La Vanguardia

El móvil que mató a la estrella de Cannes

Fenómenos como Instagram y YouTube asustan a las figuras del cine, que ya no controlan su intimidad ni en las fiestas privadas

- SALVADOR LLOPART Cannes Enviado especial

Los actores, espiados por los móviles, se mueven aterrados por la foto incómoda “Me siento como una vendedora de globos a la que se le agolpan los compradore­s”

Lo que pasa en Cannes nunca se ha quedado en Cannes, para qué engañarnos. Cannes no es Las Vegas. Es otra cosa. Aquí reinan los fotógrafos, cientos de ellos. A veces parece que son miles. Durante dos semanas de mayo de cada año –dos semanas que hoy acaban– esos fotógrafos convierten el acontecimi­ento en el gran escaparate mundial del cine, el lujo y la fama, no necesariam­ente en este orden.

Pero lo que está pasando ahora no lo recuerdan ni los viejos del lugar; o sea, uno mismo, que lleva más de veinte años asistiendo al acto. No hablamos de la calidad de las películas, que en esta edición, la del setenta aniversari­o, ha sido más bien discutible. Hablamos de todo lo demás, de Cannes como evento. Y si es cierto que la imagen en Cannes nunca ha sido potestad de los profesiona­les, la fotografía doméstica aliada con el smartphone y las redes sociales se está convirtien­do en un monstruo insaciable al que le crecen cabezas cada edición, una especie de Godzilla postatómic­o y múltiple que arrasa con todo. Se podría decir que el móvil está matando Cannes, como el video mató a la estrella de la radio, pero tampoco hay que exagerar: simplement­e lo está cambiando.

La Croisette, el paseo marítimo de Cannes, exuda estos días lujo y cuerpos escultural­es en vestidos de diseño. Y cientos, miles de turistas con el teléfono desenfunda­do. El objetivo es hacer y hacerse una, la foto de todo y con todo...

“En la alfombra roja reinamos nosotros, los profesiona­les; en todo lo demás reina el teléfono móvil”, dice Patience Eding, fotógrafa suiza acreditada en la alfombra roja. Trabaja para la revista Another

Concept y forma parte de los poco más de cuatrocien­tos elegidos que cada día cubren el desfile de famosos que atraviesa la alfombra roja para llegar a la proyección en el Grand Palais del festival. A Patience se la reconoce enseguida: es la única mujer negra entre todos los reporteros y reporteras gráficos. “En Cannes se está perdiendo el sentido de la intimidad”, apunta.

Y esto incluye las famosas fiestas de Cannes, por ejemplo. El pasado lunes el Nikki Beach, uno de los clubs del lado del mar en la Croisette, acogía la fiesta benéfica organizada por la Asociación de la Prensa Extranjera en Hollywood, los mismos que entregan cada año los Globos de Oro. Acudieron actores y actrices como –¡uf!– Jake Gyllenhaal, Ben Stiller, Tilda Swinton, Adam Sandler, Brittany Snow, Lily Collins, Dustin Hoffman, Jeremy Renner, Molly Sims, Jennifer Connelly, Emma Thompson, Paul Dano, Greta Gerwig y alguno más todavía. Una constelaci­ón.

“Me siento como una vendedora

Nicole Kidman y Colin Farrel se aíslan en la zona VIP del Nikki Beach; sólo están ellos Los ‘influencer­s’ llegan a Cannes como si fueran Atila, arrasando con todo

de globos a la que se le van agolpando los compradore­s”, decía Emma Thompson. “Y yo ya me he quedado sin globos: me los han reventando todos”, bromeaba.

Estrellas que llegaron y se marcharon, también es verdad. Netflix, que ha sido como el villano de esta edición del festival, el diablo para Almodóvar, presidente del jurado, por su negativa a estrenar sus películas en la gran pantalla, Netflix, sí, se llevó las estrellas a su fiesta. Pero allí también estuvieron un momento.

Las estrellas han perdido la paciencia. Ya no son dioses inalcanzab­les que una vez al año se acercan a los mortales en lugares como Cannes, no. Ahora se sienten como tentetieso­s para hacerse una foto junto a ellos.

“Los talents –y lo pronuncia así, a la americana– están cansados de los cazadores de selfies”, comenta Gabriel Lerman, el veterano perio- dista de Hollywood y colaborado­r de La Vanguardia. “Antes se quedaban un rato, hablaban, se sentían cómodos. Ahora no: se sienten espiados por los teléfonos domésticos, aterrados por la foto incómoda”.

Los días de Will Smith bailando en la pista, o los de Arnold Schwarzene­gger –¡cuidado!– estrechand­o la mano... los días de Sharon Stone firmando autógrafos o Eva Longoria mostrando su mejor perfil entre los invitados a la fiesta, esos días se han acabado. El móvil, las fotos, la selfie, Instagram, los está n matando.

La noche siguiente se sabía que Nicole Kidman y Colin Farrell estaban en la fiesta en el mismo Nikki Beach. Habían acudido a Cannes como protagonis­tas de

The killing of a sacred deer, de Yorgos Lanthimos. Pero no asomaron la cabeza. “Nicole debe estar sentada”, bromeaba Lerman. “Si estuviera de pie la veríamos, por lo alta que es”.

La guardia pretoriana disuadía a cualquiera que se acercaba, teléfono en mano, a la zona inalcanzab­le de los VIP, que eran ellos solos. La fiesta iba por otro lado. Y es que el móvil, como Atila, arrasa con todo.

Y por otro lado, pensábamos que siempre nos quedaría la alfombra roja como a los protagonis­tas de Casablanca les quedaba París. Pero ahora no pasa nada en la alfombra que no esté programado. L’Oreal y Chopard son las dos marcas patrocinad­oras, pero todas las demás quieren colocar sus productos en la alfombra roja. Los fotógrafos, o sea, el mundo, están mirando.

Cannes es un momento único en el calendario del lujo. Mucho más que los Oscar. En Cannes la cultura del cine echa un pulso diario a la cultura de las redes sociales, los nuevos bárbaros que están tomando el festival. Como toda subcultura, el cine tiene una mirada exterior que adora el brillo y el oropel del certamen. Sin embargo, la cultura interior, el nucleo duro, los llamados cinéfilos por simplifica­r, desprecian todo eso. Para ellos ese Cannes de alfombra roja no existe...

Pero existe, hasta el punto de apoderarse del festival. El pasado lunes 22 de mayo, el Hollywood

Reporter, una de las publicacio­nes oficiales del certamen, lo hizo oficial: “Ha llegado a Cannes la edad de los influencer­s”, reza el titular. El Reporter destaca lo evidente: que las superestre­llas del mundo digital, o sea, que no tienen nada que ver con el cine, tan sólo personajes con cientos de miles, y algunos de ellos, los más afortunado­s, millones de seguidores en Instagram o en YouTube empiezan a dominar los estrenos, las fiestas y, por supuesto, la alfombra roja de Cannes. A las proyeccion­es ni se acercan. Pero ellos crean tendencia. Venden.

Cannes siempre ha acogido a las celebridad­es como Paris Hilton o lady Victoria Hervey, pero estas nuevas brigadas de prescripto­ras (son siempre mujeres) resultan la nueva sensación y arrasan. Las grandes marcas los cuidan: se lo pagan todo y más. Incluso profesiona­les del cine como Susan Sarandon o Nicole Kidman se abrazan a esas nuevas estrellas, como Thylane Blondau, que lo único que ha hecho es estar ahí, en Instagram, desde que se la declaró la niña más guapa de internet. “Ahora tiene más de un millón de seguidores”, me cuenta Irene Crespo, que trabaja para Glamour y otras publicacio­nes y que se teme que va a tener que escribir mucho sobre eso. Al tiempo.

Otro ejemplo del nuevo estado de cosas lo tenemos en lo que podemos llamar “el caso de la foto robada”. Cada año, un buen número de las estrellas –las mismas que al atardecer se pasean por la alfombra roja– se alojan en los famosos hoteles que se alinean a lo largo de la Croisette, el Carlton, el Majestic, etcétera.

Pues bien, ahora en la Croisette se negocia con algo nuevo e inesperado: el numero de la habitación de los famosos en tal o cual hotel. Los compradore­s suelen ser las grandes marcas, que a su vez tienen instalado sus showrooms y tiendas de caros regalos en esos mismos hoteles. El material de contraband­o –o sea, el número de habitación– se lo suministra algún empleado del hotel poco fiel. La cosa va así: llaman a la puerta de una actriz de las importante­s que se aloja en el Gran Hyat Cannes Hotel Martinez, o sea, el Martínez, y, cuando la actriz en cuestión abre, se encuentra con un representa­nte de Swarovski con un lote de productos de su marca de regalo y un fotógrafo a su lado. La foto: conseguir la foto de la actriz con los productos en la mano era lo importante. El portavoz del Martinez declinó confirmar el hecho con el argumento de que “no comentamos rumores”.

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Instragram. La actriz india Deepika Padukone colgó esta instantáne­a en la que ella misma sale acompañada de las actrices Julianne Moore y Susan Sarandon, dos de los grandes nombres que acudieron a esta edición del festival de Cannes
El festival en Instragram. La actriz india Deepika Padukone colgó esta instantáne­a en la que ella misma sale acompañada de las actrices Julianne Moore y Susan Sarandon, dos de los grandes nombres que acudieron a esta edición del festival de Cannes
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Epatando en las redes. Arriba, el influencer polaco Krzysztof Gojdz, con 42.400 seguidores, se fotografía con Will Smith en el yate de Leonardo DiCaprio. En medio, la joven modelo Kendall Jenner es cazada en la fiesta nocturna, “con dos tops...
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Glamur a bordo. El estilista Ricardo Rojas luce foto en Instagram de su llegada a la fiesta en el yate del magnate Paul Allen, cofundador de Microsoft. Arriba, la miss rusa Yana Dubnik se retrata con Paris Hilton en otra fiesta nocturna, esta en el...
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