cartas.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain