La Vanguardia

Divorcio a la palestina

- Quim Monzó

Hace unos días, con motivo de este Ramadán en el que hemos entrado, nos enteramos de que desde hace unos cuantos años el Gobierno marroquí opta por adaptar el horario durante cosa de un mes: para que oscurezca más pronto y la población pueda dedicarse a comer sin tener que esperar tantísimas horas a la puesta de sol. Una vez superado el Ramadán pondrán las agujas del reloj como las tenían hace unas semanas y santas pascuas.

Ahora, Al Yazira nos informa de otro problema de este mes glorioso. Los jueces religiosos de los tribunales islámicos de Palestina han decidido prohibir el divorcio durante este tiempo. No autorizará­n ninguno hasta que haya acabado el Ramadán. El jefe del sistema de tribunales islámicos explica que la gente que mientras hay luz diurna ayuna, no puede fumar, no puede beber ni siquiera agua (del resto de bebidas ya ni les hablo) y no puede mantener relaciones sexuales se ve abocada a tomar decisiones “precipitad­as y equivocada­s” (perdón por la rima, pero es así como lo dicen). Explican que han emitido esta orden basándose en “la experienci­a de años anteriores”. Me imagino a la parejita –con barba él, con hiyab ella– llegando al mostrador de divorcios y diciéndole al juez religioso:

–As-salamu alay-kum. Nos queremos separar. Estamos hasta la coronilla el uno del otro.

–Wa-alay-kum as-salam. ¿Ya lo han pensado bien?

–Sí, sí. Esto nuestro ya es insoportab­le.

–Piensen que estamos en Ramadán y que, con el ayuno y no poder beber agua ni fumar, a veces la situación se tensa. –Nada, nada, señor juez. Divórcieno­s. Divorcio conseguido. Sólo para, al cabo de unas semanas, pasado este tiempo de penitencia, volver ante el juez y decirle:

–As-salamu alay-kum. ¿Sabe qué? Ahora que han pasado estos días duros hemos decidido que queremos volver a casarnos.

–Wa-alay-kum as-salam. ¿Veis, criaturas de Alá? Ya os avisé.

Me parece lógico que hayan decidido no divorciar a nadie durante este tiempo. Si estás en pleno mono porque no puedes fumar hasta la caída del sol y si el vientre te ruge como un león por falta de alimentos, muy buen humor no tienes. Un verano de los años ochenta, en una playa cerca de Mont-ras, había quedado con gente para comer, tomar el sol y bañarnos. Pero como el señorito de la casa, el tocacojone­s Francesc Bellmunt, estaba haciendo régimen a base de Biomanan, no tenía ninguna prisa en sentarse a la mesa. Al cabo de un rato de estar sobre la arena, muriéndome de hambre, para no meterle la cabeza dentro del mar y ahogarlo me levanté y fui al primer bar que encontré, para matar el apetito. Si hubiéramos estado casados, seguro que habría pedido el divorcio, como hacen algunos musulmanes en Palestina, aunque en el caso de estos el cónyuge no sea el culpable, sino la Fe, la Sacrosanta Fe.

Un consejo: si es usted musulmán, deje pasar un mes antes de pedir el divorcio

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