La Vanguardia

El ‘big bang’ de las ballenas

Científico­s de EE.UU. descubren cómo los cetáceos se convirtier­on en los animales más grandes de la Tierra

- JOSEP CORBELLA

En la misma época en que en África surgió el género humano, en los océanos apareciero­n las ballenas de gran tamaño que se convirtier­on en los mayores animales de la historia de la Tierra. El origen de ambos linajes coincidió con un periodo de cambio climático que creó las condicione­s propicias para la evolución de los humanos y de los grandes cetáceos, según los resultados de una investigac­ión presentada esta semana en la revista Proceeding­s of the Royal Society B. Pero, después de tres millones de años de convivenci­a, advierten los autores del trabajo, ahora el futuro de varias especies de ballenas está amenazado por la acción humana.

El origen de los cetáceos se remonta a hace 50 millones de años, cuando mamíferos descendien­tes de herbívoros ungulados se aventuraro­n a vivir en el agua. Pero cuándo y por qué aumentaron de tamaño ha sido una incógnita hasta ahora.

En busca de una respuesta, investigad­ores de EE.UU. han analizado cómo ha evoluciona­do el tamaño de los cetáceos a lo largo de estos 50 millones de años. Lo han hecho con datos de 63 especies extinguida­s y otras 13 especies que viven actualment­e. Dado que no se han recuperado esqueletos completos de la mayoría de estas especies, los investigad­ores se han basado en el estudio de sus cráneos. En un estudio anterior habían comprobado que las medidas del cráneo –concretame­nte, la anchura entre los huesos situados bajo los ojos, o huesos cigomático­s– se correspond­e con el tamaño del animal.

Los resultados muestran que los cetáceos se han mantenido por debajo de los diez metros de longitud durante más del 90% de su historia. No es hasta los últimos cuatro millones de años cuando su crecimient­o se dispara y llegan a los treinta metros y más de 150 toneladas que puede tener hoy día una ballena azul.

El aumento de tamaño coincidió con un enfriamien­to de la Tierra y el inicio de un periodo de glaciacion­es. En África, esto propició una extensión de la sabana y dio una oportunida­d a los homínidos que se aventuraro­n fuera de la selva. En los mares, la fusión de los glaciares en los meses más cálidos del año provocó el desagüe de cantidades masivas de nutrientes en algunas zonas de la costa, lo que a su vez favoreció la proliferac­ión de krill siguiendo un patrón estacional.

Es esto lo que propició el crecimient­o de las ballenas, sostienen los autores de la investigac­ión, de las universida­des de Chicago y de Stanford, y del Museo Nacional de Historia Natural de Washington. Ser grandes les permitió ingerir grandes cantidades de krill en cada bocado y recorrer las grandes distancias que separaban las acumulacio­nes de krill. Así, cuanto más grandes se volvían las ballenas, más krill podían comer; y cuanto más krill comían, más grandes se volvían.

“Vivimos en una época de gigantes”, concluyen los investigad­ores en el artículo científico en que presentan sus resultados. “A diferencia de cualquier época geológica anterior, los océanos modernos son ricos en animales con cuerpos extremadam­ente grandes” que superan a los de los mayores dinosaurio­s. Pero “las transforma­ciones que se esperan por el cambio climático en los ecosistema­s marinos presagian un declive de los hábitats de los que dependen las ballenas”.

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J. SCOTT APPLEWHITE / AP La capacidad de ingerir gran cantidad de krill en cada bocado ha sido clave en el crecimient­o de las ballenas

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