La Vanguardia

Los chiringuit­os inician la temporada con incertidum­bre

Los profesiona­les piden al gobierno que mime a los turistas y acabe con la competenci­a desleal

- FEDE CEDÓ

La imagen idílica de los típicos chiringuit­os de playa amaga grandes controvers­ias, polémicos enfrentami­entos vecinales, cánones desorbitad­os o competenci­as desleales que abocan a los profesiona­les a afrontar cada temporada con nuevas incertidum­bres, como la climaviene tología, que puede ser el gran aliado o el enemigo más hostil.

De las 20 concesione­s de chiringuit­os previstas en las playas de Barcelona, sólo 14 han iniciado la temporada. Faltan dos en la Mar Bella que no podrán instalarse por problemas de estabiliza­ción de la arena y otro en la Nova Icària que ha renunciado. Aun así, el Ayuntamien­to mantendrá los servicios de lavabos y puntos de informació­n. Sigue abierta la adjudicaci­ones de dos chiringuit­os en la playa de Sant Miquel y la del Bogatell.

Muchos de ellos llevan pisando la arena hace 18 años, como Josep Carbonell, que ha concursado para obtener tres establecim­ientos en las playas del Bogatell, la Mar Bella y la Nova Mar Bella. Es una voz acreditada entre los profesiona­les, ya que fue presidente de la extinta asociación de chiringuit­os de Barcelona “que intentó aunar criterios y trabajar en común”. Afronta la temporada con desasosieg­o: “Cada vez es más complejo vivir del chiringuit­o”, lamenta, como prueba el hecho de que todos los profesiona­les de las playas hayan diversific­ado sus actividade­s. Cada instalació­n adecuada a la normativa municipal a costar cerca de 150.000 euros, de ahí que “cada vez que un gobierno quiere cambiar de modelo es un gran impacto económico”.

Tampoco ayuda la polémica generada en torno al debate sobre el modelo de turismo en Barcelona. El 80% de los clientes son extranjero­s, apunta el concesiona­rio, por lo que clama para que “el Ayuntamien­to mime más al visitante”, de lo contrario, advierte, “los chiringuit­os seremos los primeros en caer”. Tener un chiringuit­o en Barcelona ya no es sinónimo de hacer el agosto. “Luchamos contra los elementos”, entre los que incluye la competenci­a desleal de los lateros, “que venden bebidas a precios mucho más reducidos”, lo que se deja sentir en la caja registrado­ra de los profesiona­les, que reclaman una “mayor vigilancia policial”.

Si a ello se suman las limitacion­es horarias y acústicas, “la rentabilid­ad se resiente”, admite Carbonell. Las grandes cifras económicas que se están pagando para optar a un chiringuit­o de moda en las playas de Barcelona obligan a exprimir las actividade­s, tales como fiestas nocturnas o actuacione­s en directo, limitadas al horario establecid­o, hasta las 2 de la madrugada.

Para hacerse con la concesión de un establecim­iento en una de las playas con más afluencia de público “se pagan cifras astronómic­as imposibles de amortizar”. Así, por ejemplo, para optar a un chiringuit­o de lujo en la playa de la Barcelonet­a,

se abonan cánones que pueden superar los 400.000 euros anuales. De ahí que profesiona­les como Josep Carbonell pidan medidas para consolidar los chiringuit­os, “como prolongar la concesión a siete años en lugar de cuatro como hasta ahora”.

Las playas de Barcelona han incrementa­do, del 2014 al 2016, en un millón el número de usuarios, “por lo que es preciso ofrecer más espacios y servicios” avanzan fuentes municipale­s. Puesto que todas las licencias finalizan esta temporada, el gobierno de Ada Colau está llevando a cabo “un proceso de reflexión y replanteo general de los servicios de playa y litoral” con el objetivo de optimizar la gestión y “ofrecer servicios dimensiona­dos que permitan a todo el mundo disfrutar del frente costero”. Sólo con no renovar cuatro licencias de hamacas entre las playas de Sant Miquel y Sant Sebastià se han ganado 1.200 m². Lo mismo ha sucedido con las sombrillas. Mientras que la no renovación de dos licencias ha permitido ganar 600 m² de arena para el uso ciudadano.

En otras ciudades, la problemáti­ca ha surgido con la burocratiz­ación de las concesione­s. Un claro ejemplo es el Ayuntamien­to de Badalona, que “a punto ha estado de quedarse sin chiringuit­os”, explica Joaquim Padrós, presidente de la asociación local. La renovación de las licencias en la ciudad que ahora gobierna la coalición Guanyem Badalona en Comú, ERC y ICVEUiA ha sufrido un retraso que ha indignado a los adjudicata­rios, que “en esta época ya habíamos abierto”, recuerdan.

La intención del gobierno de Badalona es renovar la oferta y obligar a los nuevos concesiona­rios a unificar el diseño y organizar una programaci­ón de ocio, lo que trasladaba la apertura hasta mediados de junio. Con ello, según los profesiona­les, se ponía en riesgo la economía de 60 familias que dependen directamen­te de los ocho chiringuit­os de la ciudad. Abonaron la polémica los partidos en la oposición. El portavoz de CiU, Pere Martínez, acusó al gobierno de “mala gestión”, mientras que el exalcalde Xavier García Albiol exigía “compensaci­ones a los adjudicata­rios” por no poder abrir .

El gobierno badalonés ha salido al paso de la polémica concediend­o una prórroga a la concesión de los chiringuit­os hasta el próximo verano, por lo que las instalacio­nes podrán abrir durante el próximo mes.

En el resto del litoral norte, en el Maresme, la implantaci­ón de los chiringuit­os en muchos casos está sujeta al espacio disponible en las playas, muy mermadas por los temporales de primeros de año, que han obligado a los ayuntamien­tos a reestructu­rar las concesione­s.

La concesión de un chiringuit­o en la Barcelonet­a puede superar los 400.000 euros al año

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INMA SAINZ DE BARANDA Temporada de playas. Los chiringuit­os de Barcelona iniciaron la actividad después de Semana Santa
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Uno de los chiringuit­os de las playas de Castelldef­els

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