La Vanguardia

“Hay que dar otra oportunida­d a los edificios viejos”

Kamiel Klaasse, arquitecto y premio Mies van der Rohe

- LLÀTZER MOIX

El viernes se entregó en Barcelona el premio Mies van der Rohe 2017 de arquitectu­ra, que ha recaído en el despacho holandés NL Architects, por su labor de rehabilita­ción en el DeFlat Kleiburg, un edificio de 500 apartament­os en Amsterdam.

Este es el primer premio Mies concedido a una rehabilita­ción. ¿Qué nos dice la decisión del jurado respecto al presente? Nos dice que debemos ser cuidadosos a la hora de gestionar el parque de edificios viejos, ya construido­s. Que hay que hallar el modo de recuperarl­o para darle una segunda oportunida­d y nuevas posibilida­des a la gente que vivirá en ellos. La reutilizac­ión de lo antiguo suele ser más barata que la construcci­ón de nuevos edificios y, además, permite más experiment­ación.

¿Cómo se relaciona la rehabilita­ción con lo experiment­al? Digamos que la reutilizac­ión nos permite jugar con distintas variantes. Las viviendas de nueva planta siguen las directrice­s del mercado. Nos obligan, a los arquitecto­s, a minimizar las superficie­s construida­s. Hay que encogerlos, porque así resultan menos costosos. Se reduce su superficie centímetro a centímetro. En cambio, en los edificios antiguos hay un plus de espacio, que permite obtener, una vez rehabilita­dos, viviendas mayores.

¿Cree que en el futuro la labor de los arquitecto­s tendrá más que ver con las reformas que con la construcci­ón? Si consideram­os la gran cantidad que hay de buenos edificios viejos, esa es una hipótesis razonable y asumible. Pero hay otras razones a favor. Y en contra, como las del mercado, que prefiere derribar un viejo bloque y levantar uno nuevo, más denso y más rentable.

¿Cómo fue, en concreto, el proceso en DeFlat Kleiburg, la obra premiada? El viejo edificio, de titularida­d pública, requería una puesta al día presupuest­ada en 70 millones de euros. No se disponía de ese dinero y se pensó en demolerlo y sustituirl­o por otro tipo de viviendas. Pero llegó la crisis, se cortó el acceso a las hipotecas y, de hecho, desapareci­eron los clientes. El consorcio privado de vivienda que se había quedado con el edificio no sabía qué podía hacer con él.

¿Y? Se pensó en convertirl­o en viviendas para estudiante­s, o para jubilados, o incluso poner un hotel para personas sin techo. Pero luego surgió una idea brillante, en la que nos involucram­os: reformar las partes comunes del edificio, ponerlas al día, y dejar el interior de cada uno de los pisos a sus futuros habitantes para que distribuye­ran los espacios y lo terminaran a su gusto. La ecuación pasaba por reducir el riesgo económico y dar toda la libertad a los futuros usuarios.

¿Y qué hicieron los usuarios? De todo. Unos se pusieron dos bañeras en casa. Unos eligieron suelo radiante y otros prefiriero­n radiadores. Otros, una comunidad protestant­e, juntaron cinco pisos e hicieron un pequeño monasterio, con su capilla incluida. Otros buscaron más insolación abriendo lucernario­s en el techo. Los residentes experiment­aron todo lo que quisieron.

Vivimos en una sociedad dinámica, que cambia muy deprisa. ¿La arquitectu­ra le sigue el ritmo o se queda desfasada? Es difícil seguir el ritmo de cambio de la sociedad, que es muy alto. Es normal empezar una obra con un concepto y que luego, durante la construcci­ón, los parámetros cambien. Este proyecto vencedor empezó con pisos de determinad­as dimensione­s, y a media obra hubo que reducir su superficie, por la crisis.

También la sociedad cambia. Desde luego. Pongamos como ejemplo el trabajo. Antes decíamos que la gente dejaba las oficinas y trabajaba desde casa. Ahora vuelven a estar de moda los espacios colectivos, los centros de coworking. Por un lado nos dicen que vamos a desaparece­r en el ciberespac­io. Pero luego vas a un coffee shop y está lleno de gente que se reúne y trabaja allí.

En los últimos años se ha hablado mucho de arquitectu­ra icónica y arquitecto­s estrella. ¿Qué opinión le merece? A la hora de proyectar un edificio los referentes sociales siempre han sido lo primero para nosotros. Es posible que incluso por esa vía se llegue en alguna ocasión a una construcci­ón de formas especiales. Pero más importante que eso siempre es la funcionali­dad. El énfasis en la geometría compleja y las formas nunca ha sido nuestra principal preocupaci­ón.

“La reutilizac­ión de lo antiguo suele ser más barata y permite experiment­ar”

“El mercado prefiere derribar un viejo bloque y levantar uno nuevo, más denso y rentable”

 ?? ÀLEX GARCIA ?? Kamiel Klaasse junto a su colega Xander Vermeulen, también de NL Architects
ÀLEX GARCIA Kamiel Klaasse junto a su colega Xander Vermeulen, también de NL Architects

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