La Vanguardia

YO, libro

La exhibición impúdica de la intimidad se consolida como tendencia literaria, con novedades de Marta Sanz, K.O. Knausgård o la pareja sentimenta­l que forman M.J. Viera-Gallo y Maori Pérez

- XAVI AYÉN

De la mayoría de los autores que leemos no conocemos la técnica con que se masturban, sus escandalos­as borrachera­s, las mentiras que han dicho a sus parejas... Del noruego Karl Ove Knausgård (Oslo, 1968), en cambio, sí sabemos todo eso.

Por una sencilla razón: es él mismo quien nos lo cuenta. Su monumental proyecto narrativo Mi lucha es una especie de megadiario exhaustivo, sin aparente autocensur­a, pudor u ocultación de episodios en que él mismo queda mal parado. Son seis volúmenes, y en España acaba de publicarse el quinto, Días

de lluvia (Anagrama/L’Altra), que recoge sus años de formación como escritor y desemboca en su primer matrimonio. La narración se vehicula a través de un monólogo interior evocativo y muy detallista, en una propuesta más literaria que escandalos­a, que sin embargo no elimina el impacto de las escenas brutales, como la ira desencaden­ada de su padre alcohólico en otras entregas, o ahora, en este quinto tomo, su abuela sacudiendo de lo lindo a su abuelo, o el mismo Knausgård vomitando en una fiesta en el apartament­o de Björk en Reikiavik. “Este quinto libro lo escribí en ocho semanas del 2010 –ha contado el escritor, en un encuentro con periodista­s en Suecia–, fue doloroso, me sentía apenado y avergonzad­o de lo que se contaba en él”.

El éxito de esta serie es tal que, en el mundillo, ya se habla de “hacer un Knausgård” para referirse a un texto autobiográ­fico en que se desvelan hechos íntimos del autor. Sería el caso de Química y nicotina (Alpha Decay), libro de culto en Chile que se publica ahora en España y en el que la novelista María José Viera-Gallo (Santiago, 1971) y el poeta maldito Maori Pérez (Santiago, 1986) dejan grabada, como en un tatuaje, su tempestuos­a historia de amor. Ella, quince años mayor, separada y con dos hijos; él, con un trastorno bipolar. El volumen se compone básicament­e de las cartas que ambos se intercambi­aban, aunque hay un prólogo de ella y un epílogo de él donde cada uno de su versión de lo sucedido. “Empezó como un juego –explica ella–, muy espon- táneamente, como un desafío. Estaba leyendo la correspond­encia entre Flaubert y George Sand, con una diferencia de edad parecida a la nuestra, y se me ocurrió enviarle una carta, él me respondió, y ya no paramos”. “Es una cosa de niños –explica él–, al igual que ellos rayan las paredes, nosotros hicimos esto”.

La gira promociona­l, que les ha llevado a Barcelona, es como un epílogo del libro. “El final está abierto”, sonríe ella. Y él replica: “Todo puede pasar”. Resulta extraño hablar con dos personas de las que uno conoce detalles que ni siquiera nuestros amigos más íntimos nos explican. Para Jordi Gracia, coautor del libro colectivo En la

era de la posverdad (Calambur), la gran novedad de nuestros días es que lo privado ya no se restringe al ámbito de la literatura: “El despliegue de la intimidad doméstica es co- tidiano y práctica social aceptada”, se han roto “las cuatro paredes de casa para ser parte del espectácul­o común”. Y en este contexto de privacidad no privada, “ese vuelco brutal de lo privado hacia lo público”, se sitúa el auge de estos libros.

El músico James Rhodes (Londres, 1975) publicó Instrument­al (Blackie Books) en el 2015, tras superar el veto de los tribunales, que atendieron la demanda de su exesposa, para quien el contenido traumatiza­ría a su hijo. Rhodes cuenta ahí cómo “me utilizaron, me follaron, me destrozaro­n, me manipularo­n y me violaron desde los 6 años, una y otra vez, durante años. La música me salvó la vida, literalmen­te”.

Una de las sensacione­s de la narrativa española de esta temporada ha sido El amor del revés (Anagrama) de Luisgé Martín (Madrid, 1962), donde el autor reconstruy­e “sin ningún disfraz” el largo proceso de aceptación de su homosexual­idad desde que “en 1977, a los 15 años, tuve la certeza definitiva de que era homosexual, y me juré a mí mismo, aterrado, que nadie lo sabría nunca. El libro es la crónica de una transforma­ción inversa a la de Kafka, de cucaracha a ser humano”.

¿Han vencido al pudor? VieraGallo es clara: “Nunca dudé si publicarlo o no, necesito tomar riesgos, es como lanzarse en paracaídas. Pero cuando uno cae y empieza el murmureo es molestoso. En Chile, preguntaba­n más por nosotros que por el libro, como en el ¡Hola! La gira por otros países permite hablar simplement­e de la obra”. Aunque difícil evitar la tentación de ver si hay en YouTube, por ejemplo, un vídeo porno del que se habla.

Otro libro descarnada­mente autobiográ­fico de esta temporada es

Hasta que puedas quererte solo (Alfaguara) del argentino Pablo Ramos (Avellaneda, 1966), que ofrece un viaje en primera persona al mundo de las adicciones. El relato está estructura­do a partir del programa de doce pasos de Alcohólico­s Anónimos. “Este libro me costó muchas recaídas de mi hermano y mías –cuenta–. No estaba seguro de si estaba haciendo algo valioso o estaba escrachand­o a mucha gente que quiero”. Opina que “cuando la realidad es dura, al transforma­rla en ficción se corre el riesgo de prostituir­la. Si la ficción que logras es menor de lo que fue la realidad, no tiene sentido. Por eso, estas crónicas llevan mi nombre real, y el de todos”.

La primera esposa de Knausgård, Tonje, montó en cólera al leer Mi lucha. “Se enteró de cosas que yo hacía mientras estábamos casados de las que no tenía ni idea –cuenta el autor–. Hubo conflicto, pero, con los años, ya hemos tenido ocasión de hablarlo de buen modo”. En Días

de lluvia, Knausgård engaña justamente a Tonje acostándos­e con una mujer cuyo novio le acusa luego, infundadam­ente, de violación. “Fue muy, muy desagradab­le escribir acerca de ese episodio”, admite.

Algunos de los momentos más reveladore­s de Química y nicotina proceden de las reflexione­s sobre la relación entre arte y locura. “Si hay un ruidito o un pájaro cantando en un árbol –cuenta Pérez–, yo oigo algo, una estructura interna, un mensaje. Mi cerebro reptiliano funciona así. Tomo pastillas y me inyecto cada 15 días, pero aun así oigo cosas que no deberían ser, y me doy cuenta. Es como las paranoias”. “El mis–mucho mo amor –dice ella– es una forma de locura, una alteración de la percepción”.

En el libro, Viera-Gallo teme que a Pérez le suceda como a David Foster Wallace y se suicide porque deja de tomar la medicación. “Entonces le explico los tres arquetipos de héroe masculino, que tienen que ver con cómo afronta él su duda, debe decidir si ser Aquiles, si salvarse con la literatura o si dejarse ir, como Hamlet”. Como lectores, esta pareja destaca las cartas de Kafka a Milena, las de Jane y Paul Bowles y las cartas de cumpleaños de Ted Hughes a Sylvia Plath, que Pérez le regaló a Viera-Gallo. “Lo de potecito de

miel lo sacamos de allá”, revelan. Las novelas autobiográ­ficas de Maya Angelou (1928-2014), publicadas por Libros del Asteroide, también han causado impacto. En ellas cuenta cómo fue violada de niña por el novio de su madre y que, entre sus oficios, se contó el de prostituta. Escritora, bailarina, actriz, activista junto a Martin Luther King, la primera entrega es Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado.

Para Marta Sanz, que ha publicado hace poco Clavícula (Anagrama) más que la mera crónica de sus dolores–, el salto a la no ficción sin tabúes lo ha dado tras “cierto cansancio respecto a los elementos más novelescos de la novela”. Ella siente siempre pudor, “en cualquier libro, autobiográ­fico o no, porque quienes escribimos nos desnudamos ideológica­mente incluso cuando utilizamos máscaras”. Cree que “se ha abusado demasiado de conceptos como ‘la verdad de las mentiras’, la verosimili­tud o la invención literaria como fantasía argumental” y que el objetivo debe ser siempre “iluminar la realidad, no emborronar­la. Que el texto no se ensimisme y apunte hacia lo real. Por eso, para mí, en este momento la autobiogra­fía es un género político”.

¿Hay redención para el autor de este tipo de textos? “Lo que yo experiment­o en el arte –responde Knausgård– es un sustitutiv­o del éxtasis religioso. Y la gente que lee

Mi lucha lo relaciona con sus propias vidas, y luego toma sus decisiones al respecto”.

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ANA JIMÉNEZ Pareja que escribe. María José Viera-Gallo y Maori Pérez, esta semana, en Barcelona
 ?? ROSER VILALLONGA ?? El dolor. Marta Sanz, autora de Clavícula, posando en Barcelona
ROSER VILALLONGA El dolor. Marta Sanz, autora de Clavícula, posando en Barcelona
 ?? XAVIER CERVERA ?? Música salvadora. James Rhodes cuenta en Instrument­al que fue violado durante años
XAVIER CERVERA Música salvadora. James Rhodes cuenta en Instrument­al que fue violado durante años
 ?? MICHAEL OCHS ARCHIVES / GETTY ?? Danza privada. Maya Angelou, escritora y bailarina,publicó Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado
MICHAEL OCHS ARCHIVES / GETTY Danza privada. Maya Angelou, escritora y bailarina,publicó Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado
 ?? KIM MANRESA ?? Exhaustivo. A la izq., Karl Ove Knausgård, autor de la serie Milucha ,enel 2012, en Barcelona
KIM MANRESA Exhaustivo. A la izq., Karl Ove Knausgård, autor de la serie Milucha ,enel 2012, en Barcelona

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