Nadal y Muguruza dictan lecciones sobre la arcilla
Los favoritos españoles pasan ronda sin síntomas de flaqueza
A sus 36 años, Francesca Schiavone parece de vuelta de todo.
La italiana sigue siendo una tenista musculosa, mucha fibra y mucho nervio gesticulando y moviéndose de aquí para allá sobre una pista de tenis. Pero ya está pensando en otras cosas. En diciembre se retira. Ayer vivió su último episodio como tenista en Roland Garros. Para ella, un mal día. Nada que ver con el 2010, el año en el que se llevó el título. Tenía delante a Garbiñe Muguruza. Y ésta no está para sentimentalismos. Muguruza suma 23 años. Y se ha ido a París a defender su trofeo del año pasado. Y a acallar algunas voces, la de quienes cuestionan su temple. Muguruza quiere ser un rodillo. Ayer venció a Schiavone por 6-2 y 6-4. Un pispás.
Más o menos, como Rafael Nadal (30). El balear se ha dado diez días de respiro. Todos los que han pasado desde su derrota en los cuartos de final de Roma, ante Thiem. Diez días pescando y jugando al golf en Mallorca.
“En Roma estaba agotado mentalmente”, ha dicho últimamente Carlos Moyá, uno de sus tres entrenadores, junto a Toni Nadal y Francis Roig. Antes de llegar a Roma, Nadal había acaparado tres títulos. Tres consecutivos. Todo lo que había jugado en tierra durante este año: Montecarlo, Barcelona y Madrid. Ante Thiem, no podía más. Era un tenista vacío.
El Nadal de ayer –tras los días de pesca y golf– volvió a ser un tormento. Tumbó a Benoit Paire por 6-1, 6-4 y 6-1, en menos de dos horas. Al francés, un moderno con una raqueta, le dio tiempo para maldecirse. Poco más. –Estoy contento, pero siempre hay cosas que mejorar –dijo Nadal tras su triunfo, corroborando la máxima que su tío, Toni, defiende en estos tiempos.
Toni Nadal escribía ayer en El País: “Mi sobrino me ha demostrado que la amenaza de la complacencia sigue por fortuna alejada de él”.
–¿En qué puede usted mejorar? –le preguntaron a Nadal.
–Creo que lo importante es servir mejor que hoy. En algunos momentos del partido el servicio
no me ha ido nada bien.
–Cuando juegas contra Nadal siempre acabas frustrado –dijo Paire, 45.º del mundo, uno que ha perdido sus tres enfrentamientos con el balear.
Cierto: Paire se topó con un muro. Nadal fue un martillo pilón. No sirvió particularmente bien (apenas un ace; su saque más potente se quedó en los 195 km/h), pero falló muy poco. Solo 18 errores no forzados, frente a los 32 del francés. Con esos mimbres, Nadal le llevaba mucha ventaja.
–Siempre tengo la sensación de que no he podido jugar bien contra él –dijo Paire, que nunca le ha ganado un set al balear. Mala suerte para él: siempre se han cruzado en una pista de arcilla. Y en esa superficie no hay quien le tosa a Nadal. ¿No busca su décimo título en el Bois de Boulogne? ¿Acaso es un hito al alcance de algún otro tenista?
Ahora le espera el holandés Haase, otro que siempre ha perdido ante Nadal: están 2-0 para el balear.
El resto de los favoritos hizo su trabajo. Novak Djokovic se desenvolvió en su defensa del título. Fue obediente: enfundado en una camiseta negra y bajo unas gafas de sol, le estaba observando Andre Agassi, su nuevo entrenador.
Agassi vio cómo su pupilo se deshacía de Marcel Granollers en tres mangas, por 6-3, 6-4 y 6-2. João Sousa espera ahora a Djokovic.