La libertad del 10
cruzado a Alba que no acabó en gol de Alcácer de milagro.
Victoria más que merecida del Barcelona, que demostró ser superior sin enseñar su mejor imagen. Podemos decir que futbolísticamente ofreció muy poco como colectivo y que hubo excesivas precauciones. Lo que dice mucho de cómo Luis Enrique visualizaba el momento de sus jugadores. Ser entrenador de un equipo rival del Barcelona en una final de Copa cuando tu presupuesto esta a años luz del azulgrana es muy complejo. Tienes que hacer un planteamiento acertado a sabiendas que el optar por unas opciones hace, sin duda, que otras se salgan del catálogo y no puedas contar con ellas.
Jugarle al Barcelona. Hay una serie de requisitos ya repasados muchas veces en estas líneas que deben cumplirse a rajatabla para que existan opciones de igualar e incluso ganarle un partido al Barça. Pero esos requisitos pasan por tener en cuenta dos entidades. Por un lado, el equipo como colectivo y por otro lo que denominaríamos el FC Messi. Y en la medida que la primera entidad, la denominada Barcelona, está lejos de sus mejores prestaciones, cobra más importancia el generar mecanismos defensivos antiMessi. Y ese fue, para mí, el error del planteamiento de Pellegrino. Porque su equipo se dispuso principalmente para anular el juego de las bandas, pero no se preparó ni mentalmente ni tácticamente para la asfixia de Lionel Messi. Y digo que no existió mentalización por un pequeño detalle que observé al transcurrir sólo unos pocos minutos de partido. En un saque de banda unos cinco o diez metros dentro del campo del Alavés sucedió que el jugador que estaba libre de marca era Messi. El mejor jugador de la historia del fútbol en una final de Copa que por primera vez en su vida juega el Alavés y resulta que nadie, absolutamente nadie, entiende que ese crack no puede estar solo. Messi recibió el esférico, se giró y lanzó un desplazamiento
Complicar la tarea del número
uno. Fíjense que en ningún momento me he atrevido a indicar cómo anular a Messi, porque nadie puede decir cómo hacerlo. Pero sí que se pueden generar situaciones para que su devenir sea más complejo. Y para ello debes rodearle de jugadores y que estos tengan una acción defensiva continuada. El primer propósito de los futbolistas que le rodean es evitar que el esférico le llegue al astro argentino. Si en el transcurrir del partido las pelotas que le llegan se reducen un 20%, has ganado muchísimo defensivamente. Alejar a Messi de la participación ofensiva del Barcelona debe ser para cualquier rival un tesoro. ¿Se imaginan qué hubiera hecho ayer el Barcelona si Messi no hubiera intervenido en las jugadas de ataque? Concluiríamos que hubieran rematado dos veces a puerta. Por otro lado, cada vez que recibe debe tener a alguien encima que no evitará que se gire (es un extraterrestre), pero sí permitirá que la continuidad defensiva de un compañero pueda colaborar en la tarea defensiva. Pero la gran virtud del argentino es su capacidad de dar continuidad a su acción ofensiva. Recuerden la cantidad de veces que algo que él ha iniciado, como sucedió ayer, acaba siendo rematado por él para acabar marcando. Sólo existe un antídoto y es que los jugadores que se enfrentan a él, cuando son superados, sigan tratando de participar defensivamente en la jugada, esperando que alguna pequeña ralentización de la jugada les permita reincorporarse. Eso es lo que hizo con maestría el Juventus y que tanto complicó su juego. Ayer el Alavés no lo pudo hacer y los espectadores babeamos con su fútbol.
El Alavés, al contrario que el Juventus, no supo cómo dificultar las jugadas del delantero argentino