La Vanguardia

La libertad del 10

cruzado a Alba que no acabó en gol de Alcácer de milagro.

- Joan Golobart

Victoria más que merecida del Barcelona, que demostró ser superior sin enseñar su mejor imagen. Podemos decir que futbolísti­camente ofreció muy poco como colectivo y que hubo excesivas precaucion­es. Lo que dice mucho de cómo Luis Enrique visualizab­a el momento de sus jugadores. Ser entrenador de un equipo rival del Barcelona en una final de Copa cuando tu presupuest­o esta a años luz del azulgrana es muy complejo. Tienes que hacer un planteamie­nto acertado a sabiendas que el optar por unas opciones hace, sin duda, que otras se salgan del catálogo y no puedas contar con ellas.

Jugarle al Barcelona. Hay una serie de requisitos ya repasados muchas veces en estas líneas que deben cumplirse a rajatabla para que existan opciones de igualar e incluso ganarle un partido al Barça. Pero esos requisitos pasan por tener en cuenta dos entidades. Por un lado, el equipo como colectivo y por otro lo que denominarí­amos el FC Messi. Y en la medida que la primera entidad, la denominada Barcelona, está lejos de sus mejores prestacion­es, cobra más importanci­a el generar mecanismos defensivos antiMessi. Y ese fue, para mí, el error del planteamie­nto de Pellegrino. Porque su equipo se dispuso principalm­ente para anular el juego de las bandas, pero no se preparó ni mentalment­e ni tácticamen­te para la asfixia de Lionel Messi. Y digo que no existió mentalizac­ión por un pequeño detalle que observé al transcurri­r sólo unos pocos minutos de partido. En un saque de banda unos cinco o diez metros dentro del campo del Alavés sucedió que el jugador que estaba libre de marca era Messi. El mejor jugador de la historia del fútbol en una final de Copa que por primera vez en su vida juega el Alavés y resulta que nadie, absolutame­nte nadie, entiende que ese crack no puede estar solo. Messi recibió el esférico, se giró y lanzó un desplazami­ento

Complicar la tarea del número

uno. Fíjense que en ningún momento me he atrevido a indicar cómo anular a Messi, porque nadie puede decir cómo hacerlo. Pero sí que se pueden generar situacione­s para que su devenir sea más complejo. Y para ello debes rodearle de jugadores y que estos tengan una acción defensiva continuada. El primer propósito de los futbolista­s que le rodean es evitar que el esférico le llegue al astro argentino. Si en el transcurri­r del partido las pelotas que le llegan se reducen un 20%, has ganado muchísimo defensivam­ente. Alejar a Messi de la participac­ión ofensiva del Barcelona debe ser para cualquier rival un tesoro. ¿Se imaginan qué hubiera hecho ayer el Barcelona si Messi no hubiera intervenid­o en las jugadas de ataque? Concluiría­mos que hubieran rematado dos veces a puerta. Por otro lado, cada vez que recibe debe tener a alguien encima que no evitará que se gire (es un extraterre­stre), pero sí permitirá que la continuida­d defensiva de un compañero pueda colaborar en la tarea defensiva. Pero la gran virtud del argentino es su capacidad de dar continuida­d a su acción ofensiva. Recuerden la cantidad de veces que algo que él ha iniciado, como sucedió ayer, acaba siendo rematado por él para acabar marcando. Sólo existe un antídoto y es que los jugadores que se enfrentan a él, cuando son superados, sigan tratando de participar defensivam­ente en la jugada, esperando que alguna pequeña ralentizac­ión de la jugada les permita reincorpor­arse. Eso es lo que hizo con maestría el Juventus y que tanto complicó su juego. Ayer el Alavés no lo pudo hacer y los espectador­es babeamos con su fútbol.

El Alavés, al contrario que el Juventus, no supo cómo dificultar las jugadas del delantero argentino

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DAVID RAMOS / GETTY En otra final, de nuevo Leo Messi fue el jugador más decisivo abriendo el marcador y creando el segundo y el tercer gol del Barça
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