Un invento chino (o no)
EL filósofo Ulrich Beck publicó el libro La metamorfosis del mundo (Paidós), en que utilizaba el argumento de Pascal referido a la Providencia para vencer el escepticismo con respecto al cambio climático. Pascal planteaba que Dios puede existir o no. No lo sabía, pero aconsejaba a sus alumnos que eligieran su existencia porque, de ser así, irían al cielo, y, en caso contrario, no perderían nada. Por la misma regla, es mejor creer que existe un grave problema medioambiental causado por el hombre, porque, si es cierto que asistimos a un cambio climático y no hacemos nada, se nos avecina una catástrofe; y si no fuera verdad, la lucha por mejorar el equilibrio de la Tierra haría al mundo más habitable y responsable con el entorno.
Es posible que Donald Trump no sepa quién es Pascal y que considere que tampoco le hace ninguna falta, pero no estaría de más considerar razonable la postura del físico (y filósofo) francés. Sobre todo cuando está a punto de anunciar que sacará a Estados Unidos del acuerdo climático de París y no queda claro si lo hará porque le importa un bledo el medio ambiente o porque considera que ello impide a su gente hacer pingües negocios. El tratado comprometió en el 2015 a 200 países en la rebaja del dióxido de carbono y otras emisiones fruto de la combustión de energías fósiles a fin de limitar el calentamiento planetario. En la última reunión del G-7, a Trump parecieron no importarle las recomendaciones de Emmanuel Macron o de Angela Merkel al respecto.
El presidente de Estados Unidos criticó el acuerdo a sus socios europeos, afirmando que era un invento chino, seguramente por el compromiso firme de Xi Jinping de reducir las emisiones. A Trump sólo le faltó replicar a Merkel con aquella frase de Groucho: “A ver, señora, ¿a quién va a creer?: ¿a mí o a sus propios ojos?”.